Usted está aquí: viernes 9 de enero de 2009 Mundo En Cuba, ausencia de una historiografía posterior a 1959, advierten intelectuales

■ Insta la revista Temas a “iluminar una historia compleja y controvertida”

En Cuba, ausencia de una historiografía posterior a 1959, advierten intelectuales

Gerardo Arreola (Corresponsal)

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Ampliar la imagen El presidente de Ecuador, Rafael Correa (izquierda), de visita oficial en Cuba, con el presidente Raúl Castro durante una ceremonia oficial El presidente de Ecuador, Rafael Correa (izquierda), de visita oficial en Cuba, con el presidente Raúl Castro durante una ceremonia oficial Foto: Ap

La Habana, 8 de enero. Después del triunfo de la revolución cubana hace 50 años, la mayoría de sus “grandes tópicos” todavía están por escribirse, dice una prestigiada revista de ciencias sociales, que con un número doble acaba de sugerir una agenda para la investigación histórica.

Con su edición conmemorativa del cincuentenario, Temas busca “contribuir, de modo muy modesto, a iluminar una historia compleja y controvertida, la mayoría de cuyos grandes tópicos siguen intocados por la investigación”.

En uno de los debates mensuales que organiza la publicación, un grupo de historiadores advirtió la ausencia de historiografía posterior a 1959, la dificultad de investigar sin el acceso a los archivos o fuentes originales, que se mantienen cerrados, y la limitación de tener como primera herramienta una prensa que esencialmente reproduce el discurso oficial.

En esa discusión surgió la pregunta de cuál era el periodo al que se le podía llamar “revolución cubana”. Aunque se recordó la noción oficialmente aceptada de que el concepto abarca desde el comienzo de la guerra de independencia (1868) hasta la actualidad, quedó abierta la pregunta de si era posible una periodización distinta.

En el número doble de la revista hay asuntos tan remotos como las relaciones entre el antiguo Partido Socialista Popular (comunista pro soviético) con agrupaciones como el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio, que son registradas con enfoques divergentes por los veteranos Julio García Olivera, Fabián Escalante y Max Lesnick.

García Olivera, del Directorio Revolucionario, dice que no se ha reseñado adecuadamente el peso político del movimiento estudiantil durante la etapa insurreccional.

Escalante, quien llegó a dirigir la Seguridad del Estado, cuenta que cuando era joven agente fue enviado a Costa Rica en 1960 a entrevistarse con un informante, capitán de la Guardia Nacional. Así supieron los cubanos que se preparaba la invasión de Playa Girón para el año siguiente.

También recuerda el caso del diplomático mexicano Humberto Carrillo Colón, que trabajó en La Habana para la estadunidense Agencia Central de Inteligencia en los años 60. Cuba difundió una parte de su pesquisa, pero aún se desconoce el expediente completo.

El diplomático Manuel E. Yepe revive el contexto de la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968, argumenta en favor de la posición cubana (reconocer la violación legal, apoyar la decisión política) y se pregunta qué hubiera ocurrido con una condena a Moscú, como “habrían preferido algunos cuadros superiores e intermedios y una parte de la población”, o con un “apoyo acrítico”.

Los juristas Julio Antonio Fernández y Julio César Guanche sostienen que el principal problema jurídico de la vigente Constitución de 1976 es “la falta de mecanismos de defensa constitucional, para proteger el sistema institucional y para la realización más efectiva del vasto catálogo de derechos individuales que establece”.

Análisis extranjero

El estadunidense Nelson Valdés, de la Universidad de Nuevo México, polemiza con la cubanología de su país en la valoración de la personalidad de Fidel Castro, al anotar que la “autoridad carismática” del líder tiene un contenido político, conectado con el ánimo y el interés de la gente, y no se reduce a rasgos de imagen o carácter.

El canadiense Hal Klepak, del Royal Military College, describe las altas y bajas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, con y sin la Unión Soviética, los riesgos de exponer la institución a la gestión económica y el impacto de “años de desgaste y falta de recursos”.

El estadunidense Piero Gleijeses, de la Johns Hopkins University, quizá el académico con las más sólida información sobre la presencia cubana en Africa, explica cómo una de las vertientes del conflicto desembocó en la independencia de Namibia. Recuerda que la historia completa del decisivo año 1988 todavía no se ha escrito, pero queda claro que Cuba “cambió el rumbo de la historia” en el sur de ese continente.

La mexicana Martagloria Morales y los cubanos Annerys Ivette Leyva y Abel Somohano reseñan, respectivamente, dos momentos de debate en la isla (los años 60 y uno tan cercano como 2007).

La primera advierte que la vieja discusión sobre el tipo de socialismo aún es vigente. El segundo artículo enfoca la forma en que se revisó la política cultural a partir de una polémica intelectual, desbordada en correos electrónicos y en Internet, pero silenciado por los medios informativos, con un par de modestas excepciones.

Lesnick, residente en Miami que ha remado contra la corriente al oponerse a Fulgencio Batista, a Castro, al exilio anticastrista y a Estados Unidos, llega a un punto álgido de actualidad al expresar preocupación por la posible apertura de viajes a la isla para los cubanos que viven en ese país: “El regreso de algunos de ellos, si llegara a ocurrir algún día, influiría en el destino de Cuba”.

 
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