Usted está aquí: miércoles 10 de diciembre de 2008 Opinión Justicia por propia mano

Jorge Carrillo Olea
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Justicia por propia mano

Hechos inadvertidos que pintan un drama. Esto es lo que pasó en el pueblo de Tecámac, estado de México, el día 6 del mes. De madrugada un autobús hace su tránsito hacia México, lo abordan cinco personas. Ya puesto en movimiento otra vez, los que subieron se declaran asaltantes y empiezan a expoliar al chofer y al pasaje. Inadvertidos, al fondo viajan tres militares, quizá soldados, que al darse cuenta de la situación desenfundan sus armas, disparan y logran matar a cuatro de los asaltantes; otro queda herido.

En medio del pánico indescriptible en el interior del autobús, descienden los militares, se pierden en las callejuelas, aparentemente alguno herido, y no se vuelve a saber de ellos. ¿Llegaron a sus cuarteles e informaron a sus superiores; desertaron? Lo más posible es esto último, ante su incertidumbre sobre su responsabilidad y un sentimiento de incomprensión de sus mandos, de desprotección que se torna para ellos en amenaza. Vale meditar su significado profundo.

¿Actuaron bien los militares? ¿estaban autorizados a portar armas? y si no hubieran actuado ante el flagrante delito, en defensa propia y de la sociedad, ¿qué hubiera pasado, qué se les esperaría de presentarse a sus mandos e informar, y si se han dado a la fuga, qué les espera?

Este incidente es un caso de estudio, que a primera vista genera varias consideraciones, de las que naturalmente surge la primera: la terrible inseguridad que priva en cualquier circunstancia, y segunda, su posible resultado a corto plazo: la sociedad ha empezado a actuar en su autodefensa y lo hará con su propia mano en todo lo que crea que es justicia, aumentando así el desastre que vive el estado de derecho.

El caso Tecámac resultó noticiosamente intrascendente, pero merece que se le vea desde la perspectiva de la situación actual y su desarrollo en el futuro. ¿Qué pasa si, como nos ha enseñado la historia, la sociedad acaba por sublevarse ante la miseria, corrupción e impericia y, sobre todo, la inseguridad y la injusticia? En Grecia bastó un error policiaco para crear la sublevación nacional que estamos viendo. ¿Cuáles han sido los precedentes de cualquier eclosión social?

Se pierde el concepto de organización humana de mutua dependencia, de recíprocos solidaridad y respeto que hemos aceptado como fórmula para lograr un futuro mejor y viable, y hemos también de ser conducidos por un gobierno que en su proceso de proponerse hizo suyos los retos de la demanda social. A ello hoy lo sustituye tomar la justicia por propia mano.

Si no hay actos correctivos suficientemente perspicaces y eficaces, quizá más tarde que temprano la erupción social acabará por manifestarse. En lo individual, en lo grupal, como es el caso Tecámac, y ojalá nunca se dé el caso, como un estallido generalizado que empieza a manifestarse como anarquía.

Hoy ya la mitad de territorio no es regida por el gobierno que se supone, ya sea éste el federal, estatal o municipal. Está regida, y con esto debe entenderse gobernada, por el terror, júzguese como miedo extremo; por la corrupción principalmente política, policiaca y judicial, y por el crimen. Esta proporción del territorio se manifiesta, y ojalá se me corrija, en Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, para no ir más allá. Ahí no gobierna la autoridad electa: priva de facto la violencia, el derecho del más fuerte y la ilegalidad.

Estamos en la puerta de la anarquía en muchas capas de la vida política y social. Se reabren las puertas a la antidemocracia, a los espadones y al becerro de oro. Discursos van y discursos vienen y no se ve, ya no se diga una corrección de situación, sino un proyecto de mediano y largo plazos que despierte un vestigio de esperanza.

De no darse, seguiremos en este proceso sordo que, además de los efectos aparatosos y estridentes, está llevando sutilmente al país a una posición de creciente desprestigio e inviabilidad como la nación deseable que ha costado décadas construir. No olvidemos que, sin promoverlo, fuimos llamados “el hermano mayor de América Latina”. ¿Cuál es la condición de respeto que se nos tiene hoy?

Una fuerza que se ha salido de sus cauces multiplica su explosividad. Someterla y rencauzarla demanda de dudas, tiempos, riesgos y recursos exorbitantes que demandan de gran talento y energía para su formulación y conducción, que hoy no se intuyen. En esto radica lo paradigmático de Tecámac.

 
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