Usted está aquí: martes 16 de diciembre de 2008 Cultura Alan Glass en el MAM

Teresa del Conde

Alan Glass en el MAM

Como Zurcidos invisibles se bautizó (hay un ropón de bautizo) la exposición del artista canadiense mexicano, epígono del surrealismo, dado el método asociativo con el que ha producido innumerables composiciones, varias encantadoras. No hay que aproximarse a la lujosa y bien montada exposición –diseño museográfico de Rodrigo Luna– con el ánimo de descifrar cada pieza, pues eso sólo podría hacerlo, quizá, el autor, quien según su propia declaración “es un pepenador”, pero un pepenador con tan buen ojo para la bisutería y la curiosidades, que bien podría calificársele de coleccionista.

El recorrido abre con Nouvelle Rosée, nouveau miel (los títulos suelen dar clave: Nuevo rocío, nueva miel), en el que la figura central es reproducción del conocido retrato de la reina Isabel I. En la sección inferior hay un panal de abejas poblado de las abejas que penetran en la soberana por una puertecita abierta en el extremo de la falda. Ella es La Abeja Reina y está rodeada de huevos milenarios con el cascarón finamente diseñado. La hija de Enrique VIII reaparece en Reina con escarabajos y aquí sus ojos hacen contacto con el negativo colocado en ángulo. Los encajes pululan en ésta y otras composiciones, como ocurre en Abejas de Delft, cuya denominación corresponde a La Encajera de Vermeer. De Isabel I hay además una anamorfosis que intriga a los espectadores. La acompaña una leyenda del poeta simbolista Saint-Pol- Roux: “el cerebro masculino de la mujer deposita semilla intelectual en los sesos femeninos del hombre”.

A Alan Glass le interesan hechos parasicológicos relacionados con la historia de Inglaterra. En El fantasma de Hampton Court (2002) representó efectivamente la figura de un fantasma. La leyenda quiere que los haya, y hasta se dice que han sido fotografiados. El fantasma corresponde, quizás, a alguna de las dos esposas decapitadas de Enrique VIII que habitaron el palacio decorado por Andrea Mantenga en Surrey: Anna Boleyn o Catherine Howard, la quinta esposa, aparecería en calidad de ánima, aunque también lady Jane Gray, que fue reina sólo por unos 10 días, podría incursionar. Esta prima de Eduardoward VI gozó de algún privilegio, pues sí fue decapitada en la Torre de Londres, mas no en público, sino en privado.

Rastreable en cuanto a iconografía es también Rose Bud de 2001-2002, donde el autor utilizó la parte derecha del Díptico de Melun: la Virgen Lactante, del francés Jean Fouquet (1420-1481). La cabeza del Niño Jesús está sustituida por una nítida esfera. Se trata, pues, de una Madre Universal acompañada por chapetones que representan la Luna en todas las facetas del mes lunar. Tireuse voyante (debe traducirse como La cartomanciaza vidente y no como “la impresora”) es una muñequita con ojos vendados  que tira cartas. Está colocada en un objeto muy interesante, similar a una pequeña canoa de madera vieja, con incrustaciones metálicas.

La adivinación protagoniza igualmente el díptico titulado Fuegos pirotécnicos (2002), con dos enormes manos conformadas por cohetes. En realidad se trata de las líneas de la mano, en las que los quirománticos detectan males de amores, amenazas de querella o la proximidad de un viaje a países lejanos.  Allí están las cartas que permiten tales lecturas. La alusión al viaje, sea en el tiempo que en el espacio, fascina al artista: barómetros, relojes, carabelas, la pesca de perlas –ostentadas en sus ostras– son elementos que lo codifican.

Dos obras en apariencia sencillas entregan más que otras la condensación de un concepto o de un homenaje. En El cerebro de Pavlova (2000) hay dos zapatillas de ballet colocadas en la posición clásica sobre los hemisferios cerebrales. Otras zapatillas de cuero muy fino, posiblemente del siglo XIX, dignas de cualquier museo de calzado, aparecen en Tesis. La tesis concierne a la Alicia de Lewis Carroll, tal y como lo indica el líquido contenido en la botellita que ostenta el mandato: Drink me.

Sueños, como los que se enhebran en un cojín, las alusiones al paisajista nórdico Kaspar David Friederich “cierra tu ojo físico”, el mundo poblado de nieblas y leyendas de Saint-Pol Roux o el Clair de terre de André Breton, serían algunas de las claves en este universo de hilos conductores donde ojos, focos, matraces, orugas y sedas, suelen funcionar como indicadores.

 
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