Usted está aquí: viernes 12 de diciembre de 2008 Mundo Para mejorar las condiciones de trabajo no pedimos caridad, sino alianzas concretas: CIW

■ La organización de jornaleros ganó batallas a McDonald’s, Burger King y Subway

Para mejorar las condiciones de trabajo no pedimos caridad, sino alianzas concretas: CIW

■ “Nuestra pobreza está vinculada con la riqueza de las grandes empresas”, señalan en gira por EU

David Brooks (Corresponsal)

Nueva York, 11 de diciembre. Los jornaleros en Florida “comparten un sueño” para transformar esta sociedad con sus aliados y extienden una invitación a que “todos seamos los autores de esta historia”, una en que desde una esquina desconocida de Florida, los trabajadores (en su mayoría mexicanos) más desprotegidos de este país se enfrentan con algunas de las empresas trasnacionales más poderosas del planeta… y van ganando.

En una gira por ciudades del noreste, incluyendo ésta, el Comité de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en inglés) cuenta su historia de cómo a través de movilizaciones y boicots y la solidaridad de estudiantes, religiosos, sindicatos y hasta senadores federales y figuras políticas famosas, han logrado que las principales cadenas de comida rápida y algunos supermercados firmen acuerdos sin precedente para mejorar los salarios y condiciones de trabajo de los jornaleros que cultivan y cosechan el jitomate en los campos de Florida.

“Soñar no es nada nuevo para nosotros, así venimos (a este país) con un sueño de cambiar las cosas”, dice Gerardo Reyes del CIW, originario de Zacatecas quien llegó a este país en 1999. “Cuando yo era joven, un maestro de secundaria nos decía que no había algo más triste para un maestro que amaba lo que hacía que una mente estancada. El último día de clases, al acabar la secundaria, entre lágrimas nos dijo que sabía que de este grupo de estudiantes la mayoría no podría seguir estudiando por causa de la pobreza, y que en su corazón había mucha tristeza por esta situación. Ahora tengo 31 años y sé que la gran mayoría de esa generación estamos en Estados Unidos con el sueño de que nuestros hijos no se queden en el hoy en que nos tocó vivir”.

En foros y reuniones con aliados y simpatizantes en esta gira, explica que cuando comenzó esta lucha en los noventa, “éramos de un pueblito que pocos conocen, solos contra un gigante (Taco Bell, una de las empresas de comida rápida más grandes del mundo). Tal vez hay un poco de locura en eso o tal vez es que somos grandes soñadores”.

“Se trata de ayudarnos entre todos”

Cuenta que la Campaña por la Comida Justa se lanza en 2001 y “compartimos este sueño” con iglesias, estudiantes, consumidores, sindicatos y otros. Pero subrayó que “no se trata de ayudar a los jornaleros, sino de ayudarnos entre todos en esta sociedad”. El CIW planteaba una pregunta básica: ¿de qué manera se produce la comida que se consume cada día en este país? Cuatro años después, dijo, se contaba con el apoyo de estudiantes en más de 300 universidades y preparatorias por todo el país, y también con el respaldo del Consejo Nacional de Iglesias, entre otras agrupaciones.

En 2005 se logra el primer triunfo cuando Taco Bell acepta las tres demandas básicas: un centavo más por libra de jitomates, lo que resulta en 32 centavos más por cubeta; un código de conducta que establece el respeto a los derechos humanos y cero tolerancia a la esclavitud, y tercero, la inclusión de los trabajadores en un diálogo abierto para la implementación de estos cambios. El mediador del acuerdo fue el ex presidente Jimmy Carter.

Dos años después se logra que McDonald’s acepte estas demandas, lo mismo en 2008 con Burger King, en septiembre de este año con Whole Foods (cadena de supermercados de productos orgánicos) y hace una semana con la gigantesca cadena de comida rápida Subway.

Recuerda los inicios de CIW, que en 1993 empezó enfrentando los abusos en la región de Immokalee, en el centro sur de Florida, en demanda de las protecciones legales laborales de las cuales están excluidos los trabajadores del campo desde los años 30. Con la consigna de que “un golpe contra uno es un golpe contra todos”, con marchas y huelgas lograron frenar los abusos físicos como el robo de sueldos. Hubo paros generales con la participación de hasta 3 mil trabajadores en tres ocasiones durante los 90, y una marcha de más de 400 kilómetros para denunciar los abusos ante la asociación estatal de cultivadores de jitomate, recuerda.

La lucha también giró en torno a elevar el ingreso, el cual aún estaba a los mismos niveles que en 1978, como la falta de seguro de salud, vacaciones y pago de tiempo extra (las jornadas suelen ser de entre 10 a 14 horas). Sólo para ganar lo equivalente a un salario mínimo, un jornalero tiene que cosechar dos toneladas y media de jitomate. Además, su lucha para literalmente liberar a cientos de trabajadores que laboran bajo condiciones de esclavitud. La conformación del CIW, organización laboral comunitaria, es mayoritariamente mexicana, pero agrupa también a guatemaltecos, haitianos y afroestadunidenses.

Candace Pérez, una joven de 14 años e integrante de la gira cuenta su historia: “Mi madre (inmigrante de Guatemala) me dice que estudie mucho para que no acabe como ella, trabajando al sol. Ella sale de la casa a las cinco de la mañana y no regresa hasta las 7 de la noche; yo y mi hermano de 4 años casi nunca la vemos. No puede faltar al trabajo porque lo pierde. Nos cobran como 400 dólares a la semana de renta, y si uno no paga lo sacan”.

“Nos dimos cuenta que arriba de la industria agraria están las grandes empresas de compra de jitomate”, explicó Reyes, y por ello, el patrón no sólo era el cultivador, sino las empresas comercializadoras y de venta de alimento, y que esas ejercían presión para suprimir los precios por donde siempre se ahorran costos: los trabajadores. “Nuestra pobreza está directamente vinculada con la riqueza de las grandes empresas”, afirmó, y por ello se lanzaron las campañas nacionales contra ellas.

“Viendo hacia atrás, todo esto era sólo una idea en la cabeza de unos cuantos trabajadores… pero ahora, con iglesias, estudiantes y otros trabajadores nos hemos juntado para lograr lo imposible. Estamos mucho más cerca de ese sueño con el que venimos a este país”, dice Reyes. Y advierte que ahora esa lucha continúa con las cadenas de los supermercados y los servicios de alimento a instituciones.

“No pedimos su ayuda ni caridad, sino alianzas concretas”, dice al invitar a sumarse a la lucha. “Hay una conexión sagrada entre todos nosotros: ¿quién aquí come?” Pero como siempre lo ha hecho el CIW, cumple con su palabra cuando se habla de una lucha común y practica la solidaridad. A lo largo de estos años, al marchar contra empresas y sus tiendas, el CIW también ha ofrecido su apoyo a las huelgas y acciones laborales y comunitarias de agrupaciones sociales a lo largo de este país.

En Nueva York el CIW realizó foros con una agrupación comunitaria de mujeres jóvenes, y otra con una organización de trabajadoras domésticas. La gira más reciente por el noreste incluyó escalas en iglesias, universidades (como Yale), escuelas, sindicatos y en organizaciones sociales, como también con organizaciones dedicadas al tema del “alimento justo” y el hambre en los estados de Pennsylvania, Connecticut, Maryland, Carolina del Norte y Washington D.C.

“Los invitamos a esta historia…. Somos el lápiz de esta historia, y los autores como todos, y cuando acabemos el libro va a ser firmado por todos nosotros”.

Para mayor información sobre el CIW: www.ciw-online.org

 
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