Usted está aquí: jueves 4 de diciembre de 2008 Opinión Antonio Rodríguez: más de una vida a repensar

Rebeca Monroy Nasr*

Antonio Rodríguez: más de una vida a repensar

Una de las últimas oleadas de la migración española trajo a México a uno de los más destacados periodistas, críticos de arte, historiadores y humanistas que han realizado importantes aportaciones a nuestra cultura nacional: Antonio Rodríguez (1908-1993).

El puerto de Veracruz fue la puerta que se abrió para el arribo de él y de otros 99 refugiados españoles, que llegaron el 19 de abril de 1939 a bordo del St. Nazaire Flandre. Al desembarcar mostró su pasaporte: soltero, de 30 años, tez morena, nariz afilada, de traje gris y camisa blanca, medía 1.68 y pesaba 65 kilos. Declaró tener un capital de 95 dólares en el bolsillo, dinero que algunos compañeros de lucha le habían entregado antes de salir de tierras galas. Además dijo conocer el oficio de mecánico y ser periodista en su natal Portugal. También aseveró tener conocimientos del francés, portugués, español y ruso.

Las manos de Antonio Rodríguez acostumbradas al trabajo manual, encontraron lugar en la nueva fábrica automotriz Vulcano, creada por el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles. Su empeño no cejó ahí, venía decidido a emprender una nueva vida, un nuevo destino, y por ello, para el segundo día de su estancia en el país, logró publicar su primer artículo para el diario El Popular. Cuando vio figurar su nombre en negritas, se materializó el cambio drástico de ese hombre que cargaba con un inconfesable pasado reciente. Esas primeras letras lo llevaron por el camino de una fuerte productividad en el suelo de México, donde hizo una larga y fructífera carrera con la publicación de más de una treintena de libros; además de escribir entre 10 a 15 mil artículos con temas que abarcan desde el periodismo cultural a la crítica de arte.

Escritor documental de textos como la Nube estéril. Drama del Mezquital, que destaca por la denuncia profunda de la miseria que se vivía y se vive en el país. Colaborador incansable de los principales periódicos nacionales y de revistas como Hoy, Mañana, Siempre!, Impacto, por mencionar algunas. Fue gestor y director de la difusión cultural en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y funcionario del Museo Tecnológico. Además de ser multipremiado por sus aportaciones al mundo de la cultura en 1947, en 1959 y 1990.

Si bien el pasado 29 de octubre celebró el IPN el centenario de su natalicio, también recordamos que Rodríguez hizo énfasis en recordar que nació el día en que llegó a Veracruz. Escribió para Siempre! en abril de 1964: “Todos los que me conocen saben que tengo más de 25 años de edad. Más aún del doble. Pero yo sé, y nadie puede rectificarme, que nací el 19 de abril de 1939, en el puerto de Veracruz”. Para él estas palabras no eran metafóricas ni emblemáticas: el desembarco había sido un parto obligado hacia una nueva vida y, ahora se sabe, a un nuevo nombre.

En su natal país también celebraban al hombre que dejó un pasado europeo de largo aliento y dolorosa historia, aquel que usaba como sobrenombre el que retomó de la novela La madre, de Máximo Gorki: Pavel. Ese joven empezó a militar desde los 15 años, con el Partido Comunista Portugués, pero a la edad de 23 años, en 1931, pasó a una vida clandestina. Su nombre de pila era homónimo del de su padre, Francisco de Paula Oliveira, de origen campesino y un gran luchador contra la monarquía portuguesa, en la Revolución de 1910. Su madre María Adelaida sufrió en parte las consecuencias de su actividad, pues fue aprehendida, como él decía, “por el simple hecho de ser su madre”.

La trayectoria de Francisco de Paula Oliveira es digna de una novela negra. De familia humilde y sencilla, se inició como obrero en el arsenal de Marina, en su natal Lisboa, su afición a la lectura le valió el seudónimo de Viajes a la luna, por sus compañeros. Tiempo después en su lucha contra la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, fue Pavel quien se convirtió en el secretario general de las Juventudes del Partido, aprehendido en 1932, escapó de la cárcel. En marzo de 1933 de nuevo fue capturado, mientras visitaba a su madre y llevado a la cárcel de Aljube, como padecía tuberculosis fue trasladado a la enfermería, lo cual le permite escapar en septiembre de ese año. Emigró a la URSS y permaneció ahí entre 1936 y 1937, donde es factible que conociera a la fotógrafa y militante Tina Modotti, quien en esos años colaboraba con el Socorro Rojo Internacional.

Regresó a Portugal clandestinamente en 1937 para ocuparse del puesto de secretario general interino. Este hecho le significó pisar de nuevo la cárcel de Aljube en enero del 38, mas dado su estado delicado de salud y la antigua tuberculosis que lo aquejaba, fue llevado a la enfermería de Limoeiro y después al Hospital de Ayuda. Ahí Pavel, confió en un enfermero para hacer su tercera y última escapatoria triunfal.

Con grandes dificultades lograron los miembros del Partido Comunista Portugués llevarlo hasta París, en un barco que tocó tierra en Casablanca, después Marsella, de ahí se trasladó a la Ciudad Luz. Las condiciones de la huida y la ayuda que recibió fueron cuestionadas por la Internacional Comunista y la Comintern lo puso bajo una mirada sospechosa, con ello degradó todo su trabajo anterior. En ese momento lo mejor era salir. Se hizo de un nuevo pasaporte, usó el nombre de un combatiente español abatido por las fuerzas franquistas: Antonio Rodríguez Díaz Fonseca revivía, mientras Pavel se quedaba en tierra de nadie.

Ahora, los historiadores portugueses empiezan a valorar la importancia de llamarse Francisco de Paula Oliveira, el autodidacta, el hijo de campesinos, el obrero del arsenal, el inconfesable militante llegó a ser uno de los personajes más importantes del siglo XX mexicano. Conocerlo es una tarea ardua, pues además usó diversos seudónimos en el país: Germinal, Armando Reyes, Juan Almagre, Francisco Colorado, entre otros. Es un hombre de muchas facetas, integrado en la médula mexicana con esas pieles de Xipe Totec, se reconstruyó de su muerte política, para dejar un gran legado en letras e imágenes. De ambos personajes, aún falta mucho por conocer, estudiar y reivindicar.

* Dirección de Estudios Históricos del INAH

 
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