Usted está aquí: lunes 8 de diciembre de 2008 Cultura Para los organizadores, la FIL fue “un éxito rotundo”; los visitantes disienten

La vorágine de los libros

■ Aunque aumentó la cifra de asistentes respecto de 2007, dan bajas calificaciones en sondeos

Para los organizadores, la FIL fue “un éxito rotundo”; los visitantes disienten

■ Italia no aprovechó la vitrina internacional

■ Lo rescatable, el acercamiento con los escritores

Ericka Montaño Garfias (Enviada)

Guadalajara, Jal., 7 de diciembre. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara concluyó este domingo sin sorpresas: mantiene el ritmo de crecimiento de los años recientes, en esta ocasión a consecuencia del aumento en la superficie de exposición del recinto ferial, que el próximo año recibirá a la ciudad de Los Ángeles como invitada.

Así, esta versión del encuentro –la 22– sumó 604 mil 12 visitantes, frente a los 559 mil 271 del año pasado, según cifras preliminares dadas a conocer este domingo, en las que aún faltan los datos del último día.

Aumentó también el número de editoriales, profesionales del libro, agentes literarios, empresas que participaron en el salón de derechos, presentaciones de libros y actividades para profesionales.

Los responsables consideran que este año la FIL fue “un éxito rotundo”, “sobrepasó todas nuestras expectativas”, según el rector de la Universidad de Guadalajara, Marco Antonio Cortés.

Pero la percepción de los visitantes es diferente: en las encuestas que realizó estos días el Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara otorgan calificaciones de cinco y siete a la feria en general; hubo quien se fue a tres, aunque también hubo quien otorgó calificaciones superiores.

Queda también la sensación de que Italia dejó pasar la oportunidad. El gris sustituyó los colores italianos representativos en su pabellón, donde todo el impacto visual fue trasladado al suelo: mucho gris, atravesado por rayas rojas y verdes, de estilo minimalista e… incomprensible.

El éxito de los italianos se midió por la venta de 12 mil ejemplares (2 millones de pesos), y los visitantes a las exposiciones que se encuentran en lugares como Instituto Cultural Cabañas, el Museo de las Artes o el Centro Cultural Casa Vallarta, pero quienes asistieron a la expo esperaban más.

Los imponderables

Los actos en la explanada reunieron muchas personas; sin embargo, siempre fue posible entrar sin aglomeraciones.

Rescatable, el café literario de ese pabellón, donde los interesados pudieron acercarse a los autores y, al final, degustar un delicioso café expreso de marca italiana conocida y cara.

La feria creció, pero ocurrió lo mismo que en años anteriores: los pasillos de la entrada son los más ocupados, imposible caminar sin abrirse paso a codazos o con choques inevitables entre las personas que deambulan en calidad de robots, quienes de manera automática extienden el brazo, toman el libro, ven el precio y lo devuelven a su lugar.

Con macanas en el cinto se pasean estudiantes universitarios convertidos en agentes de seguridad para cumplir con el servicio social, y más que ayudar estorban, porque son los que caminan más despacio y frenan el flujo de los visitantes.

“Mejor deberían ponerlos a recomendar libros”, dijo un padre de familia ya enojado por no poder caminar más de prisa. Se les vio por todos lados, hasta haciendo valla para que Diego Luna pudiera ir al baño con tranquilidad.

Unos pasillos más atrás la situación de movilidad cambia, pero sólo en el espacio que forman las calles; la actividad dentro de los módulos de las editoriales está a reventar, lo que no se repite en el pabellón internacional, donde caminar es menos caótico.

Ahí un estand causó sorpresa: los libros que ahí se encuentran glorifican a Adolfo Hitler y niegan el Holocausto; se encuentran, por ejemplo, los discursos del dictador en dos volúmenes. Durante la semana, autoridades de la FIL lograron impedir la presentación de un título de este módulo, ya que la política de esta feria es no promover actividades que inciten al racismo o la violencia.

“¡Yo ni leo!”

Con todo, es más agradable y menos atropellado recorrer los pasillos del pabellón internacional, en los que pueden encontrarse verdaderas joyas literarias y otras relacionadas con ellas: el estand de los ilustradores, que sí fue un éxito rotundo, del colectivo Leñateros, con sus libros artesanales; a los interesados en el tarot la oferta llenó todo un espacio con cartas de todas las nacionalidades y temas. Aquí también los libros musulmanes obtuvieron buenas ventas.

Los dos últimos días de la FIL podrían considerarse los más honestos en cuanto a la gente que la visita. Entre semana son los estudiantes quienes abarrotan los pasillos, traídos de numerosas escuelas en camiones que saturan las avenidas aledañas. Para algunos la consigna era responder un cuestionario, otros tomarse una fotografía para comprobar la asistencia. Hubo los que prefirieron revender sus boletos a 10 pesos (la mitad del precio) para conseguir dinero e ir al cine. “¡Si yo ni leo, güey!”

 
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