Usted está aquí: lunes 15 de diciembre de 2008 Deportes Con encierro parchado de La Punta naufragó la penúltima fecha de la temporada mexicanísima

TOROS

■ Inolvidable tercio de banderillas a cargo de José Luis Angelino, su padre y su hermano

Con encierro parchado de La Punta naufragó la penúltima fecha de la temporada mexicanísima

■ La empresa impidió regalar un toro a Christian Ortega por no “pedir permiso”

Lumbrera Chico

Ampliar la imagen EN MÉRIDA. Alfredo Gutiérrez lidió a Rey Mago, de 520 kilogramos, la tarde de ayer en la segunda fecha de la temporada taurina en la Monumental Plaza de Toros de la ciudad de Mérida, Yucatán EN MÉRIDA. Alfredo Gutiérrez lidió a Rey Mago, de 520 kilogramos, la tarde de ayer en la segunda fecha de la temporada taurina en la Monumental Plaza de Toros de la ciudad de Mérida, Yucatán Foto: Notimex

De la legendaria ganadería de La Punta queda apenas el nombre. Los cinco rumiantes de ese antiguo hierro, que estelarizaron (por decirlo así) la undécima y penúltima función de la temporada me-xi-ca-ní-si-ma, no fueron ni siquiera polvos de aquellos lodos. Con excepción del segundo de la tarde, que embestía con dulzura y fue ovacionado en el arrastre, los demás resultaron débiles y sosos; uno fue abucheado desde que saltó al ruedo hasta que se lo llevaron las mulas, y otro, en una típica maniobra de Herrerías, fue sustituido ilegalmente por un ejemplar de Garfias.

Qué nostalgia de aquellos tiempos cuando la presencia de un encierro de La Punta en un cartel de la México garantizaba, al menos, lámina, peso, cara, trapío, tumbos de los picadores y sobresaltos de las cuadrillas. Ayer, en cambio, nadie aplaudió, aunque fuera por su aspecto, a ninguno de los herederos de aquel oscuro prestigio.

Metían la cabeza bajo el peto del caballo y si peleaban un poco era para quedarse atornillados al piso en el tercer acto, en tanto otros sentían la puya en el cuero y dejaban de empujar. Ante semejante material poco pudieron hacer los matadores. José Luis Angelino pasó sin pena ni gloria ante Don Manuel, que inauguró la pachanga. Con el sobrero de Garfias, corrido en cuarto turno, protagonizó un emotivo segundo tercio, en compañía de su padre, el banderillero Ángel Angelino, más conocido como el Pulques, y su hermano Gerardo.

El bicho se llamaba Niño de la Capea (vaya ocurrencia, por qué no mejor Manolete o Belmonte), era cárdeno, torvo y playero, y se notaba corraleado. Fue al percal desarrollando sentido por el pitón derecho y tomó una vara sin apretar. Tras la salida de los jamelgos, Angelino pidió tres pares de banderillas y convocó a su padre y a su hermano al tercio para invitarlos a compartir el escenario. El Pulques se colocó en los medios, citó de largo, aguantó la embestida y clavó al quiebre, llevándose un puntazo en el muslo izquierdo.

A continuación, José Luis se asomó al balcón por el lado derecho, y Gerardo lo imitó por el pitón contrario, pero estuvo a punto de ser cogido cuando se daba a la fuga. Sin embargo, en ese momento, el Pulques se lo quitó con una punta del capote derrochando elegancia, y esa fue la verdadera punta de la tarde. Luego, por desgracia, la faena de muleta zozobró entre bostezos del público, pese a que Angelino siempre se mostró voluntarioso, incluso al regalar un séptimo cajón con el que tampoco logró nada.

La debacle sobrevino con el quinto, Capuchino III, de 475 kilogramos. Nomás de verlo, la gente lo pitó hasta que la rechifla se convirtió en lluvia de mentadas de madre al juez. Y en medio de tanta indignación popular, el subalterno Rubén Ávila fue empitonado cuando trataba de saltar la barrera, cayó como bulto en el callejón y fue llevado seminconsciente a la enfermería.

Ortega cogió muleta y estoque, pero la gente le dijo que entrara a matar y trató de complacerla. Entonces, su apoderado le ordenó lo contrario, y el muchacho descubrió que el morlaco no tenía un pase. De esta forma quedó mal con todo el mundo y, para colmo, anunció un toro de regalo, pero como no le había pedido permiso a la empresa, ésta se negó a vendérselo, corroborando su indeclinable “compromiso” con los mexicanos, que tanto celebra la televisión cultural. Y qué lástima, porque los muletazos de Christian al segundo de la tarde, por ambos lados, habían sido con mucho lo más artístico que vimos.

Cabe recordar que también actuó Fermín Rivera, pero eso es todo lo que puede decirse de él.

 
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