Usted está aquí: lunes 29 de diciembre de 2008 Cultura “El lenguaje ha sido para mí una suerte de patria portátil”

■ El FCE publica nueva antología de Orlando González Esteva

“El lenguaje ha sido para mí una suerte de patria portátil”

■ La poesía representa una forma de permanecer en Cuba, expresó

Arturo Jiménez

Un recorrido por tres décadas de trabajo poético y prosístico, con las constantes del juego, la nostalgia y de una patria portátil, entrañable en la distancia, representa la antología ¿Qué edad cumple la luz esta mañana?, del escritor cubano Orlando González Esteva.

Con motivo de la aparición de este libro, publicado por el Fondo de Cultura Económica, con prólogo de Alberto Ruy Sánchez y epílogo de Juan Malpartida, González Esteva (1952) charla con La Jornada sobre esta edición, cuyo título retoma además uno de sus poemas más conocidos.

La aparición de esta antología es motivo de alegría para González Esteva por diversas razones, entre ellas que pone en circulación en México varios de sus títulos ya extintos en librerías tras la desaparición de la Editorial Vuelta, de Octavio Paz.

Entre esos libros figuran Elogio del garabato, El pájaro tras la flecha, Fosa común y Mañas de la poesía, cuya publicación en la antología, dice, le ayudó a quitarse “un poco de lastre”, pues el escritor suele reprocharse mucho de lo que tuvo “debilidad de publicar” en tiempos pasados.

–¿Qué tanto ha cambiado el poeta y qué tanto su poesía en estas décadas? –se le pregunta vía telefónica a González Esteva, quien radica en Miami desde 1965.

–Creo que el poeta no ha cambiado mucho. Lo que sí es evidente en la antología es que en determinado momento el poeta, si es que lo soy –nunca estoy seguro de eso–, encontró en la prosa un vehículo idóneo para continuar escribiendo poesía aunque no fuera en verso.

Cuenta que la continuación de esa exploración de la prosa es algo más que tiene que agradecerle a Octavio Paz, quien en una reunión en Estados Unidos lo motivó a enviarle sus textos a México, donde además el autor de Piedra de sol ordenó editarlas en Vuelta bajo el título de El ocio del garabato.

–¿Cuáles han sido las constantes de su poesía y de su prosa: la nostalgia, el pasado, la alegría o la infancia en Cuba?

–Creo que Cuba. Y otra constante es la idea del juego o del humor que esconden un trasfondo serio. Una más sería la afición a las formas tradicionales de la poesía, tan mal vistas en estos años.

–Como la décima...

–Como la décima, las redondillas, el romance o el haikú.

Prejuicios ante las formas clásicas

–¿Hay prejuicio acerca de esas formas rimadas?

–Hay un enorme prejuicio. Hay multitud de poetas de mi generación y de la anterior a la mía que ven en las formas clásicas de la poesía una camisa de fuerza o una forma de expresión ya agotada. Tengo que confesar que he encontrado en esas formas mecanismos liberadores, porque yo no voy a ellas a imponerles lo que quiero decir, sino que dejo que esas formas digan lo que a ellas se les antoja.

“Y mi gran alegría es ver cómo funcionan a manera de ouija, y cómo en determinados momentos puedo incorporar esas formas, y de repente descubrir que digo cosas que no hubiera podido decir si no hubiera sido porque la rima y el ritmo me lo dictan. Creo que la gran libertad de la poesía nunca se da hacia afuera, hacia ambos márgenes de la página en blanco. La verdadera libertad está hacia adentro del poema. Por eso un haikú, que sólo cuenta con 17 sílabas, puede estar lleno de libertad.”

–¿Cómo asume el lenguaje, las palabras, los sonidos, su escritura, incluso?

–Las palabras fueron desde el principio, y quizá la poesía también, una forma de permanecer en Cuba, aunque físicamente estuviera lejos de ella. Es decir, el lenguaje ha sido para mí una suerte de patria portátil. Y eso es evidente a lo largo de toda la antología, desde los primeros versos escritos en 1978.

–Se perciben en ellos la música y el canto popular cubanos, por ejemplo.

–Hay voluntad, inconsciente en el principio, de recrear a Cuba en las palabras, y de esa manera sentirme repatriado.

–También recurre a la glosa o al llamado intertexto.

–Eso también responde al niño que creo juega dentro de mí y de muchos de esos poemas. Hay en mí una predisposición inevitable al juego. Pero lo que siempre intento es que ese juego no sea gratuito, sino que sea a veces una forma de pudor, otras un guiño, y otras una forma de revelar que para mí escribir es un gozo, un placer.

 
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