Usted está aquí: martes 2 de diciembre de 2008 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Calderón condiciona el voto

■ En 2009: diferir, pero poquito

■ Amagos propagandísticos

Ampliar la imagen ¿Adiós al FAP?. Trabajadores del PRD quitan las mantas del Frente Amplio Progresista de las ventanas de las oficinas que serán usadas por la nueva presidencia partidista ¿Adiós al FAP?. Trabajadores del PRD quitan las mantas del Frente Amplio Progresista de las ventanas de las oficinas que serán usadas por la nueva presidencia partidista Foto: Marco Peláez

Felipe Calderón ha dado el banderazo de arranque a una campaña propagandística que busca marginar electoralmente la divergencia firme respecto a su gobierno y “premiar” los comportamientos alineados de quienes han llegado a acuerdos políticos de elite. Si Narciso Fox proponía en 2006 cambiar de jinete, pero no de caballo, Felipe Calderón pretende que en 2009 “las divergencias y los contrastes” propios de los comicios cedan paso a “coincidencias medulares” unilateralmente definidas.

El primer asomo del largo espot electoral en curso se produjo durante el desayuno dominical que celebró el segundo aniversario de la toma felipista del poder. Como si estuviese hablando de las contribuciones del priísmo, sobre todo el beltrónico, del perredismo chucho y del charrismo gordillista, el lic. Calderón encomió los “cambios” políticos y legislativos sucedidos en los dos años recientes, generados por “la voluntad política, generosa y patriótica de quienes, por encima de sus legítimos intereses sectoriales, sindicales o partidarios, han sido capaces de anteponer el supremo interés de la Nación”. El año próximo, en las urnas, decretó el panista michoacano, deberán evitarse las divisiones, las fracturas insuperables y las discrepancias que lastimen “el bien de México y de los mexicanos”, privilegiando en todo caso el “contraste de ideas y propuestas en cuya dialéctica” el ciudadano se oriente para “definir y decidir el camino del bien común nacional” y el “debate responsable y de altura, como el que ha tenido el Congreso de la Unión en la mayoría de sus integrantes”.

La impropia pretensión felipense de establecer criterios y acotaciones a la libre expresión electoral del año entrante fue confirmada en una serie de entrevistas concedidas ayer a medios electrónicos de comunicación. En radio, a Joaquín López Dóriga le dijo, por ejemplo: “...bueno, yo entiendo, las elecciones son para contrastar”, para diferenciar, pero “mi llamado a los actores políticos es a que el contraste no sea tal que ofusque o diluya la coincidencia medular que tenemos todos, que es el bien de México y de los mexicanos; que por encima de las diferencias haya la madurez y la sensatez de anteponer intereses que son de Estado” (a López Dóriga también le dijo que a su experiencia como diputado federal –“el conocer el terreno”– se debió la idea logística de entrar por una puerta trasera al espacio de la mesa directiva de San Lázaro, donde a trompicones y entre militares rindió protesta). Con Adela Micha, Calderón insistió en el libreto: “... la democracia no es uniformidad, pero tampoco puede ser fracturas o divisiones insuperables (...) De manera que será un año competido, intenso, políticamente hablando, pero eso no debe vulnerar la unidad ni la coin- cidencia medular entre los mexicanos”. A Leonardo Curzio le planteó que ese ánimo “que prevaleció en el Congreso en la mayoría de los legisladores, desgraciadamente no en todos, es el ánimo que se debe trasladar a las campañas electorales, para que sí haya debate, haya polémica, haya controversia, haya contraste, pero que las coincidencias medulares pue- dan ser sacadas adelante por un empeño mayor, movido por el interés nacional”.

Temprano ha comenzado Calderón a tensar el escenario político. No le corresponde de ninguna manera utilizar las tribunas de su habilitado encargo para imponer condiciones al ejercicio político y electoral del año entrante, mucho menos desplegar campañas propagandísticas, con cargo al erario, que pretendan inducir o inhibir el libre ejercicio del voto. Es evidente que el destinatario de sus argucias discursivas es el movimiento social que, encabezado por López Obrador, buscará canales partidistas para expresar la viva oposición a la manera en que Calderón ha ejercido el poder del que se hizo formalmente dos años atrás. A la crisis económica y al baño nacional de sangre derivado de la “guerra” contra el narcotráfico, Calderón pareciera decidido a sumar una conducta explícitamente facciosa, que al costo que sea pretenderá cerrar las puertas electorales a quienes en uso de sus derechos pretendan oponerse activamente a lo que consideran un gobierno no sólo ilegítimo de origen, sino catastrófico en sus resultados prácticos.

Astillas:

Un lector mandó un papel políticamente pautado que así suena: “Luego de leer el Astillero del lunes, con el trato abiertamente musical que en una de las partes se hace, al hablar del solo de trombón y de la intransigencia del director espurio ante el tiempo y el ritmo, te comento que en el lenguaje de la música existe un signo que se llama fermata, lunga o calderón, y este último es el más utilizado en estos tiempos dentro de la notación musical. El calderón sirve para suspender el tiempo de forma indefinida, es decir, el curso de la obra continúa hasta que se le antoja al director inclinar la mano. Así pues, estamos ante un gobierno que se tiró a nadar de muertito desde el inicio, ya que carece del apoyo del pueblo, así que el mencionado director espurio es un calderón en toda la extensión de la palabra, que mantendrá al país suspendido en el tiempo hasta que se le ocurra bajar la mano o de plano bajarse de este barco tan destartalado llamado México”... Y ya que de calderonismos se habla, y en referencia al “haiga sido como haiga sido” con que Felipe quiso pasar la hoja electoral de 2006, ha de decirse que “haiga” es la voz que en ciertas regiones y estratos se usaba en lugar del actualmente generalizado “haya”. Se le considera una expresión que denota ignorancia del uso del lenguaje y suele asumirse que se mantiene viva en zonas de poca ilustración, sobre todo campesinas. En todo caso, en el diccionario de la Real Academia Española se asienta que haiga es una palabra coloquial a la que se da poco uso, normalmente en sentido irónico, para referirse a un “automóvil muy grande y ostentoso”. El siglo pasado hubo en España nuevos ricos que llegaban a las agencias de ventas de automóviles para comprar no alguna unidad en específico sino “el más grande que haiga”, y de allí se extendió la denominación de “haiga” a esos armatostes de vanidad... ¡Hasta mañana!

 
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