11 de diciembre de 2008     Número 15

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Testimonios

ESPOSAS DE MIGRANTES ENFRENTANDO LA VIDA

MARÍA MAISTERRA, RESPONSABLE DEL PROYECTO EDUCATIVO DE LA COORDINADORA NACIONAL PLAN DE AYALA (CNPA) EN MICHOACÁN.


FOTO: Antonio Nava

La CNPA en Michoacán tiene trabajo en la costa y en la meseta Purépecha; en la primera los campesinos participantes son hombres y mujeres, pero en la segunda, que es una zona de mucha migración, hay unas dos mil campesinas benefi ciarias, todas mujeres. Y así se dio de manera natural: mujeres solas, a cargo de sus hijos y con los maridos en Estados Unidos, se fueron acercando a la organización movidas por la urgencia económica y se comenzó a trabajar con grupos de ellas para solicitar créditos e impulsar proyectos productivos artesanales.

Soy comunicóloga, con 33 años de edad, con pareja pero sin hijos. Ellas son indígenas con un esquema familiar que permite que las abuelas cuiden a los niños, o ellas trabajan acompañadas de los niños; les resulta raro ver que a mi edad aún no tengo hijos; es un contraste cultural, pues para mí lo primero ha sido estudiar, trabajar, avanzar en mi carrera. Mi labor es enriquecedora, pero ha requerido tiempo, pues al principio la participación de las mujeres en actividades económicas fuera del hogar era mal vista en la comunidad, y había resistencia de las autoridades a que ellas participaran en los consejos de desarrollo municipal. Pero poco a poco se han abierto esos espacios, y veo un cambio de actitud de la comunidad; ellas se han ganado el respeto. Además, las mujeres se dan cuenta de la capacidad que tienen, y varias se han vuelto parte medular de la organización: son promotoras que animan a otras mujeres a integrarse, con el estímulo de que su trabajo mejorará el ingreso y desarrollo de sus familias y comunidades.

Lo curioso de la organización en la meseta es que el coordinador es hombre, si bien el equipo técnico es de puras mujeres. Él, Gerardo, es carismático, es líder junto con otras mujeres líderes. Que sea hombre favorece, genera confi anza en algunas mujeres, pues vivimos en una sociedad machista.

A veces nos encontramos con programas de gobierno que forzosamente imponen que realicemos talleres de género, pero aquí no hace falta, pues eso ocurre de forma natural. trabajamos el género pero implícitamente dentro de talleres de desarrollo económico, pues éstos ocurren con una comprensión implícita de los problemas de las mujeres.

Los proyectos que tenemos son de bordado y textiles, así como de terminado de productos de madera, como muebles y juguete, que son elaborados por las comunidades, por las familias, por hombres dentro de las familias. No estamos cerradas a que entren hombres a la agrupación, pero ellos, al ver que sólo hay mujeres, se autoexcluyen.

LOURDES E. RUDIÑO

Exclusión de mujeres guerrerenses en el cabildo

Dalia Barrera Bassols


FOTO: Hernán García Crespo

Mujeres síndicas y regidoras sufren múltiples formas de exclusión en el ámbito del cabildo, que son evidentes en discursos sexistas y prácticas que las aíslan, y que van desde la agresión verbal, las amenazas y el acoso político, hasta la agresión física. Además, en el entorno comunitario enfrentan ataques a su buen nombre, chismes y murmuraciones acerca de su vida sexual, supuestamente “licenciosa”, por el simple hecho de participar políticamente, formar parte de una planilla y ejercer un cargo en el cabildo.

Este hecho afecta en muchos casos sus relaciones de pareja, por el trato con otros hombres, el temor que desata su acceso a espacios de poder y la autoridad que adquieren con el cargo. Es común que vivan chantajes, amenazas y confrontaciones, e incluso que se separen de sus parejas bajo acusaciones de una supuesta vida sexual “impropia” de una mujer decente y “de su casa”.

En primer lugar, para llegar al cargo de síndicas y regidoras, las mujeres suelen enfrentar problemas para obtener recursos destinados a sus campañas. Se trata de sumas considerables:

“A Lety Márquez la estamos proponiendo como síndica y ¿saben qué le empezaron a decir?: ‘¿de veras quieres?, ¿cuánto ganas en tu trabajo?, para ver si de veras tienes posibilidades de competir y de registrarte’. Fueron tres mil pesos para que nosotros entráramos al curso de ICADEP. ¿Cuánto de regidora?, 20 mil pesos para que se registre. ¿Para diputada?, 50 mil pesos. ¿De dónde vas a sacar 50 mil pesos?” (Rosa María Ramírez López, regidora, PRI, Iguala de la Independencia).

Frenos machistas. Síndicas y regidoras tienen claro que la cultura machista que se expresa en su entorno familiar, en el ayuntamiento y en todos los espacios sociales es el sustento del cúmulo de obstáculos y limitaciones para llegar al cargo. He aquí un testimonio:

“Lamentablemente, creo que los obstáculos siempre son por parte de los varones, y es lógico: ¿cómo una vieja va a ser más cabrona que ellos? Dicen ‘esa vieja hija de tal por cual ¿quién se cree? Aquí los varones somos los que la movemos y no la dejaremos llegar’. Y bueno, te quieren boicotear por todos lados, inclusive van y le dicen a las comunidades: ‘no le crean, son puros chismes, al fin, ella ni está en el ayuntamiento’” (Patricia Tornez Talavera, regidora, PRI, La Unión).

Ya en el cargo, se despliegan frente a ellas una serie de actitudes, prácticas y discursos que buscan aislarlas, humillarlas y hacerlas desistir de las tareas de su responsabilidad. Esto puede suceder con un presidente municipal o miembros del cabildo del mismo partido político y de otro distinto. Va un caso que ilustra:

“Desde que quise contender, que yo ¿por qué?, que había mujeres que tenían más años que yo en el partido y que por qué yo, que porque yo fui amante de… Claro, lo dicen con obscenidades, no creas que así como yo te lo estoy diciendo. Y cuando llegué a la presidencia, yo me sentí excluida. Incluso, el cubículo que me dieron es el más pequeño, ahí hace mucho calor, se trasmina el agua y sí le dije al presidente: ‘oiga presidente, se trasmina el agua’, y se empezó a reír y me dijo ‘¿y si te compraras una sombrilla?’ Luego fui y le dije ‘oiga presidente, es que sabe qué, que hace mucho calor, yo quisiera un ventilador o algo’, y me dijo ‘bueno, lo que pasa es que tienes que tomar en cuenta que estás en la menopausia’. Al inicio, cuando yo quería hablar con el presidente, tenía la audiencia en la mañana y si se le antojaba me recibía y si no, no, y ahora le digo ‘dígale al presidente que quiero hablar tres minutos’, y un día le dije ‘presidente, ¿por qué los demás compañeros entran como burros y se pasan y yo tengo que hacer cita?’, y me dijo ‘¡ah bueno!, lo que pasa es que tú eres educada’” (Luz del Carmen Pineda Borja, regidora, PRI, Pungarabato).

Espacios de hombres. Las entrevistadas coinciden en que la complicidad entre hombres y la construcción de consensos para la toma de decisiones en espacios considerados “masculinos”, es también una estrategia de exclusión:

“El obstáculo para ejercer el cargo más importante que encontramos en primer lugar, es la complicidad masculina, entre hombres todo está permitido ‘Dale el avión, dile que sí’ (…) Esta complicidad masculina muchas veces nos impide ejercer correctamente nuestro cargo. También la exclusión de las mujeres, por realizar la toma de decisiones en lugares no aptos para ellas. A veces los hombres se van ‘a comer’, digo entre comillas, porque terminan en bares, copas, dos, tres de la mañana, y al otro día llegan muy tranquilos y están de acuerdo en lo que se va a hacer, porque fueron compañeros de parranda y nosotras no podemos invitar a los regidores a la parranda, a la copa. Bueno, sí podemos, pero no es bien visto que lo hagamos, que nos metamos a una cantina, que nos vayamos al bar; eso nos lo castiga la sociedad, los mismos compañeros andan diciendo ‘me la llevé, estuvo aquí conmigo’, y esto representa una desventaja, un obstáculo que tenemos casi todas” (Consuelo Pérez Jiménez, regidora, PRI, Coyuca de Catalán).

Finalmente, síndicas y regidoras desarrollan diversas estrategias para enfrentar la exclusión y el estigma social generado por chismes y maledicencias que buscan incidir en su honorabilidad y prestigio. El testimonio muestra una de las posibles respuestas:

“En mi caso, afortunadamente, yo pensé que a mí no me iban a ver así, como un objeto sexual. Bueno, pues dos compañeras de mi partido, a quienes yo había apoyado y todo, dijeron que yo había llegado porque me había acostado con el que más me había apoyado, y me echaban las dos. Entonces me decían ‘¿no las vas a callar?’, yo dije ‘no, déjalas que hablen. Me gusta uno, a ese sí me lo quisiera yo echar; el otro no me gusta tanto’. Entonces, como actué de esa manera cínica, ya no me dijeron nada. Ahora, así como estoy, ya vieja, porque ya tengo 52 años, hay unas de 18, 16, que se andan ofreciendo y les digo: ‘a mis 52 años me respetan, voy con los compañeros a echarme una copa, me voy a bailar, me voy a cantar con ellos y ahí anda María Gallo, pero ninguno de ellos me ha faltado al respeto’. Es decisión de nosotras como mujeres, y tomarse una dosis de ‘me vale madre’ en la mañana, a medio día y en la noche para que te puedas enfrentar. Esa fue la receta que me dio mi hijo. Eso nos hace falta: decisión (Teresa Miranda Vázquez, síndica, PRI, Chilpancingo).

Profesora-Investigadora de la ENAH. Miembro de GIMTRAP, A.C [email protected]