Usted está aquí: miércoles 26 de noviembre de 2008 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Soledad claudicante

■ El regreso de El Yunque

■ En el nombre de Dios

Ampliar la imagen LABORES LEGISLATIVAS:  Así estuvo por momentos el salón de plenos durante la sesión de ayer en la Cámara de Diputados LABORES LEGISLATIVAS: Así estuvo por momentos el salón de plenos durante la sesión de ayer en la Cámara de Diputados Foto: Francisco Olvera

Felipe Calderón está creando un Frankenstein operativo. Primero instaló en Bucareli a un litigante especializado en defender a ricos y poderosos y ahora ha mandado traer del Vaticano a uno de los líderes nacionales de El Yunque para que lo auxilie en tareas delicadas, según eso en la secretaría particular. Si con Gómez Mont instauró el conflicto de intereses y el tráfico de influencias como criterio rector de la gobernación nacional, con Bravo Mena estaría devolviendo el control político de la presidencia formal del país a una ultraderechista facción secreta (ya antes Ramón Muñoz, llamado Julio Vértiz en las sesiones oscuras, dominó Los Pinos durante el foxismo). De confirmarse lo que anoche en todos los corrillos se daba como un hecho, es decir, la designación del embajador católico en sustitución del amigo César Nava, se estaría en presencia de una temprana y contundente soledad política de quien habría repartido ya tantos espacios de poder a representantes de grupos vigorosos que se estaría quedando con la pura lealtad de su banda tricolor y sus uniformes militares. Caído el héroe Mouriño, Calderón tiene a Diego Fernández de Cevallos y Carlos Salinas de Gortari instalados en Gobernación, a Vicente Fox y Ramón Muñoz en la secretaría particular (a menos que no sea este el destino de Bravo Mena), a Salinas y poderosos grupos trasnacionales en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (donde despacha Luis Téllez Carlyle), y a chantajistas y peligrosos grupos de espionaje y extorsión instalados en la secretaría federal de seguridad pública (donde Genaro García Luna recibe impropias exoneraciones públicas de su jefe Calderón mientras sus cercanos, entre ellos su ex secretario particular, declaran ante la parte bélica adversa al reverendo Moon, es decir, ante la procuraduría Televisa a cargo de Eddy Medina Mora).

Pero no sólo es logística la claudicación felipista. Durante largos años, Calderón se preció de ser un doctrinario, es decir, un conocedor y practicante de los principios reales del PAN, aquellos que habrían sido pervertidos por las oleadas de oportunismo, ignorancia y fanatismo provenientes de los Bárbaros del Norte, que impusieron su pragmatismo empresarial, y de las agrupaciones de ultraderecha como El Yunque y sus organismos de fachada como, entre otros, Desarrollo Humano Integral (DHIAC), la Unión Nacional de Padres de Familia y la Asociación Nacional Cívica Femenina (Ancifem). Calderón, su tutor Carlos Castillo Peraza (del que terminó profundamente distanciado) y ocupantes del retablo actual del poder, como Germán Martínez, presumían posturas ideológicas totalmente opuestas a las maniobras clandestinas e intolerantes de El Yunque. Sin embargo, así como Calderón hubo de rendirse ante la fuerza real de factores que debían resultarle antitéticos, como la súbita aliada Elba Esther Gordillo o los corruptos líderes petroleros que siguen poderosos e intocados, ahora ha arriado banderas ante el yunquismo que en esta coyuntura significa foxismo, sahagunismo y espinismo, no porque la frívola y patrimonialista pareja presidencial del sexenio pasado pertenezca al grupo clandestino, sino porque hubo y hay un amasiato de interés (con El Yunque, no entre el par de tardíos tórtolos) que permite a ambas partes presionar al débil Felipe, a quien no acompañaron en su duelo personal por la muerte de Mouriño ni el jefe mínimo de la reacción, Brutarco Elías Fox, ni su esposa que había anunciado que Vicente estaría ese domingo de homenaje en la sede nacional del PAN, ni Manuel Espino pero sí el diplomático Luis Felipe. No porque sus destinatarios sean pocos ha de desestimarse otra forma de claudicación felipista, la cometida con el grupo íntimo al que en el Campo Marte y en las oficinas centrales del PAN colmó de elogios directos e indirectos (éstos, derivados de los que prodigó a Mouriño) y a los que fríamente ha ido despojando de opciones de ascenso que suponían escalafonarias en el caso de Gobernación o haciendo a un lado como el caso de Nava al que los rumores palaciegos enfilan hacia la difusa secretaría técnica de aterrizaje de reformas constitucionales en materia de seguridad pública y justicia penal, que ocupaba el difunto José Luis Santiago Vasconcelos, o una candidatura segura a diputado federal desde la que pelearía por la coordinación de sus compañeros.

El retorno de El Yunque a la intimidad del poder formal no es un asunto que concierna sólo a los grupos de derecha y sus acomodos o pleitos internos. Cuando otro destacado yunquista, Carlos Abascal, asumió la Secretaría de Gobernación (en el nombre de Dios), se desató una espiral de violencia política que pasó por San Salvador Atenco y Oaxaca y llegó incluso a los extremos de manipulación criminal en Pasta de Conchos, este episodio a cargo de otro miembro del grupo clandestino, Francisco Xavier Salazar Sáenz. El arribo de Bravo Mena a una posición clave de la recomposición forzada del felipismo alienta, por lo demás, las versiones extendidas que adjudican la reciente caída del Learjet oficial no al poder desbordado del narco sino a la gélida capacidad conspirativa de la ultraderecha, concretamente del ahora políticamente beneficiado Yunque.

Astillas

En Oaxaca, a dos años de la gran agresión, hay un proceso de reorganización social que tiene como referente que en la sección 22 del magisterio se eligió una directiva solidaria con la lucha de años anteriores y ajena a las maniobras de cooptación de Ulises Ruiz. Uno de los personajes más conocidos, Flavio Sosa, está a su vez en el proceso de construcción de una nueva fuerza estatal que se sume a la APPO y, en un congreso de esta asamblea, programado para enero, trate de impulsar una reactivación que aprenda de errores pasados, sobre todo del voluntarismo y el extremismo, y trace un programa de trabajo menos llamativo pero más efectivo. En el horizonte está, desde luego, el proceso electoral de sustitución de Ulises Ruiz, quien propone como relevo a su acompañante en tareas de represión Jorge Franco, actual presidente del PRI. Los opositores tienen como carta sabida al diodorista y convergente Gabino Cué... ¡Hasta mañana!

 
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