Usted está aquí: lunes 15 de diciembre de 2008 Opinión Desde el otro Lado

Desde el otro Lado

Arturo Balderas Rodríguez
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■ Los trabajadores de la industria automotriz

La inminente quiebra de la industria automotriz ha complicado todavía más la situación económica en Estados Unidos: costaría más de un millón de empleos directos y unos 3 millones indirectos. El problema se extendería a otras latitudes, como México. El cierre de una de las plantas de General Motors en este país es sólo un botón de muestra de los efectos colaterales de la crisis automotriz.

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El Partido Demócrata en el Congreso ha propuesto un paquete de medidas para salvarla. Los republicanos afirman que lo mejor es que se declare en quiebra y se restructure. Ello permitirá mejorar su eficiencia en un mercado determinado por la competencia. En medio está el sindicato, el cual plantea sacrificar una parte de sus derechos para salvar a las automotrices y, desde luego, el trabajo de sus agremiados.

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Por último, George W. Bush, rompiendo con los líderes de su partido, ha expresado su intención de apoyar a las empresas automotrices con un préstamo que les permita sobrevivir hasta enero, cuando Obama tomará protesta. Todos los actores del drama, menos los directivos de la industria, están de acuerdo con la ineficiencia en la conducción de las empresas, la necesidad de que sus directores rebajen sus altos sueldos, recorten las compensaciones que cobran e incluso, en algunos casos, renuncien. También parece haber acuerdo en la urgencia de construir automóviles mucho más eficientes en el consumo de gasolina, que puedan competir con los de japoneses y europeos.

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Parecería que las diferencias entre demócratas y republicanos en el Congreso deberían ceder para salvar a la industria. Sin embargo, un elemento parece insalvable: la necedad de los republicanos en debilitar el sindicalismo e inclusive desaparecerlo. La razón: los trabajadores y sus sindicatos han apoyado tradicionalmente las propuestas demócratas relativas a sus condiciones de trabajo y bienestar, a las que los republicanos se han opuesto históricamente. Una vez más parece que el sector más conservador de la sociedad está dispuesto a colapsar la economía con tal de salvaguardar sus principios de libre mercado y competencia irrestricta. El blanco son quienes con su trabajo diario y salarios magros han sido el sostén de la industria estadunidense por excelencia. La contienda rebasa ya la coyuntura y tiene que ver con la historia misma de la sociedad.

 
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