Usted está aquí: domingo 4 de enero de 2009 Política Siete vientos en los calendarios y geografías de abajo

Participaciones del subcomandante Marcos en el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia, los días 2 y 3 de enero

Siete vientos en los calendarios y geografías de abajo

Primer Viento: una digna juventud rabiosa

Buenas noches.

Sintrófisa, síntrofe, Ekseyerméni Eláda. Emís, i pió mikrí, apó aftí ti goniá tu kósmu se jeretáme.

Déksu ton sevasmó mas ke ton zavmasmó mas giaftó pu skéftese ke kánis. Apó makriá mazménume apó séna. Efjaristúme.

(Espero no haber dicho una grosería, lo que quise decir fue “Compañera, compañero, Grecia rebelde. Nosotros, los más pequeños, desde este rincón del mundo te saludamos. Recibe nuestro respeto y admiración por lo que piensas y haces. Desde lejos aprendemos de ti. Gracias.”)

I

De las violencias y otras cosas.

Desde hace mucho tiempo, el problema de los calendarios y las geografías han desvelado y develado al Poder. En unos y en otras ha visto (y verá) cómo su flamante engranaje de dominación se atasca y descompone. Por eso es que trata de poner mucho cuidado en el manejo de las geografías y los calendarios.

En las geografías puede parecer más claro: en su torpe truco, que este Festival ha develado, Grecia queda muy lejos de Chiapas. Y en las escuelas se enseña que México queda separado por un océano de Francia, el País Vasco, el Estado Español, Italia. Y si vemos un mapa, podemos notar que Nueva York queda muy al norte de la Chiapas indígena mexicana. Algo que fue refutado hace unas horas por las compañeras y compañeros del Movimiento Justicia para el Barrio. Y la Argentina queda muy al sur de esta tierra, algo desafiado por el compañero de Solano que acaba de hablar.

Pero ni arriba ni abajo hay esa separación. La brutal globalización neoliberal, la IV Guerra Mundial que le decimos los zapatistas, puso a los lugares más distantes en simultaneidad espacial y temporal para el flujo de riquezas… y para su apropiación.

Ya no más los cuentos fantasiosos sobre los supuestamente heroicos descubridores-conquistadores, que vencían con espada y cruz la debilidad de quienes eran “civilizados”. En lugar de las 3 carabelas, una computadora de alta velocidad. En lugar de un Hernán Cortés, un títere simultáneo hecho gobierno en cada rincón del planeta. En lugar de espadas y cruces, una maquinaria de destrucción masiva y una cultura que tiene en común con el “fast food” no sólo su omnipresencia (Mc Donalds, como dios, está en todas partes), también su difícil digestión y su nulo poder nutritivo.

Y esa misma globalización hace que las bombas de los gobiernos israelí y norteamericano caigan en Gaza al mismo tiempo que estremecen el mundo entero.

Con la globalización el mundo entero de arriba se nos puso a la mano… mejor dicho, a la mirada y a la conciencia. Las bombas que asesinan civiles palestinos son también una advertencia que hay que aprender y asimilar. Y el zapatazo a Bush en Irak puede ser reproducido en casi cualquier rincón del planeta.

Y todo va de la mano del culto a lo individual. El entusiasmo que despertó entre los bien portados el zapatazo a Bush (que sólo evidencia la mala puntería del periodista), es festinar un gesto valiente pero inútil e intrascendente para lo fundamental, como semanas después lo demuestra el apoyo del gobierno de Bush al crimen que el gobierno israelí perpetra en territorio palestino… y, perdonen si desilusiono a alguien que haya encendido sus velas al pie de la imagen de Barack Obama, que el sucesor de Bush respalda.

Y mientras la mala puntería en Irak provoca aplausos, la insurrección en Grecia provoca preocupaciones: “Hay el peligro”, alertan y exorcizan, “de que la rebelión en Grecia se extienda al resto de Europa”.

Ya hemos escuchado y leído lo que nos comunica la rebelde juventud griega de su lucha y de lo que enfrenta. Lo mismo de quienes en Italia se preparan para resistir a la fuerza del gobierno. Y la lucha cotidiana de nuestr@s compas en el norte del norte.

Y frente a esto allá arriba todos sacan sus diccionarios y encuentran la palabra “violencia” y la contraponen a “institucionalidad”. Y sin darle contexto, es decir, posición de clase, acusan, juzgan y condenan.

Y nos dicen que es violenta la juventud griega que hace arder la península helénica. Claro que se edita, se mutila, se borra el hecho de que la policía asesinó a un joven.

En México, en la geografía marcada por la ciudad del mismo nombre, un gobierno de izquierda institucional asesinó a un grupo de jóvenes, adolescentes en su mayoría. Un sector de la intelectualidad progresista guardó un silencio cómplice argumentando que eso era para distraer la atención del público, supuestamente puesta en el carnaval en que se convirtió la supuesta defensa del petróleo. La agresión sexual posterior a las mujeres jóvenes en los separos de la policía se perdió entre el sonido de los bombos y platillos anunciando una consulta que después fue un fracaso. Y, en cambio, no se condenó la violencia de la policía, que, contra lo que se dijo, no actuó desordenadamente. Esa policía ha sido preparada desde hace años para reprimir, hostigar y abusar de jóvenes, de vendedores ambulantes, de trabajador@s sexuales, de colonos y de todo aquel que disienta del gobierno de las pistas de hielo, los mega espectáculos al estilo Fujimori y las recetas para hacer galletitas. Y no hay que olvidar que la doctrina que anima a esta policía fue importada a la Ciudad de México por el hoy presidente “legítimo” de México cuando era jefe de gobierno del DF.

En la Ciudad de México y en Grecia los gobiernos asesinan jóvenes.

La mancuerna gubernamental EU-Israel marca ahora en Gaza la pauta a seguir: es más efectivo matarlos cuando son niños.

Ya antes, en México, en el presente calendario serán ya 10 años, jóvenes estudiantes de la UNAM levantaron un movimiento que desesperó a la izquierda bien portada que, histérica como hoy, los calumnió y desprestigió con ferocidad. Y también entonces se dijo que era un movimiento violento para distraer la atención de la gris campaña electoral del gris candidato presidencial del gris partido de la revolución democrática. Ahora, 10 años después, habría que recordar que la UNAM sigue siendo pública y gratuita gracias al empeño de esos hombres y mujeres, jóvenas y jóvenes a quienes hoy saludamos.

Pero en nuestro dolorido México quienes se llevan el primer lugar en usos y abusos de manosear el término “violencia” son Felipe Calderón Hinojosa y medios de comunicación que lo acompañan (cada vez menos, por cierto). El señor Calderón, aficionado a los juegos de computadora de estrategia en tiempo real (su juego favorito, lo declaró alguna vez, es “Age of Empires” –“la época de los imperios”-), decidió que, en lugar de pan y circo, al pueblo había que darle sangre. Como el circo ya lo dan los políticos profesionales y el pan está muy caro, Calderón decidió, apoyado en un bando de narcotraficantes, hacerle la guerra al otro bando. Violando la Constitución, sacó al ejército a cumplir labores de policía, ministerio público, juzgado, carcelero y ejecutor. Que esa guerra la está perdiendo lo sabe cualquiera que no sea de su gabinete, – y que la muerte de su pareja sentimental fue un asesinato, también se sabe aunque no se publique-.

Y en su guerra, las fuerzas del gobierno de Calderón tienen en su haber el asesinato de no pocas personas que nada debían, de niños y de no natos.

Con Calderón al frente, el gobierno de México va un paso delante de los de Estados Unidos e Israel: él los mata desde que están en el vientre materno.

Pero se dijo, y todavía lo repiten locutores y editorialistas, que se iba a usar la fuerza del Estado para combatir a la violencia del crimen organizado.

Y cada vez más se ve que el crimen organizado es quien dirige la fuerza del Estado.

Aunque tal vez todo se trate de una inteligente estratagema de Calderón y su objetivo sea distraer la atención de la gente. Ocupado como está el público con el sangriento fracaso de la guerra contra el narcotráfico, puede que no se dé cuenta del fracaso calderonista en política económica.

Pero volvamos a las condenas a la violencia que desde arriba se hacen.

Hay una trasmutación tramposa, una falsa tautología: dicen condenar la violencia pero en realidad condenan la acción.

Para ellos, los de arriba, la inconformidad es un mal del calendario o, cuando también se desafía a éste, una patología cerebral que se cura, según algunos, con mucha concentración mental, poniéndose en armonía con el universo y así todos somos seres humanos… o ciudadanos.

Para estos violentos pacifistas todos son seres humanos: lo es la joven griega que levanta la mano con una molotov en ella y el policía que asesina a los Alexis que en el mundo han sido y serán; lo es el niño palestino que llora en el funeral de sus hermanitos muertos por las bombas israelíes y el piloto del avión de combate con la estrella de David en el fuselaje; lo es el señor George W Bush y el indocumentado asesinado por la Border Patrol en Arizona, EU; lo es el multimillonario Carlos Slim y la mesera de un Sanborns que debe viajar 3 ó 4 horas para llegar al trabajo y salir de él y si llega tarde la despiden; lo es el señor Calderón, quien se dice jefe del ejecutivo federal mexicano, y el campesino despojado de su tierra; lo es el señor López Obrador y los indígenas asesinados en Chiapas a quienes ni vio ni oyó; lo es el señor Peña Nieto, depredador del Estado de México y el campesino Ignacio Del Valle, del FPDT, preso por defender a los pobres; en fin, lo son los hombres y mujeres que tienen la riqueza y el poder, y las mujeres y hombres que no tienen nada más que su digna rabia.

Y allá arriba demandan y exigen: “Hay que decir no a la violencia, venga de donde venga”… teniendo cuidado de hacer énfasis si la violencia viene de abajo.

Según ellos, todos y todas deben ponerse en armonía para que sus diferencias y contradicciones se resuelvan y gritar la consigna: “el pueblo armado también es explotado”, refiriéndose a soldados y policías.

Nuestra posición como zapatistas es clara. No apoyamos el pacifismo que se enarbola para que sea otro el que ponga la otra mejilla, ni la violencia que se alienta cuando son otros quienes ponen los muertos.

Nosotros somos quienes somos, con todo lo bueno y todo lo malo que cargamos y que es nuestra responsabilidad.

Pero sería ingenuo pensar que todo lo bueno que hemos logrado, incluido el privilegio de escucharlos y aprender de ustedes, se hubiera conseguido sin la preparación de una década entera para que amaneciera el Primero de Enero como de por sí amaneció hace 15 años.

No fue con una marcha o un desplegado de los-abajo-firmantes que nos dimos a conocer. Fue con un ejército armado, con los combates contra las fuerzas federales, con la resistencia armada, que nos dimos a conocer al mundo.

Y nuestros compañeros y compañeras caídos, muertos y desaparecidos, lo han sido en una guerra violenta que no empezó hace 15 años, sino hace 500 años, hace 200 años, hace 100 años.

No estoy haciendo una apología de la violencia, estoy señalando un hecho constatable: en guerra nos conocieron, en guerra nos hemos mantenido estos 15 años, en guerra seguiremos hasta que este rincón del mundo llamado México haga suyo su propio destino, sin trampas, sin suplantaciones, sin simulaciones.

El Poder tiene en la violencia un recurso de dominación, pero también lo tiene en el arte y la cultura, en el conocimiento, en la información, en el sistema de justicia, en la educación, en la política institucional y, por supuesto, en la economía.

Cada lucha, cada movimiento, en sus muy particulares geografías y calendarios, debe recurrir a diversas formas de lucha. No es la única y probablemente no sea la mejor, pero la violencia es una de ellas.

Es un gesto bello el enfrentar con flores los cañones de los fusiles, vaya hasta hay fotos eternizando el acto. Pero a veces es necesario hacer que esos fusiles cambien de objetivo y se dirijan hacia arriba.

El acusador y el acusado.

Se nos acusa de muchas cosas, es cierto. Y probablemente seamos culpables de alguna de ellas, pero ahora quiero detenerme en una:

No disparamos al reloj del tiempo ese primero de enero, ni lo convertimos en una fiesta nostálgica de derrota, como han hecho con el 68 algun@s de esa generación en todo el mundo, como lo han hecho en México con el 88 y ahora hasta con el 2006. Sobre este culto enfermizo por los calendarios trucados volveré después

Tampoco editamos la historia para renombrarla señalando que somos o fuimos los únicos o los mejores, o ambas cosas (que es lo que hace esa histeria grupal que es el movimiento lopezobradorista, pero ya volveré sobre esto después).

Hubo y hay quienes nos critican que no hayamos dado el salto “a la realpolitik” cuando nuestros bonos políticos, es decir nuestro rating mediático, favorecía un buen precio por nuestra dignidad en el mercado de opciones electorales (que no políticas).

Nos acusan, en concreto, de no haber sucumbido a la seducción del poder, ésa que ha logrado que gente muy brillante de izquierda diga y haga cosas que serían una vergüenza para cualquiera.

Nos acusaron también de “desvarío ultra” o “radicalismo” porque en la VI Declaración señalamos al sistema capitalista como el causante de los principales males que aquejan a la humanidad. Hoy ya no insisten en eso, porque hasta los voceros del gran capital financiero en Wall Street lo dicen.

Por cierto, ahora que todo mundo dice y redice sobre la crisis global, habría que recordar que hace ya 13 años, en 1996, fue advertida por un escarabajo digno y rabioso. Don Durito de La Lacandona, en la ponencia más breve que he escuchado en mi corta edad, dijo “el problema con la globalización es que luego los globos se revientan”.

Nos acusan de no constreñirnos a la supervivencia que con sacrificios y el apoyo de los abajos en los rincones del planeta hemos edificado en estas tierras indias, y de no encerrarnos en lo que las mentes lúcidas (así se dicen) llaman “el laboratorio zapatista” o “la comuna de la Lacandona”.

Nos acusan de salir, una y otra vez, para confrontar al Poder y para buscar a otras, otros, ustedes, que lo confronten sin falsos consuelos ni conformismos.

Nos acusan de haber sobrevivido.

Y no se refieren a la resistencia que 15 años después nos permite decir que seguimos luchando, no sólo viviendo.

Lo que les molesta es que hayamos sobrevivido como otro referente de la lucha, de la reflexión crítica, de la ética política.

Nos acusan, quién lo fuera a decir, de no habernos rendido, de no habernos vendido, de no haber claudicado.

Nos acusan, en suma, de ser zapatistas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Hoy, 515 años después, 200 años después, 100 años después, 25 años después, 15 años después, 5 años después, 3 años después, declaramos: somos culpables.

Y, puesto que es el modo neozapatista, no sólo lo confesamos, también lo celebramos.

No imaginamos que esto le iba a doler a algunos que allá arriba simulan progresismo o se visten de una izquierda de amarillo descolorido o sin siquiera color, pero hay que decirlo:

El EZLN vive. ¡Viva el EZLN!

Muchas gracias.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 2 de enero del 2009.

P.D.- Siete Cuentos para Nadie.

CUENTO 1: ASÍ FUE…

Ya hemos escuchado al Teniente Coronel Insurgente Moisés presentarme como parte de la niñez zapatista. Tal vez para desafiar el calendario, luego a los zapatistas nos da por cumplir años al revés y en lugar de los 515 años que dice que tengo mi acta de nacimiento, cumplí 5 y entré en 6, o sea que tengo 7 años. Puede ser, después de todo si algo ha demostrado el zapatismo es que muchas cosas que parecían imposibles se hacen posibles con imaginación, ingenio y audacia.

En defensa de mi absurdo calendario puedo decir que con niñas y niñas comparto la fobia a las inyecciones y el gusto por los cuentos y relatos.

Hace algún tiempo, platicando con una compañera ciudadana, le contaba yo de algunas de las cosas que acá pasan. Me decía ella que no las creía. Yo le dije que la entendía, que era porque no se iban a creer que las narraba como cuentos.

En nuestras montañas pasan cosas que a ustedes les pueden parecer increíbles. Así que como tal se las cuento, como si fueran cuentos.

Porque parece increíble que, en efecto, en nuestras montañas habita un escarabajo con ínfulas de caballero andante, que hay una piedrita inconforme entrenándose para ser nube, que el Sup se está aliando con niños y niñas zapatistas para redactar una parte del Programa Nacional de Lucha que prohíba terminantemente la producción, el tráfico y el consumo de inyecciones, que el Viejo Antonio se aparece cada tanto con historias y leyendas que le contaron los dioses más primeros, los que nacieron el mundo, que Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, ya era difunto cuando fue a la ciudad para luchar contra el mal y el malo, que un homosexual trabajador sexual le salvó la vida paradójicamente porque ya era difunto una fría madrugada capitalina, y que a veces hablaba con un caló de skatero, que la Toñita tiene 3 generaciones y 6 años sobre sus hombros y que se mete sin permiso en la Comandancia General del EZLN, que la luna a veces se emborracha de desamor, que los niños y niñas piensan y actúan como si el Sup fuera uno niño más que no ha dejado ese chupón raro que echa humo, que la insurgenta Erika refundó el marxismo con tendencias francamente feministas, que el otro día echaron una bomba en un cuartel zapatista y nadie murió, que Sombra el guerrero fue maldecido por una luna rencorosa y despechada, y que, sin embargo, sigue buscando perderse, que hay un búho que, en lugar de griego y latín, estudia los catálogos de ropa interior femenina, que hay una niña que se llama Diciembre y que, como su nombre lo indica, nació en noviembre, que el Moy sabe que, cuando no se le encuentra en la Comandancia General, al Sup hay que buscarlo en lo alto de la Ceiba,

Así que, en lugar de discutir sobre la veracidad de cosas tan cotidianas en nuestras montañas, vengo yo, un subcomandante cualquiera, y se las platico como si fueran cuentos.

Hace unos momentos hemos entregado a la compañera que habló de la Grecia insurrecta un cuadro hecho por una compañera ciudadana, Beatriz Aurora. En el cuadro se representa con muchos colores esta ciudad de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, y en ellas se señalan los lugares donde trabajan personas que luchan como nosotros, aunque sin armas ni pasamontañas.

El significado de este regalo tal vez se entienda mejor con lo que ahora les voy a contar:

Hace 15 años fueron tomadas por nuestras tropas 7 cabeceras municipales: Las Margaritas, Ocosingo, Altamirano, San Cristóbal de las Casas, Oxchuc y Chanal. Entonces fueron rendidas o sorprendidas las fuerzas gubernamentales que las guardaban.

Tal vez se puede decir que la toma de esta ciudad en la que estamos, San Cristóbal de las Casas, bastión ladino del racismo, fue la que nos dio a conocer al mundo. Puede ser.

Lo que sí sé es que las tomas de Ocosingo, Las Margaritas y Altamirano fueron las que nos dieron dominio sobre el territorio y permitieron la toma de las buenas tierras de labranza y su recuperación, después de cientos de años de despojo. Esta toma de tierras fue la base económica para construir la autonomía zapatista.

De esto ya hablé hace un año y quienes quieran ahondar en ello deberán buscar en internet o conseguir alguna edición marginal, porque está visto que todo lo que no sea a favor o en contra del movimiento lopezobradorista no se publica.

Hablando de imaginación, ingenio y audacia para hacer posible lo imposible, los relatos que les voy a narrar a continuación no son cuentos y no son zapatistas. Pero se refieren a eso que pasó hace 15 años y sacudió al mundo y, como se verá a continuación, también al submundo de los indígenas.

El uno es de un indígena tzotzil progobiernista y el otro es de un indígena no zapatista que sobrevive vendiendo sus productos en el mercado de esta ciudad. Se trata de la traducción en español de una traducción en inglés de una traducción al español de unos relatos en tzotzil, por eso escucharán un texto muy pulcro en su redacción y en su vocabulario.

Traducido por Jan Rus, en el libro de Marián Perez Tzu, “Indigenous Revolts”, Grosnor & Ouweneel, Cedla, Amsterdam, 1996. Pp. 122-128. Recopilado en “Antigua y nueva palabra. Antología de la literatura mesoamericana desde los tiempos precolombinos hasta el presente”. Miguel León-Portilla y Earl Shorris, con Sylvia S. Shorris y Ascensión H. de León-Portilla. Ed Aguilar. México, octubre de 2004. Pa 732-733.

Va pues:

Principios de enero: preparativos y visitas.

“Antes de la invasión de San Cristóbal, todo mundo siempre hablaba acerca de cómo los soldados de la base militar que custodiaban la entrada sur de la ciudad habían distribuido trampas alrededor de todo su puesto y de cómo las habían arreglado de tal manera que nadie se animara a atacarlos alguna vez. Si los pobres indígenas, en alguna ocasión, se atrevieran a dar problemas, se decía, los soldados acabarían con ellos allí mismo, antes incluso de que pudieran salir del bosque. Los oficiales del ejército son maestros en el arte de matar, decían, y todo lo que tienen que hacer todos los días, su única tarea, es enseñar a los soldados recientemente reclutados a matar. Y como si todo eso no fuera suficiente para ahuyentar a un grupo de campesinos andrajosos, decía todo mundo, los soldados tenían también cantidades de bombas almacenadas en su fuerte. ¡Y éstas eran nada menos que bombas especiales para matar indios!

K´elavil, mira, según lo que decía la gente, los soldados habían sujetado un alambre especial alrededor de sus barracas, el que estaba conectado a una bomba cada pocos pasos. Si los malditos indios alguna vez se atrevían a acercarse, decían, todo lo que los soldados tenían que hacer era incorporarse de sus camastros y tocar el alambre con algo de metal –como, por ejemplo, una corcholata de cerveza- y todas las bombas explotarían. Y si los indios trataban de cortar el alambre, también explotarían las bombas.

Pero, por supuestos, los soldados tienen fama de no dormir nunca, así que, en primer lugar, los indios nunca podrían siquiera acercarse a las bombas. Los soldados se figuraban que nadie podría alguna vez atravesar la línea de bombas. Pero, después de todos esos preparativos, ¿qué ocurrió? El primero de enero, ¡los soldados estaban despiertos cuando los zapatistas arribaron a San Cristóbal! ¡Pero roncando! No vieron a los zapatistas cuando entraron por los puestos de control junto con los otros pasajeros de los autobuses de segunda clase. No se dieron cuenta de que los zapatistas salían de los camiones en la terminal de autobuses y caminaban hacia el centro de la ciudad. ¡No vieron nada! Y cuando los soldados despertaron, ¡los zapatistas ya habían rodeado el Palacio de Gobierno, y habían ubicado sus propias guardias alrededor de la ciudad! Después de todo, ¡fue el ejército el quedó fuera de la ciudad, refugiado en sus barracas! ¡Los zapatistas triunfaron ignorándolos, simplemente! ¡No fue sino hasta el día siguiente, cuando ya habían concluido lo que debían hacer en la ciudad, que los zapatistas finalmente fueron a visitar a los soldados!

Los zapatistas son solamente indígenas, pero lo que olvidaron los oficiales del ejército es que los indios también son hombres. Y puesto que son hombres, también podían estar armados y entrenados igual que el ejército. Todo lo que necesitaban era la idea. ¡Y cuando ésta surgió, el desarrollo de su pensamiento fue mejor que el del ejército! ¡Ellos hicieron tontos a los oficiales quienes eran maestros en el arte de matar! Desde ese día, todos nosotros, incluso aquellos que no somos enemigos del gobierno, sentimos algo así como risa, cosquilleándonos en la garganta.

Si hay un parte triste de todo esto es que, a pesar de que los zapatistas son seres humanos, han tenido que vivir escondiéndose desde ese momento hasta ahora, No pueden dormir en sus propias camas ni habitar en sus propias casas, sino que deben permanecer escondidos en cuevas en la selva. Incluso si quieren tener niños, como cualquier otra persona, deben tener relaciones en las cuevas. ¡Como los armadillos!”

Fin de este relato.

Y ya que estamos hablando de calendarios de arriba y de abajo, recordemos que ya son también 15 de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio. Así que ahora algo del libre comercio…

Finales de junio (enero): hacia un mercado libre

Durante, más o menos, las dos primeras semanas del cerco de San Cristóbal, ningún funcionario ladino se dejó ver en público, tampoco ningún policía, ni un policía de tránsito ni un colector de impuestos del mercado. Ni uno solo. ¡Habían desaparecido! Estaban tan atemorizados de los zapatistas que se escondieron.

Pero en el momento justo en que estuvieron seguros de que el ejército zapatista se había retirado y ya no regresaría, ¡já!, de inmediato aparecieron de vuelta los policías de tránsito, quitando las placas a los vehículos, los policías municipales aporreando beodos, y los colectores de impuestos corriendo a las pobres mujeres que procuraban vender sus jitomates y limones en las esquinas de las calles. De repente, cuando los zapatistas se fueron, dejaron de tener miedo. Pero cuando los zapatistas estaban aquí, se quedaron en sus habitaciones, con las cortinas cerradas, temblando de miedo. Ni siquiera podían acostarse con sus mujeres de tan asustados que estaban.

¿Se dan cuenta de que esto significa? Que ellos estaban aterrorizados por los indígenas –porque eso son los zapatistas, son indios-. Cuando nosotros, los otros indígenas, nos dimos cuenta de ello, de inmediato nos sentimos fuertes. Fuertes como los zapatistas. Los mestizos de San Cristóbal siempre nos habían menospreciado solamente porque no hablábamos correctamente el español. Pero ahora todo había empezado a cambiar.

Un ejemplo de esto es que, a mediados de enero, cuando los funcionarios estaban todavía escondidos, los indígenas vendedores de carbón de leña se reunieron y formaron la Organización Zapatista de Vendedores de Carbón de Leña. Después, sin pedirle permiso a nadie, se trasladaron del baldío en el cual siempre se habían visto obligados a vender en tiempos anteriores, a la calle exactamente al lado del mercado principal.

El hecho es que el carbón de leña es verdaderamente sucio. Todo a su alrededor se cubre de un polvo negro, por lo que los funcionarios del mercado siempre los habían mantenido lejos de la sección del mercado que frecuentaban la “gente decente” y los turistas. Sin embargo, al no haber nadie que los detuviera, los vendedores de carbón de leña pudieron estar cerca de todos los demás.

Pero había también muchos otros indígenas que siempre fueron relegados a las afueras del mercado. Cuando estas gentes vieron que los vendedores de carbón de leña habían cambiado de ubicación sin pedirle permiso a nadie, comenzaron a llegar, preguntando si ellos también podrían trasladarse. ¡Híjole! ¡De pronto hubo doscientas personas sentadas en filas ordenadas vendiendo verduras, y frutas, y carbón de leña, en lo que antes solía ser el estacionamiento donde la gente rica dejaba sus vehículos! El primer día que se reunieron allí, el líder de los vendedores de carbón les dirigió un discurso. ¡Hermanos y hermanas!, exclamó, ¡no tengan miedo! Muchos de nosotros estamos ahora vendiendo aquí, en esta calle,. Permitamos a todos aquellos que siempre han sido forzados a vender afuera de las partes traseras de los camiones, a todos aquellos que han sido empujados a las afueras del mercado, que vengan aquí, al centro, con nosotros. ¡Permitámosles que vengan y ocupen un sitio en estas hileras que hemos hecho y después veremos si los funcionarios se atreven a decir algo! Sólo una cosa les digo a todos aquellos que se reúnan con nosotros: ¡no quiero oír a nadie que hable de tener miedo! ¡Si permanecemos unidos y firmes, no tenemos nada que temer! Todos los mercachifles indígenas saltaron poniéndose de pie. “¡Estamos contigo!”, respondieron con alegría.

De modo que temprano, cada mañana, todas estas gentes venían, se ubicaban en pulcras hileras y extendían sus mercaderías en el suelo.

Pero llegó finalmente el día en que el administrador del mercado regresó. Puesto que él es el jefe del mercado y de todas las calles que lo rodean, se plantó frente al primer vendedor de carbón de leña que vio y le demandó: ¿quién te autorizó a vender acá? Nadie tiene que darnos permiso ya que nosotros pertenecemos a una organización. ¿Qué chingada de organización? ¡Levanta toda esta mierda y vete al infierno, carajo, fuera de aquí, antes de que me enoje, gritó en administrador, no quiero oír ni una palabra más de ninguno de ustedes, culeros! ¿Vas a obedecer o no, hijo de la chingada?

¡Madre de Dios! Se lo veía realmente furioso. No, nosotros no nos quitaremos de aquí. Somos pobres y humildes y necesitamos vender para poder comer, respondió tercamente el indio. Entonces, por fin, habló el dirigente de los vendedores de carbón de leña. “Te ves muy valiente ahora”, le dijo al administrador en forma apacible, “pero cuando los zapatistas estaban aquí no dijiste nada porque estuviste escondido atrás de las faldas de tu mujer. Hasta ahora es que has tenido los huevos de hablar. Entonces, ¿quién es el culero? Tal vez sería mejor para ti que te quedaras callado, porque, si nos corres, nos aseguraremos que el mando de los zapatistas sepa tu nombre y lo pondremos al tanto de la clase de hombre que eres. Puedes ganar hoy, pero tal vez deberías pensar lo que te costará en el futuro”

¡Hijo! ¡Nunca antes un indio le había hablado en esa forma al administrador! Él empezó a temblar, quién sabe si de miedo o de rabia, y después se volteó y desapareció sin decir ni una palabra, llevándose a todos sus cobradores de impuesto con él.

Y así fue como estuvieron las cosas hasta comienzos de marzo. Gracias a los zapatistas, los indios están aprendiendo a levantarse por sí mismos…”

Tan-tan.

Muchas Gracias y hasta mañana.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 2 de enero del 2009.

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Segundo Viento: un digno y rabioso empeño.

De homenajes y saludos (un poco de historia e histeria pasadas y presentes).

Antes hemos señalado el truco geográfico que el Poder usa para acomodar distancias inexistentes entre sus formas de dominio, por un lado, y las resistencias que encuentra, por el otro.

El Poder también usa los calendarios para neutralizar los movimientos que atentan o atentaron contra su esencia, su existencia o su normalidad.

Por eso sus fechas conmemorativas. Con ellas se acota, se limita, se define y se detiene. Con cada día del calendario que el Arriba admite en su cronología, se da una toma de control sobre la historia. Con esos días se detienen los movimientos, se dan por finalizados en todos los sentidos. No habrá Arriba, en esa calendarización de la historia, nada que dé cuenta de los procesos y movimientos que entonces son reducidos a un día.

Y entonces esas fechas se convierten en estatuas. En México el 16 de Septiembre y el 20 de noviembre fueron momificados desde los inicios de la larga era priísta. Cada año, la camarilla de criminales en turno, es decir, en el gobierno, acudía a monumentos y desfiles sólo para asegurarse de que Miguel Hidalgo, José María Morelos, Vicente Guerrero, Francisco Villa y Emiliano Zapata seguían muertos.

Y no sólo había en el calendario de arriba sus fechas de exorcismo frente a muertos incómodos, también las había donde el control se corroboraba, como los primeros de mayo priístas en México.

Tal vez por eso, reivindicando su profunda raíz priísta, el gobierno perredista de la Ciudad de México ha pretendido oficializar el 2 de octubre de la mano de algunos de los envejecidos en ideas participantes en el movimiento estudiantil de 1968. Como si así quisieran tomar control sobre una juventud capitalina digna y rabiosa.

Y estoy casi seguro de que, en cada punto de la abigarrada geografía mundial, el Poder ha erigido estatuas y puntos de control en su calendario.

Otra vez desde la Grecia recurrente nos llegó la palabra que dijo que, para tratar de desfondar la rabia movilizada de la juventud, el gobierno adelantó el período vacacional.

Pero el airecillo liberal se convirtió en huracán neoliberal y vino la globalización. Y con ella el crujir de los viejos cimientos de las clases políticas… y de sus usos y costumbres.

En México, el primero de mayo ya no volvió a ser el mismo, es decir, un dilatado agradecimiento al-señor-presidente, cuando los aparatos de control sindical se resquebrajaron y los trabajadores convirtieron la marcha que debía ser de caravanas serviles en una de demandas y reclamos. Entonces una bomba molotov fue a dar a las puertas de Palacio Nacional. ¿El año en el calendario? 1984. Unos meses después, yo tendría una de mis muertes y uno de mis nacimientos en las montañas del sureste mexicano.

El intermitente desafío de los trabajadores de la ciudad, antes circunscrito a la izquierda, alcanzó entonces a las grandes centrales sindicales. El grito volvió a ser murmullo, es cierto, pero sigue latente. Un Fidel Velázquez muerto muchos años antes de ser enterrado fue el aviso para que se buscaran nuevas figuras de control, es decir, nuevas correas de trasmisión, para que los designios de arriba fueran del dominante al dominado. Y surgieron los neocharros, que no eran ni son tan nuevos. Vaya, si ve usted a un líder sindical oficialista de ahora y ve la foto de uno de los de antes, se preguntará alarmado si las fechas no están equivocadas.

El aparato de control del Poder sobre los trabajadores del campo y de la ciudad parecía vivir en el retrato de Dorian Grey (ni siquiera sé si así se escribe) que, a pesar de su decrepitud, lucía siempre rozagante, fresco, efectivo.

Pero el espejo se rompió y el envejecimiento fue patente.

Entonces las nuevas figuras del control en el campo y en la ciudad, los neocharros del sindicalismo obrero y las centrales campesinas, se encontraron con que su tarea ya no era amortiguar… perdón, voy a decir una mala palabra, amortiguar la lucha de clases sirviendo de colchón y gestor de las demandas obreras y campesinas (en México, el sueño imposible de la UNT y Diálogo Nacional que la acompaña). No, ahora de lo que se trataba era de implantar las nuevas estrategias y tácticas del capitalismo salvaje en las fábricas, en los comercios y bancos, y en el campo. Sobre este proceso de reorganización de la fuerza de trabajo no voy a ahondar más, hay varios y excelentes textos en nuestro país que dan cuenta de ello.

En el campo, la joya de la corona neoliberal fue la reforma reaccionaria del artículo 27 constitucional, implementada por el hoy escritor asiduo de un periódico progresista y siempre un criminal: Carlos Salinas de Gortari.

Aunque siempre con sueños de una grandeza que tenga su lugar memorable en el calendario de los homenajes, Carlos Salinas de Gortari no ha dejado de ser un empleado de las grandes fuerzas del capital internacional, un gerente que, primero, se hizo del poder mediante un fraude electoral escandaloso (aunque no tanto como el que hizo Felipe Calderón), y después quiso imponer a sus subalternos, es decir, a sus gobernados, un país virtual del primer mundo.

Y tuvo éxito… hasta que, un primero de enero de hace 15 años, un fusil indígena de madera le rompió la pantalla de su monitor, su teclado y su máuser, digo, su mouse y, a juzgar por las incoherencias que escribe ahora, también le arruinó el disco duro. Y de eso ni Bill Gates lo salva.

El crimen de la contrarreforma al artículo 27 constitucional, perpetrado con el aval legislativo de varios de quienes hoy son “paladines” de la democracia y “defensores” del pueblo en las filas lopezobradoristas, se tradujo en estas tierras indígenas en el detonante del crecimiento cuantitativo y cualitativo, en elementos y en territorio, de lo que el mundo ahora conoce como Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Pero de esto ya hemos hablado antes.

Las formas y modos de Salinas de Gortari y el empleado de trasnacionales, Zedillo Ponce de León, semejaban más a las del ignorante capataz hacendario que a las del pulcro gerente de ventas, así que el gran capital decidió probar a uno igual de mediocre que sus anteriores, pero que había hecho su carrera gerencial en la Coca Cola, un Vicente Fox que ya exhibía sus problemas mentales desde la campaña electoral y que atentó contra el calendario exorcizador príista, llevando la ya acostumbrada ignorancia de la historia nacional de la que hacen gala los miembros del Partido Acción Nacional, a las festividades patrias.

Fue tan torpe su desempeño como titular del ejecutivo, que el PAN y amigos que lo acompañan tuvieron que recurrir a un fraude electoral descomunal para hacerse de la presidencia de una ya agonizante República Mexicana.

Por cierto, el gobierno de Felipe Calderón lanzó recientemente una campaña mediática donde exhorta a la ciudadanía a señalar cuál es el trámite más inútil.

Las zapatistas, los zapatistas, tenemos nuestra propuesta: las elecciones presidenciales son el trámite más inútil. Además de ser carísimas y de que todos tenemos que soportar las estupideces que dicen y repiten los candidatos, como quiera es en otro lugar donde se decide quién se sienta en la silla.

Pero si el Partido Acción Nacional exhibe como bandera su ignorancia histórica, el movimiento lopezobradorista levanta su convicción histérica. Editan su historia y la de quienes los acompañan (hace poco, con motivo de la muerte de Gustavo Iruegas, supuesto encargado de la inexistente política exterior del “gobierno legítimo”, se escribió una breve semblanza de él donde se editaba su biografía para que no apareciera que fue miembro de la representación gubernamental del gobierno de Zedillo en el saboteado diálogo con el EZLN, puesto en el que dijo esa frase ya clásica en los medios gubernamentales: “a los zapatistas hay que golpearlos para que dialoguen” –tal vez así, mutilando su propia historia, puede evitarse que los feligreses sepan bien a bien a quién apoyan y siguen). Y gracias a esa mutilación de su historia, pueden obviar que la gran mayoría de quienes encabezan su movimiento se dejaron y se siguen dejando agarrar la pierna, políticamente hablando, por los supuestos enemigos.

A nosotros se nos acusa de ser sectarios e intolerantes pero, la verdad sea dicha (¡já!), ningún movimiento en México ha exhibido tal grado de sectarismo, intolerancia e histeria como el que hoy, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, amenaza con salvar a México.

Y la histeria se convierte en franca esquizofrenia cuando, viéndose al espejo, estos intelectuales dicen: “Realmente somos los únicos que estamos haciendo algo por este país, no vemos a nadie más”. Y en sus actos y movilizaciones se encuentran y comentan: “Oiga mi buen, yo creo que a este movimiento le hace muy bien mi orientación. Mi sola presencia lo hace histórico”. En efecto, es histórico el número de veces que ese movimiento le ha adjudicado a lo que hace el apelativo de “histórico”.

Si estos viudos y viudas de Palacio Nacional hacen todo lo que hacen sin tener el poder federal, imagínense ustedes lo que harían si el renombrado hubiera llegado a la silla.

En fin, como quiera que sea, las formas, los modos, los usos y costumbres de la clase política mexicana están ya en franca crisis. Aunque sigue habiendo especialistas para esa especialidad de la política profesional. Ya volveremos después sobre esto.

En estos tiempos pasados hemos visto cómo, con homenajes, el Poder de uno y otro color, ha logrado domesticar a algunos, a algunas de quienes pueden tener una posición crítica frente a ÉL. Neutralizadas así (“¡Por dios!, ¿cómo voy a criticar a quien me dio esta medalla y/o este cheque?”) estas personalidades, otrora críticas al sistema y sus gobiernos, se convierten entonces en simples correas de transmisión de la verdad en turno.

Antes, para lograr eso requería una embajada, o al menos un consulado. Hoy no se necesita tanto, bastan algunos cortejos en comidas y reuniones, un homenaje a cargo del erario, cortar un listón de alguna obra pública, unas cuantas notas periodísticas, y ¡zas!, ya tenemos a un nuevo vocero de los dos gobiernos que actualmente padecemos en México.

Los homenajes son tan seductores para los intelectuales, que algunos no resisten la tentación y, ante la falta de seguidores que se los hagan, ellos mismos se organizan un homenaje, como lo hizo ese otro cretino, presunto defraudador de la Universidad en la que trabaja, que inspirado en el alcohol se da el derecho de calumniar, criticar y dar órdenes a los movimientos de México y del mundo, desde las cómodas páginas de un periódico, y que para obtener feligreses llegó al extremo de llamar “heroicas” y “heroicos” a las “adelitas” y “adelitos” del lopezobradorista movimiento en defensa del petróleo.

Pero las corporativas no son las únicas correas de trasmisión que se agotan. La mediación y la gestoría no es sólo económica. El Estado que ahora agoniza creó también sus mediadores y gestores en el arte y la cultura, la comunicación, el conocimiento. Primero los cortejó con homenajes y alabanzas, luego los sedujo con premios y becas, después los convirtió en sus empleados para que actuaran como mediadores ante quienes en esos campos se negaban y se niegan a domesticarse

Todas las instituciones encargadas de la mediación y la gestoría están ya o estarán en crisis. La línea media entre los bandos se ha angostado tanto, que se tiene que optar por uno de ellos. Así tenemos organizaciones campesinas gestoras recurriendo a la policía y a los jueces para reprimir y perseguir a otros campesinos sin tierra; intelectuales y líderes sociales aplaudiendo la represión de la policía contra los bloqueos que en el DF y en apoyo a Atenco realizó la Otra Campaña en mayo del 2006, protegidos por esa misma policía en el plantón lopezobradorista en el D.F., en agosto-septiembre del mismo año;

Así que guarden sus medallas, ahorren sus cheques y hagan videos de sus homenajes, porque el mundo ya no es el mundo, ni el pueblo es el mismo.

Porque si no me equivoco, este Festival ha ido a contrapelo de esos calendarios. Y hay, en este otro camino, otros calendarios que se dibujan abajo.

Sobre este año del 2009 se nos ha dicho hasta el hartazgo que la globalización está en crisis y que todos habremos de pagar los costos. Así pasa, en épocas de crisis el capitalismo se vuelve profundamente “democrático”.

Pero hay muchas cosas que celebrar. Por ejemplo: los 25 años de Botellita de Jeréz, los 10 años del inicio del movimiento estudiantil que defendió la universidad pública y gratuita en México, las lecciones que imparten los adolescentes de Grecia, las enseñanzas de los parados de Argentina, el empeño por justicia de las otras y otros en suelos neoyorkinos, la constancia rebelde en la Francia de abajo, la descarnada esperanza y la lucha de la Bolivia indígena en esa hermosa cátedra que nos impartió Oscar Oliveira, la pléyade de resistencias en América Latina de la que nos dio cuenta Don Raúl Zibechi, la saludable e impostergable tarea de rescatar a mi General Sandino, que reivindica la Comandanta, para nosotros ella sí sandinista, Mónica Baltodano, los 50 años de lección de dignidad que imparte el pueblo de Cuba.

Hemos hablado de cómo los homenajes doman y domestican a la crítica opositora y lo vulnerables que son a esos cantos de sirena los intelectuales y periodistas.

Sin embargo, hay algunos que se resisten a esos homenajes con su empecinado ser consecuentes.

Está aquí con nosotros el compañero Adolfo Gilly. Y me atrevo a llamarlo “compañero” no porque sea del EZLN o sea de la Otra Campaña, sino por su ya larga historia de lucha del lado de los de abajo y a la izquierda.

Los zapatistas no hacemos homenajes más que a nuestros muertos y no cortejamos con comidas, premios y medallas, ni invitamos a cortar cordones de inauguración de segundos pisos.

Nosotros simplemente saludamos.

Y hoy queremos saludar a este hombre.

Siempre lo hemos considerado un hombre de izquierda consecuente, aunque alguna vez, como en lo que se refiere al Okupache, no hayamos estado de acuerdo con sus análisis o posiciones.

Lo saludamos no sólo porque en los tiempos en que la histeria intelectual del lopezobradorismo ilustrado nos atacó y calumnió, él supo hacernos saber, a su modo, que no sólo no compartía los descalificativos que tan alegremente se prodigaron allá arriba en contra nuestra, también que veía los mismo peligros sobre los que nosotros alertamos.

No sólo porque en alguno de nuestros cuarteles se puede encontrar, roto y desaliñado, que es como están los libros que se leen una y otra vez, su libro “La Revolución Interrumpida”, cuya nota previa a la primera edición, escrita en la cárcel de Lecumberri donde estuvo preso político, termina así “Hoy más que nunca es verdad la frase puesta por Lenin en la última página de “El Estado y la revolución”, cuando octubre de 1917 le impidió completar su texto: “Es más agradable y provechoso vivir la experiencia de la revolución, que escribir acerca de ella”

También, y sobre todo, lo saludamos por su vida, que es una forma de decir su lucha.

Salud, Don Adolfo. Vaya con bien a donde vaya, y acá y allá sepa que tiene un lugar en nuestro corazón, es decir, en nuestra historia. Pese a pese a quien le pese, le duela a quien le duela, manque sean compas de la Otra y hayan hecho aquí lo que no hicimos nosotros cuando, desafiando todas las críticas y amenazas que recibimos, estuvimos apoyándolos como Okupache: faltarnos al respeto que entre compañeros nos debemos. Nosotros no renegamos de ustedes como compañeros. Y tampoco renegamos de Don Adolfo Gilly como compañero nuestro que es.

Y salud a todas y a todos rebeldes que este año levantarán su digno y rabioso empeño.

Muchas gracias.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 3 de enero del 2009.

P.D.- Siete Cuentos para Nadie.

Cuento 2.- El marxismo según la insurgenta Erika.

Después de varias lomas y subir una sierra por entre milpas y acahuales, llegué al cuartel de uno de nuestros batallones insurgentes. Me sentía “positivamente jodido” (expresión usada por quien era nuestro mando hace 24 años), pero satisfecho de haber completado la jornada, pese a un sol que más parecía de abril que de noviembre. Durante todo el trayecto, paisajes y situaciones remontaban mis pensamientos a aquellos primeros años del EZLN, a nuestros dolores de entonces, a nuestros sueños de siempre. Salvo las lluvias pasadas, el que llamamos “verano de noviembre” parecía querer alargar su estancia y desafiar el calendario… y la geografía. Porque el otro norte se había asomado por el sol alargando el día. Tal vez por eso es que venía yo recordando nuestro recorrido por esa parte de México en la Otra Campaña.

Recordé entonces el trabajoso ascenso por Nayarit, Sinaloa, el cruce del Mar de Cortés hacia Baja California Sur, el nuevo ascenso hasta Baja California, el bordear la frontera con el imperio de las barras y las estrellas, la entrada a Sonora. Sí, mi penoso batallar para llegar a lo alto de la sierra zapatista me había traído a la memoria un recuerdo doble, mezclado.

El lejano norte, el del Wixaritari, el del Yaqui, el del Mayo Yoreme, el del Tohono Odaham, el del Comca`c, el del Pima, el del Trique-Zapoteco-Mixteco (porque hay que ver lo extendido que es Oaxaca), el del Kumiai, el del Kiliwa, el del Cucapá, el del Rarámuri, el del Tepehuano, el del Caxcán, el del Pame, el del Kikapú, el de l@s trabajador@s de la maquila, el de los migrantes locales y foráneos, el de jóvenas y jóvenes, el de estudiantes y maestros, el de pequeños comerciantes, el de los campesinos sin tierra o en proceso de ser despojados de ella.

Las noticias de arriba hablan del norte de México, sí, pero de secuestros, levantones, asesinatos, enfrentamientos entre supuestos narcotraficantes y fuerzas federales, operativos policíacos y militares, destrucción del medio ambiente, corrupción gubernamental, abusos de autoridad.

Como si el norte de nuestro país no fuera más que una cueva de lobos hambrientos saciándose en la víctima propicia.

Como si no hubiera otra cosa.

Y es que el país entero se puede sintetizar en cada uno de los estados y regiones de México.

Arriba poco o nada ha cambiado. Si acaso el apellido de quien comanda la destrucción y la marca registrada de quien lo patrocina. Allá arriba se repiten métodos de explotación, despojo, represión y discriminación que son de hace 200 años, cuando la corona española clavaba sus mil colmillos sobre las tierras indias de lo que después sería México; como hace 100 años los poderes de la Europa y Estados Unidos lavaban en riquezas el sangriento cuerpo del porfirismo.

¿Y abajo? ¿Será lo mismo que hace 200 años, que hace 100 años?

En fin, volviendo a la loma, llegué, lo que a mi avanzada edad… perdón, quise decir, lo que a mi corta edad se puede catalogar como una hazaña.

Después de limpiar las armas y mal acomodarme en un rincón del cuartel, asistí a la celebración que con motivo del 25 cumpleaños del EZLN organizaba la tropa insurgente ahí reunida.

“La programa cultural”, como dicen los compañeros en su modo de desafiar las reglas de la lengua española, transcurría como de costumbre: canciones de ritmo desconcertante con una letra sin rima alguna, poesías corales e individuales, periódicos murales, etcétera.

De pronto llega su turno de una compañera recluta tzetalera, con pocos días de haber llegado y que apenas está aprendiendo algo de español. La compañera entonces, dirigiéndose al auditorio, declaró sin empacho:

“Compañeros y compañeras, voy a tener mucho gusto en aventarles una bomba”

El desbarajuste que provocó fue de antología (en realidad fue un desmadre, pero estoy cuidando mi vocabulario): los más nuevos corrieron a saber dónde, y los veteranos nos tendimos en el suelo y buscamos el poco abrigo que daban las bancas de troncos amarrados con bejuco.

La compañera no se inmutó, tal vez pensando que así es el modo de los insurgentes, y continuó:

“Ahí les va”, dijo, y todos enterramos la cabeza en el suelo y, en lugar de oír la explosión, escuchamos:

“Bomba, bomba, el Felipe Calderón tiene cara de calzón”

Por supuesto que, como pudimos, nos pusimos de pie de nuevo y, mientras tratábamos de limpiarnos el lodo, le aplaudimos a rabiar.

Con harto café y galletas de animalitos (sin agraviar a los presentes) tratábamos de pasar el trago amargo cuando se sienta a mi lado la insurgenta Erika y me dice:

“Oí Sup, quiero que me vas a enseñar a hacer poesía. Porque acaso me salen las bombas, mucho me concentro pero no me sale la tonelada.”

A mí se me atragantó una jirafa en la garganta y no respondí rápido, así que la insurgenta Erika pensó que estaba dudando y abundó en argumentos:

“Anda Sup, si me enseñas entonces yo te cuento un cuento que leí”.

Los cuentos de los zapatistas son muy otros, como se darán cuenta cuando la Lupita y la Toñita les cuenten los que prepararon, así que yo seguí sin poder pasar la galleta con forma de jirafa. La insurgenta Erika pensó entonces que mi silencio era un “sí” y se arrancó con el cuento que a continuación reproduzco respetando en lo posible su modo de contarlo:

“Bueno pues, había pues una vez pues una niña. Tenía como 14 años esa niña pues, o sea que estaba entrada en 15 o sea que 16 años (la insurgenta Erika no lo dice, pero está poniéndole a la protagonista la misma edad que ella tenía cuando entró al EZLN y está usando el mismo truco de las cuentas del calendario que usó entonces para ser aceptada en nuestras filas). Bueno, pues esta niña estudiaba lo que es la filosofía con un su maestro que tenía y que no me acuerdo de dónde salió el maestro pero pues así va el cuento. Y luego pues la llamaron con su maestro para estudiar su filosofía y la niña dice que sí va y sale a buscar a su maestro que vive en una cabaña en su bosque. Pero la niña no le avisó a su mamá, o sea que como quien dice se fue sin orden del mando. Bueno, de ahí que la niña empezó a caminar pues y entonces pues entró en el bosque y encontró pues un anciano pues, un viejo con una computadora viendo nomás, y no pierde la vista pues el pinche viejo, y la niña lo saluda pues, y no le contesta el pinche viejo que sólo lo mira su computadora con su ojo. Bueno, de ahí que la niña lo saluda otra vez y otra vuelta que el pinche viejo nomás no le contesta. Bueno, pues de ahí que la niña se encabronó y le dice más fuerte a ese hombre, que sea que como que lo regaña.

Bueno, de ahí que le contestaron y la niña le pregunta qué hace el pinche viejo, pero no le dice pinche viejo sino que nomás le dice, lo de pinche viejo lo digo yo ya vas a ver luego por qué.

Bueno, de ahí que el pinche viejo no le dice luego que está haciendo, sino que tarda. Bueno, de ahí que el pinche viejo no le dice qué es lo que está leyendo en su computadora, pero, bueno, por fin le dice: “No quiero perder ni un centavo y estoy contando”. “Ah, entonces eres como quien dice un hombre rico”, le dice la niña. “Sí”, dice el hombre. Así contestó el viejo. Bueno pues, “está bien” dijo la niña y se despidió la niña, o sea que no le interesó lo que está haciendo el pinche viejo de estar contando sus dineros. Bueno pues, se fue la niña y dentro de unos metros encontró otra niña. La saludó y la otra una niña le ofreció una caja de cerillos. Bueno, de ahí que la niña le preguntó cuánto cuesta y la otra una niña le dijo que un peso. Bueno, de ahí que la niña buscó en su bolsillo para ver si tiene dinero y sí tiene. Bueno, de ahí que la otra una niña casi se pone a llorar de gusto y dice que tiene muchos años que no le compran. “No es justo, pero si aquí hay un hombre rico”, dijo la niña. Bueno, y de ahí le dijo que la va a llevar. Bueno, de ahí que llegan y encuentran al hombre rico y no lo contesta a las niñas el pinche viejo. Y ahí tardan hablándole, hasta que otra vez se encabrona la niña y lo regaña al pinche viejo y ya le hacen caso. Bueno, de ahí que la niña le explica al pinche viejo que la tiene que ayudar a la otra una niña que vende cerillos. Y el rico no lo contesta nada. Entonces la niña se encabrona y regaña otra vez al pinche viejo y ya el rico le contesta que no va a ayudar, que eso cuesta mucho dinero para mantener y ya dijo que no quiere perder ni un centavo. Bueno, de ahí que empiezan a discutirse de que lo tienen que ayudar a la otra una niña y el rico dice que no lo va a hacer. Y entonces la niña dice que no es justo la que haces, porque tú eres muy rico. “Sí”, dijo el pinche viejo, “pero yo trabajé con mis propias manos, empecé con poquito y ya después llegué en rico. Si quieren hacer así se hacen rico también ustedes”. Así dijo el pinche viejo. Bueno, de ahí que siguen en discutirse que la tiene que ayudar y es ahí donde estaban de peleando. Bueno pues, de ahí que entonces a la niña le toca hablar sobre de la justicia. Y el rico contesta que la justicia se hace entre manos, que no muy entendí qué quiere decir eso pero ha de ser una chingadera.

Bueno, de ahí que empiezan a discutirse otra vuelta que ya no se puede creer que no entiende el rico, y ya pues se encabrona de una vez la niña. Bueno, de ahí que la niña le dice al pinche viejo “Si no lo vas a ayudar entonces te voy a quemar y te vas a morir junto con tu idea que no sirve”. Y le dicen que van a prender un cerillo, porque ya se habían unido en la lucha revolucionaria las dos niñas o sea que ya estaban en la organización. Bueno, de ahí que el rico lo ve que la situación está cabrón porque ya lo van a quemar y dice que sí va a ayudar y se brinca, pero ya lo están quemando la computadora y el pinche viejo se desparece. Bueno, de ahí con trabajo lo apaga el fuego la niña y ya se va a donde su maestro y le cuenta y la tema que van a ver es el marxismo porque la niña se llamaba Karla Marx. Bueno, de ahí que empiezan a estudiar de cómo es la idea de la Marx sobre los ricos y los pobres. Y lo puso en tres escalones, algo de la superestructura de la sociedad, pero no me acuerdo bien, Pero yo digo que esa idea es buena pues porque ahí lo despierta a la gente como están explotados y como va creciendo el capitalismo y los trabajadores no ven nada de eso y sólo están trabajando y lo que le pagan apenas alcanza. Los despierta pues a los jodidos.

Y ahí pues los obreros y campesinos se dieron cuenta de lo que está pasando en este país. Pero yo creo que no basta con esa idea. Lo que sigue lo tenemos que hacer nosotras.”

La insurgenta Erika ha contado su cuento de corrido, casi sin pausa, como temiendo olvidar lo que había leído.

Mientras la escuchaba, a mí ya se me habían atragantado una vaquita, un elefante, un gato y un perro, todos de galleta.

La insurgenta Erika esperó pacientemente a que yo pasara el complejo bocado (el que formaban las galletas de animalitos y la hipótesis teórica, histórica y de género que había planteado).

Cuando pude recuperar el aliento le dije:

“Está bueno, pero yo tenía entendido que era hombre y se llamaba Carlos Marx”

La insurgenta Erika me respondió sin titubear: “Ah, pero ése es un cuento de los pinches hombres, en mi pensamiento llegó que fue una mujer”

Se fue la insurgenta Erika a su turno en la posta que guarda al cuartel. Por supuesto que yo le prometí un libro que explicara cómo hacer poesías… o bombas yucatecas, ¿qué otra cosa podía hacer? Por cierto, si alguien sabe de un título, ahí me lo manda.

Tan-tan.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, 3 de enero del 2009.

 
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