13 de enero de 2009     Número 16

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Plantea el agro retos a la prensa escrita

Los ajustes estructurales sufridos por el agro en las tres décadas recientes –la apertura comercial; la desaparición de instancias del Estado relacionadas con la comercialización, el financiamiento, el aseguramiento y más, y el freno al reparto agrario—, aunadas con los cambios también en las formas de corporativismo, modificaron drásticamente la cobertura en la prensa escrita de noticias y la elaboración de los diversos géneros periodísticos en materia rural.

Antes de esto la cobertura que comúnmente realizaban los diarios estaba enfocada a los conflictos agrarios, a las demandas de tierra, a las exigencias por mejores precios de garantía; luego fue que comenzaron a aparecer las notas relativas a las preocupaciones en 1993 por lo que provocaría en el campo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que ese año se firmaba; también surgieron incontables notas relacionadas con el dumping y las barreras técnicas a la exportación –fitosanitarias fundamentalmente—, así como la información relativa a los múltiples tratados comerciales internacionales que luego firmó México pero que en los hechos no han sido relevantes como el TLCAN.

Sin contar con que también la prensa debió comenzar a observar y dar cuenta de la evolución de los mercados y los precios internacionales, y de los acontecimientos en diversas partes del mundo que en ellos influyen (sequías, bloqueos comerciales, sobreoferta, demanda excesiva de barcos para mover mercancías), pues dejaron de existir los precios de garantía y los internacionales empezaron a determinar los pagos internos al agricultor. Además de que a partir de los 90s el tema de los cultivos transgénicos ha venido a ser tema de interés crítico para el agro y últimamente también los agrocombustibles.

Así, la información se ha vuelto más diversa y mucho más compleja –con implicaciones éticas muy serias, pues, por ejemplo en el tópico de transgénicos el reportero debe acudir a científicos y ellos no están todos de acuerdo.

Pero ¿qué tanto ha asumido la prensa los retos? Con excepciones, el tema del agro en los diarios es visto de manera marginal, si bien es cierto que la sacudida de la crisis alimentaria de 2007 y 2008 hizo a muchos editores abrir los ojos. Malamente se ha pensado que agricultura es igual a pobreza en el sur y agronegocio en el norte, y las ocasiones en que los medios brindan grandes espacios a los temas rurales se deben a una gran sequía o inundación con afectación de cosechas, o a las posibilidades de exportación de los productos estrellas mexicanos (jitomate, aguacate y todo un conjunto de hortalizas), o a la presencia del medio rural en la capital, con grandes movilizaciones o las históricas tomas de edificios de secretarías de Estado hechas por los cañeros.

También es un hecho que en la época navideña estaban y están presentes en los diarios las notas de las flores de nochebuena, los árboles de Navidad y por supuesto la oferta de pavo. Y que los medios han dado cuenta de la piratería de “patentes” de nopal, frijol, chiles mexicanos, pero sobre todo, medio rural significa en los medios reportajes de pobreza, folclore, peticionismo, acarreo y líderes corruptos.

Los asuntos emergentes mencionados (relacionados con el comercio, los agronegocios, las nuevas tecnologías) ocupan espacios breves en los medios, y se expresan de forma segmentada, de tal forma que sólo los lectores estrictamente involucrados en el medio rural atienden esa información. La sociedad en general queda así desvinculada de lo que ocurre en el campo, de lo que está pasando en ese ámbito que es proveedor de comida, oxígeno, agua, energía, cultura.

Y ni qué decir de los temas de desarrollo rural, de organización y autogestión campesina, de equidad de género, de la lucha por el agua de las comunidades campesinas, de las experiencias exitosas locales de producción o comercialización, de la búsqueda campesina por preservar los recursos tierra y agua y producir sin agroquímicos. Estos temas prácticamente están borrados de la prensa escrita, pues lo local es ignorado en medio de un mundo de noticias “nacionales” o más bien generadas en la capital del país. Y si en muchas ocasiones la información “nacional” del agro queda marginada en los periódicos porque debe competir con otras notas relacionadas con las finanzas, con la industria, con el sector laboral, etcétera, con más razón los textos relativos a lo regional y local se discriminan.

En 2007 y 2008 –con la crisis alimentaria y económica global presente— los temas relativos al agro se posicionaron en el interés de algunos editores. Excélsior y Milenio decidieron publicar sendos suplementos, en forma paralela al surgimiento de la segunda temporada de La Jornada del Campo , pero esos esfuerzos no están exentos del interés económico comercial muy evidente dada la concentración de la propiedad de los periódicos en México en manos de pocos empresarios que también incursionan en otros negocios (como Olegario Vázquez Raña, de Excélsior , dueño del Hospital Ángeles). La publicidad institucional es el principal motor de estos suplemento. En el caso de Milenio, el suplemento contiene básicamente colaboraciones “institucionales” (de directivos de la Financiera Rural , del Bansefi) o entrevistas no críticas con esos mismos funcionarios o líderes de la Confederación Nacional Campesina. El de Excélsior difunde noticias del campo que aportan los reporteros del propio medio y también reportajes amplios, por ejemplo de la posición del agro mexicano en el intercambio comercial con los socios del TLCAN; su enfoque es básicamente de agronegocios. (LER).

La Jornada del Campo en su Primera Época (1992-2000)



Julio Moguel

El primer número de La Jornada del Campo apareció el 18 de junio de 1992. De ocho páginas en sus inicios, pasó luego a 16 y se estableció con una periodicidad variable, casi siempre semanal o quincenal. Las preguntas que los directivos de La Jornada se hicieron entonces para decidir si convenía o no editar un suplemento especial sobre los temas agrícolas y agrarios del país confluían en una sola preocupación: dado que los circuitos dominantes de circulación eran urbanos en no menos de 70 por ciento, ¿se concentrarían sus lectores con atención y suficiencia en información y análisis referidos al México rural?

Fue el mismo director del periódico, Carlos Payán, quien en reunión motivada por el asunto dio la respuesta simple, llana, central: la contrarreforma agraria del salinismo, desde su impulso en 1991, habría “inundado de campo a la ciudad”, y la protesta y las movilizaciones rurales entraban de lleno en una nueva fase vital. El “tema rural” dejaba, entonces, de ser “cosa de especialistas” y “marginales” para ponerse de nueva cuenta en el centro del debate nacional.

Lo rural y lo urbano. La huella de esta reunión quedó literalmente plasmada en el editorial del primer número del suplemento, titulado “Hablemos sobre el campo”:

“Conforme avanzan los procesos de reforma en el medio rural mexicano se hace más evidente la necesidad de abrir un nuevo ciclo de debates sobre sus problemas fundamentales. La fase legislativa que inauguró el cambio del artículo 27 constitucional y que avanzó con la aprobación de una nueva ley agraria tiene ahora en puerta la discusión de la legislación forestal y la de aguas (…) Pero más allá del marco legislativo, es el propio ritmo y la profundidad de los cambios y de los conflictos rurales lo que llama a revisar con seriedad la confrontación de diferentes puntos de vista y a abordar el análisis de temas fundamentales (…)”

La primera época de La Jornada del Campo duró hasta abril de 2000. No podría decirse, por supuesto, que ese era el año-gozne del ciclo político-social sobre el que había navegado la publicación, pero muy diversas razones aconsejaron al equipo encargado del suplemento y a Carmen Lira —a la sazón ya directora del periódico— suspenderlo en forma temporal. Una de esas razones resultó fundamental: la cuestión indígena , ya para entonces fuertemente dominante en el país, encontraba en las páginas cotidianas de La Jornada la suficiente atención como para que se justificara, además, mantener un suplemento semanal o quincenal que se abocara al tema. Más aún cuando desde tiempo atrás el propio diario cobijaba Ojarasca , suplemento especializado en el asunto y conducido con buen criterio y excelente pluma por Hermann Belinghausen.

La última entrega de la primera época de La Jornada del Campo –número 86, de abril de 2000— se concentró en el tema de “el campo en la ciudad”, con entrevistas en la materia a quienes en ese momento contendían electoralmente por la jefatura del Distrito Federal: Santiago Creel (PAN), Andrés Manuel López Obrador (PRD) y Jesús Silva Herzog (PRI). El enfoque resultó un significativo colofón de lo que había sido la primerísima intención, ya señalada de Payán en la reunión del 92, de fundir en letra lo que las realidades del país estaban fundiendo en vida (el campo y la ciudad, lo rural y lo urbano).

Sus protagonistas. La Jornada del Campo en su primera época tuvo acaso la virtud de ser un material entretejido en las pieles de la lucha política y social de los medios rurales del momento. Lejos —aunque no demasiado— de la academia, sus directivos y colaboradores principales se movían con cierta holgura y libertad en los espacios íntimos o públicos del movimiento rural.

En sus primeros números dominó el análisis sobre las reformas agrarias del salinismo, en un debate en el que nadie se sintió excluido (Hugo Andrés Araujo, Gustavo Gordillo, Arturo Warman, por ejemplo, tuvieron su momento específico de aparición en las páginas del suplemento). Dio cabida y voz periodística a los actores sociales y políticos que se identificaron con “las movilizaciones por la tierra” (“Hoy luchamos por la tierra y también por el poder”, diría la Coordinadora Nacional Plan de Ayala), pero no subestimó la relevancia de aquellos núcleos y organizaciones que hablaron de ser un “nuevo movimiento campesino” (“por la apropiación del proceso productivo”, diría la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas).

EZLN y más . De 1994 a 1996 el movimiento rural se tiñó de indígena con la emergencia zapatista (del momento de “la insurrección” al cierre del ciclo de negociaciones en San Andrés Larráinzar). Lo mismo sucedió con La Jornada del Campo de esa primera época. Pero no fue menor el empeño de sus directivos y colaboradores para tocar el tema de las realidades rurales emergentes a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).

De 1997 al 2000 se mantuvo más o menos la misma matriz temática, con apertura a una serie de ítems que en muy poco tiempo adquirieron una relevancia mayúscula. Entre otros: la problemática de la producción orgánica y del “mercado justo” (destacadamente en la producción del café); la participación de la mujer y la “equidad de género”; las cuentas amargas del proceso globalizador en el más allá de los rasguños salvajes de la apertura teleciana ; los flujos y reflujos migratorios; las luchas rurales latinoamericanas. Por allí debe ubicarse la huella que dejó La Jornada del Campo en su primera época.

Coordinador de La Jornada del Campo en su primera época (1992-2000)


Boletines, periódicos y revistas: instrumentos claves de las organizaciones

Lourdes Edith Rudiño

Ya sea con fines políticos; con el interés de interconectar a organizaciones locales socias; para buscar el diálogo con actores externos (como legisladores, académicos y funcionarios), y/o para difundir entre las bases campesinas experiencias y metodologías de producción ecológica, recuperación de suelos y comercio justo, entre otros temas, las organizaciones nacionales del campo están presentes en los medios de comunicación, básicamente con revistas, periódicos locales, boletines y páginas web. Todos, de su propiedad.

Son medios nuevos y en constante transformación, pues el hecho de que el ámbito rural tenga espacios escasos en los medios masivos –y que éstos no comuniquen con plenitud sus múltiples dimensiones— hace explorar nuevos caminos. Guillermo Correa, responsable de Comunicación de la Confederación Nacional Campesina (CNC), dice: “es responsabilidad de las organizaciones generar nuevos medios que expresen las situaciones del campo de manera más justa. En los medios masivos, comerciales, es conocida la frase de los jefes de información de que cuando hay algún accidente o matazón, sólo es noticia cuando los muertos suman más de 50. Así, con criterios como éstos, el tema rural tiene que competir con mucha información, y siempre sale perdiendo, siempre se le margina”. Eso preocupa, dice, pues “en esta época los triunfos se logran más a través de los medios de comunicación”.

Ejemplos de los esfuerzos informativos desde las organizaciones los podemos encontrar en la propia CNC, en la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) y en el Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura Sostenible y Soberanía Alimentaria (PIDAASSA).

La Revista ANEC , con el lema “El cultivo de estar informado”, nació en 2005 su periodicidad es bimestral y su tiraje es de mil a mil 500; se distribuye en 15 estados, donde tiene presencia ala asociación. “Lo que hacemos es construir canales de comunicación e información oportuna y veraz sobre la problemática de las organizaciones socias e instancias de la ANEC , así como de nuestras experiencias exitosas”, dice Enrique Pérez Suárez, responsable de Comunicación de la agrupación y agrega que la publicación, junto con la página web que tienen, permite que las organizaciones socias se conozcan entre sí de manera amplia y “queremos que ayude al fortalecimiento de nuestro modelo alternativo” de organización. Pero la revista no es sólo un órgano interno, se distribuye también entre los reporteros del sector agropecuario y se busca que académicos e investigadores tengan en ella una fuente de consulta.

La revista además es foro para que la ANEC dé cuentas claras de su acceso a recursos públicos y de su gestión ante las autoridades gubernamentales. “Esto es de suma importancia porque la gente no cree en las organizaciones, debido al clientelismo y cacicazgo de muchos líderes y por su vinculación con partidos políticos. Por eso, por la vía de nuestros medios de comunicación debemos ser transparentes y dar cuentas claras”.

La CNC generó su revista La Campesina en 1998 y la mantuvo vigente mientras Heladio Ramírez fue el líder nacional. “Allí se analizaban los principales problemas del sector rural, migración, jornaleros, situaciones de las diversas ramas, maíz, frijol (...) La revista, que llegó a tener un tiraje de cinco mil ejemplares, contaba con financiamiento del entonces gobierno federal priista (propaganda y publicidad pagada por las instituciones relacionadas con el agro). Con la llegada del PAN al poder en 2000, la publicación continuó recibiendo ese financiamiento, no obstante que ya la CNC era oposición y que nuestros contenidos eran críticos”, comenta Correa.

La revista logró relevancia internacional. Un reportaje sobre los descendientes de Emiliano Zapata en condición de emigrantes en Estados Unidos fue reproducido por la BBC de Londres y O'Globo de Brasil. La revista declinó “conforme el PAN se iba aceptando como partido en el poder”y dejó de editarse, dice Correa y agrega que cuando llegó Cruz López a la dirigencia cenecista la agrupación decidió poner en marcha una página web como medio de comunicación interno y externo. Reconoce que el internet es un medio al que tienen poco acceso los pobladores rurales, los miembros de la CNC , pero precisa que las ligas campesinas cuentan con periódicos locales y murales y además la agrupación recurre a los carteles. “Por ejemplo, en agosto se sacaron seis carteles con los logros del primer año de presidencia de la CNC de Cruz López”.

Cabe destacar por último el boletín de PIDAASSA, denominado Carta Informativa , que apenas suma tres ediciones y ha salido en forma cuatrimestral con tirajes variantes de entre 500 y mil ejemplares –los costos determinan esto--. “Más que noticias, el boletín publica artículos de reflexión y análisis de temas claves, como territorio, recursos naturales y biodiversidad, pero sobre todo lo que ofrece son las experiencia que las propias organizaciones miembros desarrollan en materia de medio ambiente, producción ecológica, rescate de suelos y semillas nativas, participación de la mujer, comercio justo y exportación de productos orgánicos como la miel de Calakmul, en Campeche (...) el boletín está escrito en forma amigable y coloquial, tiene bastante ilustración a colores, pues es dirigido principalmente a los campesinos”, señala Cecilia Oviedo, quien comparte con Lorena Paz Paredes la responsabilidad de la publicación.

“La experiencia previa (de PIDAASSA) había sido el intercambio de memorias, talleres. Pero nos dimos cuenta que era necesario difundir experiencias prácticas (...) Es común que cada organización realice su trabajo y no conozca lo que pasa en otros espacios, salvo cuando hay asambleas grandes. Entonces el intercambio que propicia el boletín permite reforzar la identidad de las organizaciones, que los miembros de éstas sepan que no están solos, que son parte de una cosa más grande y que hay otros que hacen cosas parecidas y enfrentan limitaciones parecidas, además de que se comparten los avances”.

La Carta Informativa se difunde en México pero también en organizaciones de Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Perú, Ecuador Brasil, Chile y Colombia.

El PIDAASSA México tiene una página web desde 2004 y también el PIDAASA internacional (en este caso desde comienzos de 2008). “Pero nos hemos dado cuenta que el acceso al internet no es una práctica frecuente de las organizaciones campesinas, indígenas, y el material escrito, gráfico, sigue teniendo una utilidad muy importante”.

Contar historias

Soslayan al campo los medios impresos

Violencia, Narco, Inseguridad, temas predominantes en la prensa hoy


Un miembro del décimo batallón de infanteria de marina participa en la destrucción, el 9 de junio de 2008, de un plantío de mariguana en la sierra de Coalcomán, Michoacán
FOTO: Alfredo Domínguez / La Jornada

Víctor Ronquillo

Leonardo Sascia en algún momento dijo que los diarios en su país escurrían sangre. Sabía de lo que hablaba: el escritor nació en Italia, donde surgió la mafia, con sus prácticas violentas y corruptoras. Hoy en México todos los días los periódicos escurren sangre, la violencia generada por el narcotráfico es una infaltable noticia de primera plana. Lo que podemos llamar la agenda de lo nacional está supeditada a la tragedia de la seguridad pública que sufrimos. Cuestión de prioridades . Asuntos como la cada vez más difícil construcción de la democracia, la crisis laboral o la ruina del campo, por sólo mencionar algunos, no son considerados prioritarios en la cobertura informativa de las empresas periodísticas de este país.

Aunque es cierto que la violencia del narcotráfico, los más de cinco mi muertos que lamentamos este año, son un asunto sobre el que se debe informar y reflexionar, también lo es que otros temas son prioritarios en un país sumido en la peor crisis económica y política desde la Revolución.

Para un reportero de las infanterías del periodismo como lo he sido por un par de décadas, cada vez es más difícil sustraerse a las férreas líneas editoriales que son dictadas en los consorcios empresariales propietarios de los principales medios del país, y que parten de la premisa de que los medios deben ser ante todo un negocio. Bajo esa consideración, la credibilidad resulta una moneda de cambio y los periodistas son reducidos a piezas de una maquinaria que debe resultar productiva y provechosa. Hace rato que quienes toman las decisiones finales en los medios dejaron de ser periodistas y son empresarios, o lo que es peor, lacayos de los empresarios.

Omisiones. De la ruina del campo, de los dramas de pobreza y la marginación; de las condiciones de extrema pobreza en las que sobreviven los campesinos, de los turbios manejos de los apoyos para el campo; de los beneficios con que opera la agroindustria en el norte de México, o de las historias de los viejos que deciden quedarse a hacer lo que pueden con sus desgastadas tierras, nadie se entera.

Esta información no vende, como tampoco venden los efectos que pudo tener la apertura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte el año pasado o realidades como la crisis por la falta y carestía de alimentos, que se avecina, y la dependencia alimentaría que ya sufrimos.

Si no se informa sobre lo que sucede en el campo, menos se genera una reflexión. Estos y otros muchos temas resultan ajenos, son parte de una extraña realidad que poco interesa visitar a los articulistas que ocupan las páginas editoriales de periódicos y revistas.

¿A quién le importa en estos días que el periodismo tenga una función social?, ¿a quién que su práctica resulte fundamental en una sociedad democrática como una voz alterna a la del poder?, ¿a quién el que sus temas incidan de manera profunda en las preocupaciones de una agenda nacional dictada por el bien común? Lo que prevalece son los dicterios del negocio. La información de la que hay que ocuparse corresponde a intereses concretos de un grupo político-comercial, que decide los destinos de país, el mismo que encontró en la guerra de las drogas una forma de legitimarse. La perspectiva con que se informa en la mayoría de los medios sobre el tema de la violencia perpetrada por el narcotráfico es la de quienes son sus propietarios o de quienes de una u otra forma los controlan.

De lo que ocurre con el narco en México, de las causas y los hechos de la violencia, sólo conocemos la versión oficial. Lo mismo, salvo excepciones, de lo que está pasando con este país.

Para los periodistas que entendemos este oficio como un instrumento para mostrar realidades que hay que transformar, quienes estamos convencidos de su sentido social y su definición ante las distintas formas de poder, hoy la amenaza es el silencio. No podemos permanecer sujetos a líneas editoriales que más bien son líneas de negocio de los consorcios comerciales propietarios de los medios más influyentes; con toda modestia, tenemos que seguir haciendo lo nuestro: contar historias.