Usted está aquí: jueves 11 de diciembre de 2008 Opinión Dignidad y justicia para todas las personas

Alberto Brunori*

Dignidad y justicia para todas las personas

Vista desde su dimensión simbólica la Declaración Universal hizo su aparición en la historia como una respuesta ante la barbarie. En ella resuena el fuerte grito de ¡nunca más!, exclamado por una humanidad exhausta y atónita ante el nivel de destrucción que ella misma era capaz de alcanzar.

La tesis planteada por Michael Ignatieff es que la Declaración Universal se redactó no tanto con base en la confianza en las potencialidades del ser humano, sino, sobre todo, ante el recuerdo del horror. “El Holocausto puso al descubierto cómo se mostraba el mundo cuando la pura tiranía obtuvo permiso para explotar la crueldad humana.”

La defensa que la declaración hace de la dignidad, la libertad, la igualdad y la solidaridad no se hizo en el vacío, ni con la intención de defender unos meros postulados teóricos. La declaración es producto de la historia y, como tal, surge en un contexto y ante problemáticas específicas; busca dar respuesta a las violaciones graves de derechos humanos que se dieron durante la Segunda Guerra Mundial y que aun siguieron proliferando en la época de la posguerra. El genocidio, las ejecuciones extrajudiciales, la persecución política, la pena de muerte, la discriminación racial, la marginación de las mujeres de la vida pública, el apartheid, la dominación colonial, la intolerancia religiosa, la negación de la identidad de los pueblos indígenas, eran tan sólo algunas de las violaciones a los derechos humanos vigentes en el decenio en el que se redactó la declaración. Ella misma en su preámbulo da testimonio de ello al reconocer “que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”.

A 60 años de su aprobación por la Asamblea General de la ONU, la Declaración Universal es mucho más que un instrumento jurídico. No sólo constituye la piedra angular sobre la cual se ha construido el sistema internacional de protección de los derechos humanos, sino que se ha convertido en la bandera de un movimiento de emancipación más amplio que no conoce de fronteras políticas, culturales, sociales o religiosas. La declaración refleja un consenso ético universal sobre las aspiraciones más básicas que compartimos todos los seres humanos del mundo, independientemente de nuestro origen étnico, posición social, sexo, religión, raza, orientación sexual, por sólo mencionar algunas. Constituye la herramienta más poderosa para defender la igual dignidad y valor de todos los seres humanos en un mundo en el que la lógica del mercado coloniza todos los espacios vitales y convierte a las personas en mercancías de las que se puede prescindir cuando han dejado de ser útiles. Los derechos en ella contenidos sirven como el principal recurso que las personas más débiles y marginadas tienen para hacer frente y contener los abusos de los más poderosos.

El aniversario de la declaración es motivo de festejo y júbilo, pues a partir de ella se construye un andamiaje jurídico que pretende hacer realidad sus postulados. La declaración ha permeado en la gran mayoría de las constituciones del mundo y ha sido un referente para los órganos encargados de hacer justicia. Al día de hoy los 192 estados que forman parte de Naciones Unidas se han comprometido a observar y promover los derechos contenidos en ella. Paradójicamente, el contexto actual también nos invita a la reflexión e insta a la acción con el fin de hacer que las aspiraciones de la declaración sean una realidad para todas y cada una de las personas que habitan el planeta.

México ha sido y es parte de esta historia. Como país fundador de Naciones Unidas participó en los trabajos preparatorios y en la aprobación del texto de la declaración. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los años 80 que México inició un proceso de incorporación plena a los sistemas internacional y regional de derechos humanos. Al momento, México es parte de casi la totalidad de los instrumentos internacionales de derechos humanos que tienen a la declaración como fuente principal. Al igual que en 1948, México ha recuperado un liderazgo entre la comunidad internacional. Ese liderazgo tiene que intensificarse en la esfera interna, principalmente en el momento de implementar los compromisos que ha asumido en la esfera internacional. Se trata de un gran reto en tanto los derechos humanos deben desempeñar un papel central en el orden constitucional, el quehacer legislativo y judicial, así como en el diseño e implementación de las políticas públicas.

Un ámbito fundamental para lograr el ejercicio de los derechos contenidos en la declaración en México es el de su promoción. En las últimas dos décadas, una generación de mexicanas y mexicanos lograron –no sin dificultades y, en ocasiones, con sacrificios personales– introducir el tema de derechos humanos en el debate público. La llama que lograron encender precisa del combustible de la generación presente y de aquellas que están por venir. Para tal propósito, se debe tener la habilidad y el compromiso de que las niñas y los niños de México crezcan en un ambiente de respeto a sus derechos, pues sólo de esta manera abrazarán los postulados de la declaración y podrán aquilatar su significado más profundo, para transmitirlo en su momento.

Este año, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos decidió conmemorar el 60 aniversario de la declaración mediante una campaña que se inició en diciembre del año pasado y que ha tenido por lema “dignidad y justicia para todas las personas”. La oficina en México del alto comisionado ha tomada parte activa en las tareas conmemorativas. Haciendo uso de múltiples herramientas de divulgación, como el cine, el debate público y las artes audiovisuales, ha llegado a un público amplio, sumando y fortaleciendo otros esfuerzos de instituciones públicas y privadas.

El lema dignidad y justicia para todas las personas no es casual; atiende a problemáticas y retos concretos que hoy enfrenta el movimiento de los derechos humanos en el mundo. La exigencia de universalidad en el ejercicio de los derechos humanos contenida en lema escogido, busca hacer visible y superar los procesos de exclusión y marginación que enfrentan hasta el día de hoy millones de mujeres, indígenas, migrantes, personas desplazadas, privadas de su libertad, con discapacidad o víctimas de la pobreza. Estas personas exigen el reconocimiento de su igual dignidad y claman por una justicia que les es negada persistentemente en su situación concreta. La Declaración Universal de los Derechos Humanos hace eco de sus reclamos y da voz a las personas que no son escuchadas. Al abrazar la Declaración Universal, cada uno de nosotras y nosotros contribuye a la edificación de un mundo más digno y justo para todas las personas.

* Representante en México de la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.