Usted está aquí: miércoles 17 de diciembre de 2008 Opinión Chile: el saqueo de las AFP (Afore)

José Steinsleger/ I

Chile: el saqueo de las AFP (Afore)

Sujetos a represión y tortura, los chilenos quedaron atrapados en las redes de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP, Afore) en plena dictadura militar. Después, los partidos “democráticos” de la Concertación perfeccionaron el sistema de “capitalización individual”, que en otros países se clonó sin más del chileno (México, 1997).

En 1981, el economista José Piñera propuso adelantar al primero de mayo el proyecto de reforma previsional, programado para cuatro días más tarde. “Es un día que tiene un gran significado para los trabajadores”, explicó el ministro de Trabajo de Pinochet.

Siendo estudiante en Harvard, Piñera escribió que era “… absurdo pensar que los estadunidenses estuviesen implicados en el golpe contra Allende” (The Economist, 15/9/73). Un mes después, cumplía 25 años.

Exultante, William Buckley Jr. lo trató de “joven y brillante economista” (The Boston Globe, 20/11/80). Y el virrey George Landau, embajador de Washington en Santiago (1977-81), dijo haber sido “testigo de primera mano de cómo este grupo de economistas de libre mercado luchaban por la libertad, la democracia y los derechos individuales”. The Wall Street Journal bautizó a Piñera “líder mundial en privatizaciones de pensiones”. Y, en alusión a la fábula de Hamelín, se refirió al sistema previsional como Pied Piper (cazador de ratas). El columnista Joe Klein calificó al sistema previsional chileno de “primera política social del hemisferio sur, significativa para emular” (Newsweek, 12/12/94).

Sin embargo, el modelo de las AFP resultaba totalmente desconocido en Estados Unidos. Sólo era un diseño teórico de la escuela económica de Chicago, liderada por Milton Friedman. En marzo de 1975, Friedman dictó en Santiago una conferencia en el edificio Diego Portales, sede del Ministerio de Defensa. Alguien le preguntó entonces qué pensaba del modelo de fondo de pensiones que trataba de imponer Piñera, en sustitución del sistema basado en el reparto solidario de trabajadores y empresarios. Desconcertado, como si estuviese en Burundi, el teórico monetarista respondió que le parecía un negocio redondo para los inversionistas privados, pero no tanto con respecto a los beneficios que los cotizantes del fondo podían devengar.

En Chile, el teórico Friedman olfateó que su modelo requería de prácticas en las que Chile aventajaba a Estados Unidos: toque de queda, parlamento disuelto, Poder Judicial en manos de los militares, y un contexto de persecuciones, asesinatos y torturas silenciados por la televisión, las radiodifusoras y diarios como El Mercurio. Es por eso que los políticos mexicanos deberían preguntar al señor Moisés Schwartz Rosenthal, titular de la Consar, a qué se refiere exactamente cuando estima que el modelo de las AFP chilenas ha sido “exitoso durante 25 años”. Naturalmente, desde la óptica de Schwartz, el modelo de las AFP resulta espectacular, pues de 22 empresas que existían en 1990, el “libre mercado” las redujo tan sólo a seis, de las cuales apenas tres concentran más de 70 por ciento de los afiliados. Las AFP manejan en Chile cerca de 100 mil millones de dólares que los trabajadores “tienen” en sus fondos de retiro.

Sólo que no pueden disponer de su dinero. Haya dictadura o democracia, los afiliados no pueden saber dónde y cómo se invierten sus fondos, pues no es cosa de confundir “sabios” con “profanos”. Así es que los trabajadores, en lugar de exigir saber cómo se esfumó el doble del total de pagos provisionales realizados en 2006, deben agradecer que su dinero es administrado por “gente que sabe”… y que por concepto de ingresos mensuales percibe lo que ni el rey Midas imaginó en sus mejores épocas.

Un par de meses al año (así como en México), las AFP envían a los afiliados su estado de cuenta, en que se les dice: “¡ya tienes tanto!…” En realidad no tienen un carajo, salvo lo que se les promete en las millonarias campañas de publicidad de las AFP. Si el afiliado se muere, mejor. Y si llega a jubilarse, las comisiones descontadas por concepto de tasa fija, tasa variable, y un sinfín de triquiñuelas conseguirán el milagro de que se muera lentamente. Pero eso sí: en democracia. También es posible que al final de su vida laboral el afiliado reciba un cheque ridículo. En este caso, que el maldito Estado “populista, corrupto, demagógico y anacrónico” se encargue de los viejos y de los indigentes. Que la “democracia consolidada” convirtió en mayorías aplastantes.

El Estado chileno, tan odiado por las AFP, dedica anualmente un tercio del gasto público a atender a 80 por ciento de los afiliados a las AFP que no cuentan con una pensión aceptable para sobrevivir. No obstante, ni con pétalos de rosa el gobierno “socialista” cuestiona su poder financiero. Según Piñera, una restatización de las AFP, como en Argentina, sería imposible. Dijo: “El 8 de agosto de 1980 introdujimos en la Constitución normas clarísimas que resguardan el derecho de propiedad”. Obvio: Pinocho mandaba.

Aspectos, en suma, que poco inmutaron al senador Mario Ríos (Renovación Nacional, pinochetista) cuando en 2004 propuso que el “genio” fuese postulado al Premio Nobel de Economía.

 
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