Usted está aquí: martes 6 de enero de 2009 Política “El mundo por el que luchamos no es único ni indivisible”, expresa Marcos

■ El Movimiento Sin Tierra denuncia que México es el laboratorio de pruebas del capitalismo

“El mundo por el que luchamos no es único ni indivisible”, expresa Marcos

■ Ahora sabemos que otro todo es posible, expresa el comandante David al concluir el Festival de la Digna Rabia

■ González Casanova llama a avanzar en la “pedagogía de la emancipación”

Hermann Bellinghausen (Enviado)

San Cristóbal de las Casas, Chis., 5 de enero. Con palabras del comandante David concluyó esta noche el primer Festival Mundial de la Digna Rabia, en una sesión donde también hablaron Pablo González Casanova y el subcomandante Marcos, quien sostuvo que para los zapatistas “el mundo por el que luchamos no es único ni indivisible.

“No hemos descartado la posibilidad de estar equivocados en algo, en mucho, o en todo”, admitió ante ponentes que han reiterado en distintos tonos su respeto, admiración y agradecimiento con la lucha de los zapatistas.

González Casanova, fiel acompañante del movimiento zapatista (“siempre con humildad”, reconoció Marcos) declaró que dos momentos trascendentales de su vida han sido la revolución en Cuba y el alzamiento de los mayas de Chiapas, y tras refrendar su respeto, reconocimiento e identificación al EZLN, se pronunció por avanzar en la “pedagogía de la emancipación” como camino para los movimientos del presente y el porvenir. También sostuvo que “la dignidad no es negociable”, aludiendo a la experiencia zapatista.

En referencia a los contenidos del festival, el comandante David expuso: “Escuchándolos, nos queda claro lo que está sucediendo en otras partes, y se ve que no hay mucha diferencia con lo que pasa aquí”. Las personas y movimientos reunidos en la Universidad de la Tierra, agregó, “deseamos hacer algo” y ahora “sabemos que otra política, otro camino, otra cultura, otro todo es posible”.

En el festival, éste fue el día de la tierra. En su sentido más amplio: el suelo que pisamos. Claro, se dirá, hoy hablaron principalmente indígenas y campesinos; o bien intelectuales unidos a la “puerca tierra”, como John Berger. Ésa donde “todos viven”, según expresó el teniente coronel Moisés esta mañana. Pero no sólo por eso.

En un mensaje trepidante, el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil llamó a defender la tierra, el agua, las semillas. Dando una vuelta de tuerca característicamente zapatista, Moisés explicó que para los indígenas de Chiapas el campo es sólo una parte de la tierra, y también lo son las ciudades, los hospitales. E invitó a pensar “para qué va a servir todo lo que construye encima de nuestra madre Tierra”.

El sentido de urgencia del festival (presente en las exposiciones previas sobre América Latina, tan al ras del suelo y desde los movimientos, y en las de analistas, dirigentes sociales y artistas) este lunes tomó su perfil definitivo: la lucha es por el mundo y la humanidad, no de manera declarativa, sino literal. Por la Tierra.

Entre otras cosas, el MST le puso un cascabel al gato: México es “el laboratorio del capitalismo”, donde se prueban las políticas que luego se busca extender a otros países. Coincidiendo desde Sao Paulo con sus compañeros de mesa y de lucha, el dirigente Joao Pedro Stadile aseveró que los principales enemigos de los pueblos son las empresas trasnacionales, sus organismos financieros y de comercio, los grupos de gobiernos de los países ricos.

El MST ha llamado a “luchas masivas” contra esos enemigos, que quieren todo. “Cada quien tendrá sus tácticas contra ellos, seguramente en México también.” Son tiempos, dijo, “de seguir sembrando: la rabia, la indignación, la esperanza y la unidad latinoamericana”. Aún no es tiempo “de cosechar”.

Palabras más, palabras menos, lo mismo sostuvieron Carlos Marentes, del Sindicato Agrícola Fronterizo “en el otro lado” (en la “zona cero de la migración mundial”); Alberto Gómez, de Vía Campesina en México; Dolores Sales, representante mam de la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina de Guatemala, y Juan Chávez, representante purépecha del Congreso Nacional Indígena.

Sus testimonios e informaciones, suerte de summa del planeta realmente existente, fueron sobrecogedores. Y estimulantes en su sencillez. América Millaray Painemal Morales, mapuche de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile, y Juan Chávez trajeron semillas. La primera como ofrenda simbólica; el segundo como declaración de principios. Demostraron que una semilla dice más que mil palabras.

Todos los problemas son urgentes en la actual coyuntura histórica. En el festival convocado por el EZLN han soplado inevitablemento múltiples temas, porque hoy todo es simultáneo: peligran las semillas, el aire, el clima, la libertad, la alimentación, la naturaleza, la dignidad de las personas, la vida misma. Hay crisis económica global, guerras de conquista, estados agonizantes. Se necesita “otra política” para detener el desastre.

El sábado, el pensador suizo-mexicano Jean Robert había expresado aquí una convicción: “La plausibilidad de otro presente pasa por la defensa del territorio”. El capitalismo es un “gran desterritorializador”, dijo. Las resistencias resultan, indefectiblemente, reapropiaciones y redescubrimientos de la “realidad territorial”. Por tanto, los movimientos y las luchas no están en las ideas nada más, sino sobre el terreno.

“Lo que hagamos encima de la madre Tierra tiene que ser en beneficio de todos nosotros y nosotras”, dijo el teniente coronel Moisés. Por eso “tenemos que pensarle los pueblos indígenas y no indígenas cómo es que vamos a convivir en la tierra sin la explotación”. Y organizarse, porque sin ello “no se puede hacer nada”.

Y contó, con palmaria sencillez, a manera de “ejemplo”, cómo la titulación de tierras ejidales a “propietarios” emprendida en el país ha sido la vía al despojo. Citó a “ese jodido Salinas” engañando a los campesinos con su contrarreforma agraria, con que serían “los verdaderos dueños”. De ahí a los bancos, a la hipoteca, a la pérdida de sus tierras. Es allí donde la resistencia autónoma tiene sentido, pues no cayó en la trampa. Los comuneros y ejidatarios zapatistas no vieron a sus hijos robarse las escrituras para venderlas y pagarse el viaje al sueño americano, como en muchas partes.

La resistencia por la vida está en la tierra, donde quiera que se le encuentre.

 
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