Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de enero de 2009 Num: 723

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El primer Elizondo
RAÚL OLVERA MIJARES

Pancho Villa sí conquistó Columbus
IGNACIO SOLARES

Seabra y la diplomacia cultural
RODOLFO ALONSO

Vaz Ferreira: filosofar sin pretensiones
ALEJANDRO MICHELENA

Roberto Bolaño: los exilios narrados
GUSTAVO OGARRIO

Milorad Pavic: el rompecabezas imperfecto
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
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Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Ilustración de Juan Gabriel Puga

Milorad Pavic: el rompecabezas imperfecto

Jorge Alberto Gudiño Hernández

Frente a la andanada editorial que incluye un enorme porcentaje de novelas de corte típico, es inevitable preguntarse cuál será el siguiente paso en la escala evolutiva de lo narrativo. Sobre todo frente a experimentos que propugnan por hacerse de un espacio en medio de los textos de fórmula, de fabricación masiva.

La historia de la literatura nos ha mostrado que son pocos los intentos que llegan a buen término. Las corrientes literarias se acumulan y se olvidan con la misma facilidad que sus propuestas. Sucede que no suelen ser de fácil digestión y no pasan la prueba de los años. Y cómo habrían de hacerlo cuando se ocupan de generar cuartillas en las que nunca se incluya determinada letra, en las que el sonido sucesivo de las sílabas cree una sensación de zumbido (siempre y cuando sea leído a determinado volumen de voz), en las que la iteración auto crítica del autor por su obra es un postulado incierto, o en las que es imposible entender de qué trata el texto en turno, tan críptica es su intención. Y esto ha sido así desde siempre.

Deleuze y Guattari plantearon en Kafka. Por una literatura menor (Era, México, 2001) un modo de análisis útil para identificar qué es lo que valida a la tentativa en cuestión. Para ellos sólo la literatura menor era la que valía la pena en tanto no respondía a modas ni se dejaba imponer los cánones en boga. El quid era ser capaces de separar la parafernalia propositiva de las obras que, verdaderamente, significan una aportación. Para hacerlo baste una analogía. Si se considera que la novela es una maquinaria compuesta por piezas que, articuladas, consiguen el fin para el que fueron diseñadas, entonces toda máquina que no pueda ser echada a andar es inservible, aunque sus piezas sean de una manufactura superior. Siempre será preferible un mecanismo que funcione. Siempre será mejor una novela que cuente algo que otra que no lo haga. Ahora bien, falta trabajar con los puntos finos. Porque maquinarias que hacen lo mismo las hay por doquier. La clave radica en tener piezas de diferentes fuentes, con especificaciones incompatibles, y ser capaces de armar un mecanismo que trabaje y, no sólo eso, que lo haga mejor que sus predecesores. Así de simple.

O así de complejo. Pocos son los autores que merecen un lugar en los anales de la literatura menor. Milorad Pavic (Belgrado, 1929) es uno de ellos. Tan es así que, cuando se habla de él, el término “novela delta” sale a la luz de inmediato: su narrativa es un flujo alimentado por una enorme cantidad de afluentes que van de lo fantástico hasta lo erudito, sin dejar de cumplir el requisito de legibilidad que atrapa de inmediato a sus lectores.

Su Diccionario jázaro (Anagrama, Barcelona, 2000) es la mejor muestra de ello. Más allá de la inquietud que causa la existencia de dos volúmenes (el masculino y el femenino) entre los que –se dice– apenas hay una diferencia de unas cuantas líneas, esta novela se desarrolla hasta límites apenas imaginados por el lector. No es muy difícil apreciar las aportaciones en lo que a forma se refiere. Escrita a manera de diccionario, esta novela, en efecto, está compuesta de “entradas” que van más allá de las definiciones. Sobre todo a la hora de lanzar líneas de investigación cruzadas. Cada una de ellas está estrechamente relacionada con las otras. De ahí que no sea raro encontrar las ligas que hay que seguir dentro del propio texto. Saltar de una parte a la otra siguiendo el instinto en lugar de resignarse a una lectura lineal suena un poco a la navegación en la red. Con la diferencia de que esta sí es una red finita. Una red que cuenta una historia imposible de clasificar. Novela de amor, de aventuras, histórica, de intriga, religiosa… epítetos todos que le podrían quedar sin problemas. Quizá sea por ello que, en su momento, hubo críticos que aseguraron que con Diccionario jázaro se inauguraba el siglo xxi literario.

Hay autores que se conforman con conseguir un experimento logrado. Pavic no. Siete pecados capitales (Sexto piso, México, 2003) y Pieza única (Sexto piso, México, 2007) son muestra de ello. El primero es un libro de cuentos, si es que puede llamársele así. En él explora las formas en las que se van intercalando la realidad y la ficción, de tal manera que el lector no puede sino convencerse de que se habitan mundos paralelos. Cada uno de los cuentos gira en torno a un espejo que es el paso entre las dos realidades, porque, a la larga, tras haberlo leído, no es posible asegurar que una de ellas es más real que la otra. Pieza única, por su parte, es una novela policíaca que incluye cien posibles finales, si se me permite el reduccionismo. En ella conviven un andrógino que vende sueños futuros con un inspector de la policía que investiga una serie de asesinatos, mientras es en el lector en quien recae la responsabilidad de resolver los enigmas planteados.

Milorad Pavic no es un escritor joven. Tal vez sea por ello que sus experimentos están sustentados por la madurez de quien entiende la literatura de forma profunda y diferente. A lo largo de su vida debe haber acumulado una infinidad de piezas disímiles con las que nadie podría armar más que un pequeño rompecabezas. Él, en cambio, ha conseguido crear una serie de artilugios funcionales. De ésos que, una vez puestos en marcha, resultan demasiado poderosos como para ser ignorados por los que están alrededor. De ahí que signifiquen un nuevo derrotero por el cual aventurarse en pos de un rumbo. A la larga, su gran aportación no descansa en el hecho de que sea un escritor que se atreve, sino que además consigue conciliar en un solo libro elementos que permiten pensar en la literatura de un modo diferente. Es entonces cuando se revela el paisaje oculto en ese rompecabezas sin sentido.