Usted está aquí: domingo 7 de diciembre de 2008 Opinión Números infames

Rolando Cordera Campos

Números infames

La mata sigue dando: según Reforma, la oferta de empleo en las bolsas de trabajo para octubre-diciembre se cayó 32 por ciento respecto del mismo periodo de 2007; 27 por ciento menos en noviembre respecto de noviembre anterior, y para diciembre, 52 por ciento menos (Reforma, 04/12/08, Negocios, 3). Y el que se ofrece es precario y mal pagado, “pero es el único nuevo empleo”. Los empresarios ya advirtieron que en 2009 no se crearán más de 200 mil empleos formales, mientras se adelantan apuntes lúgubres: nadie apuesta a que la economía vaya a crecer más de uno por ciento y muchos hablan de cero, cuando no de descenso.

Los que más aprovecharon el auge del libre comercio en el norte de México viven un triste acercamiento al sur desvencijado por la apertura y la omisión: los despidos en las automotrices se vuelven rutina y los conatos de cierre rondan el subcontinente maquilador donde se alojan los emigrados del otro México: Veracruz, Oaxaca, Chiapas, que ahora redefinen acento y faz norteña mientras inundan un hábitat urbano ofensivo y hostil a cualquier idea de dignidad, cohesión social, protección del débil.

Los testimonios de la vida en Juárez, relatados por Clara Jusidman hace tiempo, no se reducen al feminicidio o la pérdida de territorialidad del Estado ante el embate del crimen organizado; nos remiten a formas de vida sometidas a la peor de las miserias: niños amarrados en sus chozas cerradas porque las madres trabajadoras no tienen con quién dejarlos; mujeres con hijos que encabezan el hogar en solitario; jóvenes obreras a la espera del ataque mortal.

Con el impacto de la crisis sobre la maquila, la estructura social resultante se liará con una coyuntura implacable de pérdida de empleo en el más inclemente mar de inseguridad personal y social que Dickens, o Engels, hayan podido imaginar. Nos veremos en ese espejo de no actuar ya con planes de alivio que pongan en el centro no a la gente en abstracto, sino a esa gente que testifica contra una modernidad de cascarón que no aparece en el escaparate porque no tiene nada qué enseñar. Sólo vergüenza, por lo no hecho, lo no previsto, lo permitido en el festival de irresponsabilidad que se resume en la frontera norte, donde sólo falta Billy the Kid para cerrar el círculo de una historia desdichada.

La mata daba desde antes. En un documentado trabajo del estudioso Enrique Provencio, leemos: “en 2006 sólo el 0.5 por ciento de las familias recibía más de 14 mil pesos mensuales y el 60 por ciento de las familias recibía menos de 4 mil 500 pesos… El ingreso laboral promedio es casi igual al de 1992… el salario real prácticamente no ha cambiado en 14 años”.

A pesar de lo gastado, la pobreza está en el corazón de nuestras tinieblas. Lo que debía quedar claro es que en una economía del tamaño de la nuestra, con petróleo y minería, campos de cultivo y capacidad de producir bienes básicos, las cuotas de pobreza extrema registradas antes de las crisis son injustificables. No hay razón económica o financiera, o catástrofe natural, que lo explique. Con el aumento en los precios de alimentos y otros básicos, junto con el desempleo previsto, lo más probable es que los pobres aumenten en millones, y que quienes no tienen lo suficiente para comprar lo necesario para su dieta mínima lo hagan en mayor proporción.

“Va de nuevo”, dirán los expertos, porque la reducción lograda en estos números infames puede perderse en menos de un año. Pero no serán la economía y sus veleidades las culpables. No hay ley de hierro de salarios, finanzas sanas o crisis avasalladoras, que imponga un mandato cruel como el descrito.

La pobreza se urbaniza y la ciudad se puebla de jóvenes sin oficio ni beneficio. Y sin posibilidades ciertas de emprender la aventura del norte. Con este memorial desgraciado, sería la hora de convocar a unir fuerzas y voluntades y conmover a los que pueden y mandan a dar un giro y empezar por reconocer la realidad sin la arrogancia, la amnesia y la miopía que han orientado al Estado desde hace lustros.

Pero en medio, como dique mental y moral que contiene los sentimientos nacionales está, necia y contumaz, una desigualdad enseñoreada de gustos, sensibilidades, razonamientos dizque prudentes, pero pueriles a cual más. No sólo está la distancia que marea entre los más ricos y los que les siguen, y entre ellos y el resto de la pirámide cuya base se asfixia en la impotencia. Está también la prepotencia de sus validos que no ven ni oyen más allá de lo que suponen es la voz del amo: desde Madrid o Hong Kong o Londres, donde se ubica este nuevo aunque endeble coloniaje con el que el último gobierno del PRI quiso coronar su peculiar racionalidad modernizadora.

Dice un representante de BBVA en tierra de indios: la acción contra la Cómer es parte de un “procedimiento habitual”. Y su inefable presidente para México advierte: “Evitemos las tentaciones de controlar variables (como la tasa de interés) que deben responder al libre comportamiento del mercado” (Nota sin desperdicio de Roberto González Amador, La Jornada, 04/12/08, p. 24). Amén…

 
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