jornada
letraese

Número 149
Jueves 3 de diciembre
de 2008



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


Bareback:
Sexo entre hombres a contracorriente


Encuentros sexuales anónimos, fantasías hipersexuales y oscuridades que dan sentidos falsos de protección. La práctica del “sexo a pelo” ignora al sida y exacerba el placer de lo prohibido.

Óscar Salvador

portada 149 letra ese

Decenas de miradas no se pierden el andar de Alejandro por los andadores de la Alameda Central. Se siente deseado y está deseoso, como hace patente al rozar su entrepierna con la mano derecha. Pero nada se concreta, por lo que encamina sus pasos a una sex shop en la zona rosa. En el local, que cuenta con cabinas que transmiten pornografía gay, Alejandro comienza su búsqueda, muy pronto exitosa: un chico le abre la puerta de su cabina.

Sexo y nada más. Sin preámbulos, sin presentaciones. Sin protección. Contacto genital en la que se expresa la única intención posible, la búsqueda de un cuerpo para compartir el placer del propio. No hay identidad, el individuo no existe. La homosexualidad como fantasía hipersexual.

El sexo realizado deliberadamente sin protección (práctica conocida como “montar a pelo” o bareback, su equivalente en inglés) va en ascenso. 48 por ciento de los usuarios de un sitio de Internet estadunidense se declararon a favor del bareback, mientras que en México una encuesta realizada por la Agencia de Noticias sobre Diversidad Sexual y el Centro de Investigaciones Sociales Interdisciplinarias muestra que 62 por ciento de los gays encuestados saben de la práctica y que 50 por ciento tiene algún amigo o conocido que lo practica.

Si bien el sexo sin protección siempre ha existido, la existencia del VIH/sida y el consenso sobre la mejor manera de evitarlo da al tema otros matices. ¿Por qué aún hay hombres que no se protegen? ¿Cuál es el atractivo del riesgo?

El cuerpo es la identidad
Cuatro paredes encierran cuerpos anónimos. Varones que dejaron afuera sus nombres. La tenue iluminación impide mirar los rostros, pero favorece el tacto furtivo. Las manos recorren nalgas y penes erectos. Es raro tocar otras partes de las anatomías.

Desde que el término homosexual empezó a ser usado, en 1869, siempre se ha definido al cuerpo homosexual como “hambriento de sexo”. Así, el mercado gay del sexo ha creado mecanismos para ofrecer lugares de encuentro, como los cuartos oscuros, valorando sólo la convivencia sexual, a veces clandestina, entre hombres. Otro tipo de contacto, donde prevalezca la persona, es menospreciado o dejado en último término.
En el cuarto oscuro el anonimato parece comprobar que el sexo entre hombres no debe ser visto, incluso por quienes lo practican. De igual forma no hay visión del riesgo. Hay exceso de confianza frente a lo invisible. Las infecciones de transmisión sexual no son fácilmente perceptibles. La oscuridad crea fantasías, y una de ellas es que, aun sin condón, el riesgo de contagio es mínimo.

Las campañas de salud sexual instan a la protección durante el acto sexual, sobre todo entre varones, por el mayor porcentaje de casos de VIH que representan las prácticas homosexuales. Para hacer llegar el mensaje, las instituciones comienzan a hablar cada vez más de la homosexualidad. Los gays son más visibles hoy por esta causa, pero hay hombres que siguen cogiendo a pelo.

Se reconoce el ejercicio libre de la sexualidad, pero se ordena la protección para conservar la salud. De repente, el homosexual es tratado como persona. Los siglos en que fue sólo cuerpo pretenden borrarse de tajo. Pero la realidad es que el sexo clandestino entre hombres sigue prevaleciendo. La idea de un cuerpo homosexual insaciable no puede desaparecer de la noche a la mañana, sobre todo cuando la sociedad heterosexista y el mercado gay la promueven tan abiertamente.

La homosexualidad sigue siendo vista socialmente, y en muchos casos asumida por muchos gays, como una subversión. Para quienes piensan así, el condón representa un control sobre el cuerpo más que una solución a la propagación del VIH/sida. En ese sentido, el sexo bareback es una forma de ir en contra del canon heterosexual, buscando recovecos, espacios libres del control que van desde los lugares de encuentro hasta el Internet.

De las fantasías virtuales a la realidad del sexo a pelo
El Internet favorece el contacto con desconocidos. Chats, foros, blogs, correos electrónicos y mensajes instantáneos son las herramientas para expresar la persistente búsqueda de sexo. Escribir lo que el internauta desea no es suficiente. Mostrar el cuerpo es el performance fundamental que determinará el éxito o el fracaso en esta cacería sexual virtual. Usar el chat para conseguir sexo representa una extensión virtual del cuerpo físico, una manera de transgredir las formas comunes de conocer gente creando códigos que facilitan la búsqueda: la genitalidad, la potencia y la capacidad sexuales son descritas a través de frases hechas e imágenes —si exhibes tu pene, quieres penetrar, si muestras las nalgas, eres receptivo.

Una vez que se ha hecho el contacto virtual lo demás es trámite, ya eres parte de una red rica en encuentros sexuales.

Sylvain realizará una orgía en su departamento. Él y su pareja sentimental organizan regularmente estas fiestas para tener sexo sin condón. Cuando llegan sus invitados, Sylvain les ofrece jugo de manzana y un toque de ácido G, sustancia que relaja el cuerpo y desinhibe, haciendo “más intenso” el apetito sexual. Hay siete hombres en el departamento. Todos desnudos, ansiosos. Algunos se tocan el pene en espera del intercambio sexual. Otros observan películas porno, con sexo bareback. Dos parejas tienen sexo. No hay condones, pero hay poppers para aumentar el placer.

Hipercorporalidad al máximo, sensaciones corporales magnificadas en forma artificial con el uso de drogas. El deseo rige el momento, la experiencia. La carne es el vehículo para alcanzar el placer. No importan los riesgos. Coger a pelo se ha estructurado, después del arribo del sida, como una forma de transgredir el “control” que, dicen quienes lo practican, buscan ejercer sobre el cuerpo homosexual los sistemas de salud, y la “ideología heterosexista”.

El intercambio de fluidos es uno de los principales fetiches. Como en las películas porno, se ritualiza el momento de la eyaculación. Lo excitante del bareback es transgredir el sexo protegido, “deshumanizar” el coito, quitarle todo carácter moral. Es “contaminarse” sin arrepentirse de ello.

El barebacker decide actuar políticamente a través de su cuerpo. De nada le sirve que se le reconozca como persona si el placer no está incluido, si el “control corporal” limita su desarrollo como individuo. La promoción del uso del condón se ve como una orden y el argumento profiláctico no es suficiente si el placer es olvidado por las campañas de prevención.

Pese al riesgo latente de reinfectarse y complicar su vida con VIH, Alfonso, un hombre seropositivo de 37 años que practica bareback regularmente, se siente bien con la forma de vivir su sexualidad: “Después del VIH ya no hay nada, lo único que queda es vivir mientras se pueda y disfrutar el sexo a pelo, pues es más rico y ya no te preocupa infectarte. Yo creo que eso de la reinfección es un mito. Yo sólo tuve un período de crisis y ya no me he vuelto a sentir mal, pues estoy tomando mis medicamentos”.

Comprender a los barebackers implica comprender por qué el placer corporal es más importante que la salud. Es fundamental cuestionar la constante oposición que las campañas de prevención del VIH/sida hacen del cuerpo y la persona homosexual. ¿Por qué el cuerpo sólo es tomado en cuenta como la “víctima” de una ITS? La persona homosexual se moraliza y se le valora siempre y cuando tenga relaciones sexuales protegidas.

S U B I R