Usted está aquí: domingo 7 de diciembre de 2008 Opinión A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

■ Razones y sinrazones a debate

Ampliar la imagen Apenas designado secretario de Comercio del próximo gobierno estadunidense, Bill Richardson viajó a Cuernavaca, Morelos, donde viven su hermana y su mamá Apenas designado secretario de Comercio del próximo gobierno estadunidense, Bill Richardson viajó a Cuernavaca, Morelos, donde viven su hermana y su mamá Foto: Ap

En Tlapa, Guerrero, en la Montaña Alta, murió Othón Salazar. Nacido en la comunidad mixteca de Alcozauca; formado en la rural de Ayotzinapa y en la Escuela Normal de Maestros; dirigente en la Escuela Normal Superior. Fundó en 1957 el Movimiento Revolucionario del Magisterio. Líder y perseguido político, encarcelado y candidato vencedor del PSUM a la alcaldía de Alcozauca: “primer triunfo de la izquierda en el país, luego de la larga hegemonía del PRI”, dice la escueta conclusión de la nota de Sergio Ocampo Arista en La Jornada.

Líder, hombre de firmes convicciones, capaz de decir en su última entrevista que la izquierda mexicana había cometido el error de rechazar, de negar, los logros sociales de la Revolución Mexicana. Y así dar paso a la entronización de la derecha. Podía decirlo un conductor de hombres, ante la confusión del infantilismo democrático que impulsa a los simuladores a llamar “coordinadores” a quienes otrora fueran líderes parlamentarios. Desde la Montaña, Othón Salazar podía reivindicar las ideas y conquistas sociales del nacionalismo revolucionario, porque no era fingida su condición de hombre del pueblo, político de izquierda, dirigente obrero.

Mientras los del sistema plural de partidos celebran sus consejos en pleno proceso electoral para los comicios de 2009, durante la intermitente, interminable marcha del magisterio; debates bizantinos en torno a acuerdos nacionales jamás documentados; abuso de cargos fantasiosos y descalificación electrónica de los que no quieren el debate, obsesionados de la protesta permanente que pondría de rodillas a un gobierno que se cae a pedazos y difunde la presunta defensa de conquistas sindicales, que algún despistado llamó “usos y costumbres”: el derecho a legar la plaza o, en caso de no tener heredero, venderla al mejor postor. El profesor Othón Salazar vivía sus últimos días despojado de su plaza, de sus derechos laborales. Dueño de sí mismo y firme en sus convicciones.

Hace unas semanas, Adolfo Sánchez Rebolledo, José Woldenberg, Rolando Cordera Campos y otros (a quienes ofrezco disculpas por el indocumentado, injustificado olvido) demandaron a las autoridades educativas y al SNTE que se repusiera su plaza a Othón Salazar y se le reconocieran todos los derechos del trabajador que supo ser líder sindical, dirigente del magisterio, preso político y condenado a largo ostracismo, sin temor a reconocer que en el combate al autoritarismo intolerante del gobierno la izquierda repudió las conquistas sociales de la Revolución y así acabó por facilitar la entrega del poder a la derecha que no teme decir su nombre, patronal, clerical, intolerante.

La oligarquía desconfía de sí misma. Por eso añadió Felipe Calderón el nombre de Freud a los de Friedman y Keynes, en sus intentos de explicar el uso de políticas anticíclicas en busca de paliar la recesión que llega de la globalidad. Lo nuestro era preludio de parálisis: crecimiento cero en la economía y desempleo en progresión geométrica. En Estados Unidos, la Oficina de Estadísticas Laborales informó el viernes pasado que los “empleadores” de esa nación “cortaron” 533 mil empleos en noviembre, la reducción más grande en esta generación. Barack Obama ya designó a sus colaboradores del sector económico, financiero, de seguridad interna y relaciones exteriores. Bill Richardson será secretario de Comercio. Apenas designado, el gobernador de Nuevo México viajó a Cuernavaca, donde se entrevistó con el gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame.

Bill Richardson, hijo de madre mexicana, vivió sus primeros años en el Distrito Federal. La Jornada Morelos informó que Adame declaró: “hemos compartido algunos temas sobre el presente y futuro de nuestros países”. Richardson diría: “tengo nexos muy fuertes en Cuernavaca, personales. Aquí viven mi hermana Vesta y mi mamá, que tiene 95 años y a quien voy a ver”. Vesta Richardson dirigió con dedicación y eficacia el Hospital del Niño Morelense durante años. La destituyó el gobierno de Sergio Estrada Cajigal.

La Cámara de Diputados aprobó la Ley General del Sistema de Seguridad Pública. El Senado modificó el proyecto de dictamen de legislación en materia penal. PRI y PRD propusieron eliminar facultades de investigación a las policías y que el Ministerio Público pudiera hacer cateos, arrestos y consignaciones sin orden previa de un juez. Al final los panistas se unieron al rechazo a una corporación policiaca única. Ni guardia civil, ni carabineros a las órdenes del secretario Genaro García Luna. A tiempo, entre voces que advierten el riesgo de crear un Estado policiaco, Javier del Real Magallanes, general de división diplomado de Estado Mayor, asumió el cargo de subsecretario de Estrategias e Inteligencia Policial de la Secretaria de Seguridad Pública.

Frente al drama cotidiano y personal, actos de terrorismo que impactan al mundo entero, como el de Bombay, son ignorados o remitidos a espacios secundarios. En lo interno, los partes de guerra presidenciales incluyen al secuestro cuando estalla la indignación en las alturas.

Víctimas de la impunidad, de la corrupción, ya que 99 de cada 100 delitos denunciados jamás llegan ante un juez; y en la cárcel quien tiene dinero goza de privilegios, dispone de lujos, o drogas, o celulares y otros medios para delinquir desde prisión. Lo sabe todo mundo. Frente al descaro cómplice y la dura realidad, ¿cómo extrañarse de que 75 por ciento de los mexicanos se declare partidario de la pena de muerte? Aunque acierta Cuauhtémoc Cárdenas en su “¡No!, ¡no! definitivo y para siempre a la pena de muerte”. Aunque el verdugo de Joseph Le Maestre sea sostén último del Estado en la visión retrógrada de la ultraderecha y la desviación de la ultraizquierda totalitarias.

Humberto Moreira habló fuerte y dijo que en Coahuila no se discute la pena de muerte, sino cómo matar a quienes secuestran y asesinan o mutilan a sus víctimas; el Legislativo local aprobó enviar al Congreso de la Unión la iniciativa de revisar los artículos constitucionales que establecen la prohibición de la pena de muerte. Gustavo Madero, coordinador de los senadores del PAN, perdió la brújula y declaró al gobernador de Coahuila sujeto de juicio político. Carlos Navarrete manifestó la negativa del PRD, por razones éticas y morales, dijo. Manlio Fabio Beltrones, del PRI, puso los puntos sobre las íes: es necesario que los legisladores discutan el tema, que se debata y resuelva en consecuencia.

Valdría la pena. Así sea previsible el rechazo de la iniciativa del Congreso de Coahuila. Pero seguramente saldrían a la luz cuestiones olímpicamente ignoradas por los cronistas de la guerra y el recuento de muertos. En Sinaloa, cuna de la industria gomera, tierra del culto a Valverde, no cesan las muertes, las balaceras, los ajustes de cuenta del narco y las complicidades producto del inconcebible flujo de dólares. Pero los secuestros son pocos en Sinaloa.

Juan S. Millán organizó un cuerpo especializado, capacitado por asesores del Cercano Oriente; Jesús Aguilar Padilla mantuvo y mejoró las tareas contra el secuestro. Y tenemos el aparente contrasentido de que en pleno imperio gomero, en guerra contra el crimen y entre los criminales, se pueda responder a la mayoría cuya desesperación la lleva a pedir pena de muerte para los secuestradores.

 
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