Usted está aquí: domingo 7 de diciembre de 2008 Opinión India: preguntas pendientes

Guillermo Almeyra

India: preguntas pendientes

Según los servicios de seguridad de India –que, por supuesto, tienen sus propios intereses– la acción terrorista en Bombay en hoteles de lujo y en un centro judío tiene un actor claramente definido. En efecto, según declaraciones del único atacante sobreviviente, dice la policía india, el grupo de 10 combatientes pertenecía a un movimiento islamista nacionalista de Cachemira –el Lashkar-e-Taiba (LET)– cuyos militantes fueron entrenados durante un año en una base en Pakistán, primero, y en otra, clandestina, en Cachemira, después, por un especialista militar paquistaní en guerrilla y contraguerrilla.

Eran 45 hombres seleccionados, de los cuales fueron elegidos 10 (según el sobreviviente mencionado, o 15, según la policía india que encontró igual número de camastros y de mantas en el barco pesquero que usaron para llegar a Bombay). El entrenamiento físico y militar fue muy riguroso y propio de los mejores cuerpos de elite del mundo. En cuanto al armamento individual, era impresionante: 10 granadas de mano, explosivos, bombas de humo, ametralladoras portátiles con 60 cargadores, o sea un peso para atletas bien entrenados. Ya que sabían que la misión sería suicida, los mujahidines llevaban en cambio sólo frutas secas suficientes para combatir varios días sin reaprovisionamiento.

La tarea de información previa, por su parte, no había dejado nada al azar; conocían los hoteles que atacaron al dedillo, por haber residido en ellos y, además, según la policía, en el Taj Mahal se retiraron a otro piso del mismo por una puerta secreta que la policía desconocía. En resumen, el ataque exigió un año de preparación de mucha gente, con todo un gran aparato logístico y un sistema clandestino o semiclandestino de aprovisionamiento en alimentos, agua y parque (para el entrenamiento y para el ataque), y con un sistema de inteligencia vasto y eficaz. La misma idea de que los atacantes tomasen por asalto un pesquero indio y lo llevasen a Bombay después de matar a su tripulación, para convertirlo en su base en la ciudad, indica largas discusiones de evaluación sobre cuáles eran las mejores vías para la penetración en el centro financiero de India. Todo eso desborda la capacidad de un pequeño movimiento extremista musulmán, al que el gobierno paquistaní había puesto fuera de la ley ya tiempo atrás y, por lo tanto, conocía desde hace rato.

Todo eso nos lleva a algunas preguntas que hasta ahora no han recibido respuesta. En efecto, si los servicios de inteligencia indios ya habían anunciado, seis meses antes, la posibilidad de un ataque por mar contra la zona de los grandes hoteles porque, evidentemente, tenían una buena información de primera mano, ¿por qué no se hizo nada y cómo la CIA, que trabaja en India para remplazar la influencia militar soviética, no tenía conocimiento de un ataque que, para colmo, iba a “inaugurar” al nuevo presidente estadunidense?

Además, si el atentado fue organizado y preparado en Pakistán, con la asistencia de especialistas militares paquistaníes, que evidentemente han pasado por las unidades de elite anglosajonas, ¿cómo la inteligencia militar paquistaní, tan ligada a los que practican terrorismo en Cachemira, no tuvo información alguna? ¿Y cómo ignoraron todo, la CIA, el Pentágono y el Departamente de Estado, que están mezclados con los 007 paquistaníes desde la lucha contra la Unión Soviética en Afganistán, en la que talibanes, gringos y militares paquistaníes (y también el mismo Bin Laden) combatieron juntos y establecieron viejos lazos de amistad personal y de cooperación?

Otra pregunta: Gates, el actual responsable de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, hombre que dirigió la CIA, seguirá en su cargo en el gabinete de Barack Obama. También lo hará el responsable de Defensa (Pentágono) y, en el Departamento de Estado, la rubia Hillary Clinton tiene las mismas ideas que la morena Condoleezza Rice. ¿Los atentados en India que ponen a dos potencias nucleares al borde de una guerra atómica que podría arrastrar a otras dos (Rusia y China) no merecen ni siquiera una investigación sobre ese continuismo, especialmente si se tiene en cuenta que este caso tan oportuno amenaza a una de las “potencias emergentes” –India– y a China, cuyo papel probablemente crecerá mucho con la crisis mundial que debilita a Estados Unidos? ¿Esto no tendrá relación con el informe del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos que dice que, de aquí al 2015, la hegemonía indiscutida de ese país será sólo un recuerdo y Washington deberá compartirla con Pekín y Moscú, entre otros candidatos?

Si una guerra nuclear indo-paquistaní, con armas tácticas, de terreno, incluso no total, a este nivel del conflicto probablemente será evitada mientras eso sea posible ¿los aprendices de brujo del complejo militar industrial gringo, que con Obama siguen en su puesto y mantienen su poder de decisión, no querrán aliviar la crisis de su país con una buena guerra con armas convencionales en el sudeste asiático, que obligue a sus competidores a armarse hasta los dientes y a frenar su competencia económica? ¿Estamos ante una nueva presentación en escena del dúo macabro crisis económica-guerra que, además, presenta la ventaja para el gran capital estadunidense de reavivar el patrioterismo y el odio fundamentalista al islam, que se ha metido, ¡vea Ud., señora!, hasta en la Casa Blanca, con ese musulmán Barak Hussein Obama del que un patriota piadoso nos acaba de liberar?

 
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