Usted está aquí: lunes 15 de diciembre de 2008 Deportes “Rey de copas” llamó la afición escarlata a su portero héroe Cristante

■ Integrantes de la Banda del Rojo presenciaron el juego en la explanada del teatro Morelos

“Rey de copas” llamó la afición escarlata a su portero héroe Cristante

■ No alcanzaron boletos y en la reventa estuvieron caros, “pero desde aquí apoyamos”, dijo Karla

Paula Mónaco Felipe (Enviada)

Ampliar la imagen Nadie se escapó de la guerra de espuma que los aficionados protagonizaron por el triunfo Nadie se escapó de la guerra de espuma que los aficionados protagonizaron por el triunfo Foto: Paula Mónaco Felipe

Toluca, Edomex, 14 de diciembre. Nevada roja hubo en el centro de Toluca la calurosa tarde de este domingo. Tras sufrir durante tres horas, la afición choricera estalló con cantos, brincos y espuma escarlata cuando su portero y héroe, Hernán Cristante, detuvo el penal que consagró a los Diablos campeones del Apertura 2008.

“Rey de copas, el nuevo rey de copas, el nuevo rey de cooo-o-o-pas”, entonó la multitud siguiendo los versos de la porra La Banda del Rojo, que desde temprano llegó a la plaza del teatro Morelos para observar el partido desde una pantalla gigante allí instalada.

“Se supone que teníamos que estar en el estadio pero no hubo entradas y de reventa nos las daban en mil la de sol, la más barata”, explicó Karla, una de las más entusiastas. “Pero podemos estar aquí juntos y seguimos apoyando”, completó Viviana, del mismo grupo juvenil, quien con banderas y tambores alentó durante el prolongado partido, inclusive siguiendo los cánticos que la televisión dejaba oír desde el Nemesio Diez.

De las dos pantallas prometidas por el gobierno estatal y la directiva mexiquense sólo existió una. En Plaza Sendero no hubo más que las televisiones del centro comercial, pero junto al teatro Morelos sí se cumplió lo anunciado, aunque el comienzo fue un tanto desangelado con unas 500 personas.

Se esperaba mayor concurrencia porque “en el estado de México somos como 15 millones de personas y en el estadio caben 23 mil”, explicó Raúl, un taxista que circulaba por la zona, pero “no le hicieron mucha publicidad”, agregó Juan Graf, de 40 años, quien asistió con su hijo Yael.

En tanto, Guillermo Zamudio vaticinó que “la gente está en su casa y cuando acabe el partido empezará a salir”, algo que se cumplió enteramente.

Conforme avanzaba el duelo futbolístico la plaza fue llenándose y el ambiente creció hasta convertirse en un segundo estadio. Gritos de nervios y reclamos por faltas se multiplicaron entre señoras, señores y jóvenes que llegaron a sumar unas tres mil almas.

Y fue el 2-0 de Cruz Azul, que dejó empatado el marcador global, cuando el “¡chingue su madre!” retumbó al unísono. Aparecieron entonces las voces celestes, que resultaron ser más de las visibles, porque entre los presentes había bastantes cementeros sin playeras que los identificaran.

“Son bien poquitos”, se burló Rocío, de 17 años, enfrente de su novio Juan Manuel, de 18, quien vestía la playera de La Máquina. Como muchos, no alcanzaron boletos en taquilla “y en la reventa estaban carísimos, en mil 200 y hasta mil 500 la general”.

Al rayo del sol aguantó la afición las tres horas, con una temperatura que alcanzó los 30 grados. Llegaron los penales y el nerviosismo generalizado. Juan Manuel hacía ejercicios de calentamientos como si fuera él quien cobrara en el campo; Rocío brincaba para pasar el momento.

Siguieron 14 eternos instantes de tensión. En los goles de los celestes las pocas voces se desgarraban. A cada gol del Toluca había brincos y espuma, junto con el grito insistente de “¡portero! ¡portero!” alentando a Cristante. Cuando el escarlata detuvo el balón de Alejandro Vela, la nieve invadió el cielo y no hubo quién se salvara de salir con cabellos y ropas teñidas de rojo.

La ciudad despertó en claxonazos. Desde el teatro Morelos y de diversos puntos empezaron entonces procesiones espontáneas rumbo a la glorieta del Águila para festejar la novena estrella en el escudo de los Diablos Rojos.

Caravanas de coches y motos recorrieron la ciudad hasta avanzada la noche, mientras los aficionados protagonizaron una guerra de espuma y vitorearon a sus campeones, quienes realizaron la marcha de la victoria en un turibús.

 
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