13 de enero de 2009     Número 16

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Ecuador

Soberanía Alimentaria, Mandato Constitucional

  • La Confederación de Organizaciones Campesinas, Indias y Negras cumple 40

Luis Andrango, presidente nacional de la FENOCIN con el bastón de mando
FOTO: Florencia Campana

Armando Bartra

Sincretismo en el paralelo cero . Tañidos de caracol, olorosos humos ceremoniales, invocación en quechua a los elementos primordiales: tierra, agua, fuego, aire, simiente y sus respectivas deidades ubicados hacia abajo y en los cuatro rumbos cardinales... Al empuñar el bastón de mando de los taitas y las mamas, el joven combatiente Luis Andrango está recibiendo de su predecesor, Pedro de la Cruz , el encargo de conducir a los suyos en los tiempos turbulentos que se avecinan.

Pero no estamos en la puna ecuatoriana sino en el paraninfo de la Universidad Andina Simón Bolívar, cuyo rector, militante él mismo, repetirá, minutos después la ceremonia por la que cambia de manos la presidencia de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indias y Negras (FENOCIN), empleando ahora el ceremonial republicano: “Honra la envestidura que hoy recibes. Si así lo haces, que la FENOCIN y el pueblo te lo reconozcan. Si no, que la FENOCIN y el pueblo te lo demanden”.

La transmisión de poderes transcurre entre delegados quechuas, montubios, negros y mestizos; testificada por representantes de movimientos sociales de Brasil, Venezuela, Perú y México; presenciada por académicos y “sociedad civil”, y coreada por una rubia parvada de cooperantes suecos. Y es que FENOCIN cumple 40 años en medio del torbellino desatado por el reformismo radical que propicia en Ecuador el presidente Rafael Correa. En los encendidos discursos se entreverán Marx, Bolívar y Mariátegui pues la Confederación —movimientista como la que más, pero vinculada al Partido Socialista y con representantes en la Asamblea Constituyente y en el Consejo General Electoral— profesa una ideología a la vez clasista e indianista, promueve el interculturalismo y se adscribe en La Vía Campesina , la revolución agraria y el altermundismo. No se podía esperar menos de un pueblo ubicado en la exacta mitad del mundo: etnicismo autogestionario y campesinismo ecologista; sincretismo de caracol y celular: ¡ Pacha Mama y socialismo! ¡Venceremos!

De luchar contra las bananeras y el huasipungo a confrontar el agronegocio . El nuevo presidente de la confederación tiene 29 años y cuando él nació la organización ya llevaba más de una década en el rol. En 1964 una tibia reforma agraria, de las que buscaban exorcizar los demonios desatados por la revolución cubana, propicia calenturas organizativas rurales; en 1965 agrupamientos como la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral, animada por asalariados de las plantaciones bananeras de la costa, confluyen con otros para formar una Federación de Trabajadores Agropecuarios, y en 1968, con organizaciones de la costa y la sierra a las que en los 70s, y en el marco de la creciente colonización, se incorporan otras de la amazonía, y se constituye la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas (FENOC), que lucha contra el latifundio y por un efectivo reparto agrario.

Pero las vertiginosas plantaciones de la costa persisten y en la sierra sigue operando por un tiempo el sistema llamado huasipungo por el que a cambio del derecho a cultivar una parcelita en la hacienda el campesino debía laborar gratis para el patrón cuatro días a la semana. Con la nueva reforma agraria de 1973 se erradica del todo el huasipungo y hay repartos agrarios tanto en la cuenca del Daule como en la sierra central. Sin embargo lo fundamental del latifundio se mantiene, haciendo de Ecuador uno de los países latinoamericanos con mayor concentración de la tierra.

En sus primeros años la FENOC lucha por parcelas para quienes las trabajan y adopta un enfoque campesinista. Pero a fines de los 80s del pasado siglo se desatan las primeras movilizaciones de perfil indígena; a la demanda de tierras agrícolas se suma la reivindicación de los territorios y culturas ancestrales, y en el congreso de 1986 la FENOC se convierte en Federación de Organizaciones Campesinas e Indígenas (FENOC-I), mudanza de siglas que culmina con la definitiva: FENOCIN, al incorporarse expresamente los negros afroecuatorianos. Por esos años se forma también la Federación Ecuatoriana de Indígenas, vinculada al Partido Comunista, y más tarde la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que enfatiza la reconstrucción de los territorios étnicos. En la coyuntura se desata el debate entre la posición clasista-campesinista y la etnicista-indianista; confrontación en la que la FENOCIN opta por la interculturalidad, que significa impulsar las coincidencias clasistas pero respetando las diferencias y propiciando el diálogo entre indios de la sierra, negros de la zona norte y montubuios y mestizos de la costa, siempre con el propósito de construir lo que Luis Andrango llama “unidad en la diversidad”.

Y el joven líder sabe de lo que habla, pues ya tenía conciencia política durante los primeros 90s del pasado siglo, cuando el gobierno de Durán Ballén generó una airada y variopinta convergencia social, al eliminar barreras arancelarias a la importación, reducir el gasto social, y acabar con las empresas públicas que participaban en el acopio, el almacenamiento y la comercialización de cosechas agrícolas básicas, así como en la producción de fertilizantes y semillas mejoradas, al tiempo que en 1994 promulgaba la neoliberal Ley de Desarrollo Agrario que permite la venta a particulares de tierras estatales y el registro como propiedad privada de las áreas comunales. Conversión neoliberal que impulsó al agronegocio a costa de los campesinos y las comunidades, y a la que se resistieron las diferentes corrientes del movimiento popular.

Por esos años la FENOCIN ya forma parte de una naciente red mundial: La Vía Campesina , y frente al capitalismo desmecatado enarbola la bandera de soberanía alimentaria. Pero la confederación desarrolla también conceptos programáticos propiamente andinos, como el de sumak kawsay, que hoy se traduce como “buena vida” pero en rigor significa estar en armonía con los demás y con la naturaleza. Hoy la confederación agrupa a 56 organizaciones de base, entre uniones y federaciones, y tiene presencia en 18 de las 21 provincias de Ecuador.

Creciente dependencia alimentaria . La recomposición del capital, que se intensifica en los 90s, fortalece a la agricultura ecuatoriana, de modo que en los últimos 20 años el Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario prácticamente se duplica y hoy es de casi 20 por ciento del PIB total. Pero esto no beneficia a las comunidades rurales ni a la población en general, pues al tiempo que crece la agroexportación empresarial de frutas, flores y hortalizas, y la producción de granos forrajeros destinados a la ganadería, declinan los cultivos campesinos y se incrementa la importación de alimentos básicos. Así, entre 2000 y 2005 la producción de arroz tiene una disminución anual promedio de 0.32 por ciento, la de maíz de 0.81 y la de papa del 1.47 por ciento. En consecuencia las importaciones alimentarias se disparan, como en el caso del maíz, que se elevan en ese lapso en 28.3 por ciento anual. El resultado es que mientras que en 1990 las importaciones agrícolas representaban 20.5 por ciento de las exportaciones, 15 años después ya eran 46.5 por ciento. Como en muchos otros países latinoamericanos, en los 90s los gobiernos de Ecuador renuncian a la soberanía alimentaria y el país pasa de ser autosuficiente en básicos a depender de las importaciones para comer.

En este lapso las empresas agrícolas y agroindustriales se “modernizan”, pero esto no reduce ni la concentración de la tierra ni la explotación del trabajo. Según el censo de 2000, el 30 por ciento de los propietarios —casi 250 mil familias—, con parcelas de menos de una hectárea, poseen apenas el 0.8 de la tierra, mientras el 0.8 por ciento de los propietarios —algo más de 600 familias—, con más de 200 hectáreas cada uno, poseen casi el 30 por ciento. Además de que los campesinos tienen tierras con mucha pendiente, poca fertilidad y sin acceso al riego, y cuando producen para el mercado reciben bajos precios de los acaparadores. Así, la cosecha propia no alcanza para vivir y las familias rurales desarrollan también otras actividades, en especial trabajos a jornal. La crisis de 1998-2000, producto de siniestros agrícolas, caída de los precios petroleros y quiebras de bancos, redujo sustancialmente el empleo y los salarios reales, ocasionando un empobrecimiento general que apenas se compensó por la emigración a España y Estados Unidos y la ulterior llegada de remesas en dólares (tres mil millones en 2005). Sobra decir que los indígenas rurales son parias entre los parias: la extensión media de sus parcelas es de 0.65 hectáreas , tres veces menor que la media de los no indígenas, y entre ellos la pobreza afecta al 68 por ciento mientras que entre los no indígenas implica al 45 por ciento.

El deslizamiento hacia la dependencia alimentaria empezó antes, con la progresiva sustitución de cultivos directamente comestibles por agroindustriales. En los últimos 40 años el volumen cosechado de maíz duro se multiplicó por 15 mientras que el de blando —muy apreciado en la cocina andina— se redujo a la mitad. Y es que desde los 60s, en el marco de la Alianza para el Progreso, Ecuador recibía de Estados Unidos raciones alimentarias. “Nos enviaban harina Flor —recuerda el vicepresidente de FENOCIN—, una harina muy blanquita que contrastaba con la nuestra que es trigueña. Y desde entonces se dejó de producir trigo, de modo que ahora importamos el 90 por ciento de ese cereal. Lo más para lo que sirvió la Alianza fue para que las madres les cosieran a los niños la ropa de la escuela con los costales de la dichosa harina”.


Nueva dirigencia de la FENOCIN FOTO: Florencia Campana

Pedro de la Cruz , presidente saliente, remacha la idea. “Ahora nos dan ayuda alimentaria en las escuelas pero, como antes, mucho es importado y mucho está dañado, como el fréjol”. Y de ahí pasa a explicar las banderas de la confederación. “Nos han enseñado a consumir. O más bien, nos han enseñado a gastar. Pero a nosotros nos gusta la alimentación variada y para esto hace falta una producción también variada. Nuestra demanda no es seguridad alimentaria, como dice la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ), porque eso se reduce a tener comida: la que sea y de donde sea. En cambio la FENOCIN quiere soberanía alimentaria, que es más profundo pues significa producir nosotros, a nuestro modo, con nuestros propios saberes y conforme a nuestros gustos. Además de que soberanía alimentaria incluye el derecho a la Pacha Mama y a la sangre de la Papacha Mama , es decir a la tierra y al agua.

“Porque nosotros somos campesinos —continúa Pedro— pero nos tratan como pobres y no como productores. Y es que aquí productores son sólo los de las cámaras industriales. Entonces nos quieren dar limosnas, cualquier cosita para que nos estemos callados. Pero nosotros demandamos tierra. Tierra y también empleo, trabajo digno. Y una buena educación; no que nos enseñen a avergonzarnos de ser campesinos.”

Una “revolución ciudadana” por la vía constitucional . En años recientes, al tiempo en que en Ecuador se desarrollaba la lucha popular, se sucedían los presidentes, seis durante la última década. En 2003 el gobierno de Lucio Gutiérrez generó expectativas, pero a los pocos meses rompió la alianza con el partido Pachakutik, brazo político de la CONAIE , y sus últimos años fueron calamitosos. Las cosas cambiaron con Rafael Correa, quien logró desembarazarse de la derecha enquistada en el Poder Legislativo y en el Judicial, y desde 2006 viene impulsando una mudanza generalizada que se expresa en la nueva Constitución, promulgada en 2008.

“Bien por Correa. Pero no somos correístas. Nosotros somos de una organización que está en lucha desde hace 40 años”, dicen los de la FENOCIN. Y dicen bien, los cambios en curso en Ecuador se impulsaron desde abajo, desde los campos y las calles, de la misma manera que se bregó en los espacios institucionales. Pedro de la Cruz es miembro de la Comisión Legislativa transitoria y lo fue de la Asamblea Constituyente , donde presidió la comisión que se encargó de los temas del trabajo y la producción social, como también otra militante de la confederación: Manuela Cobacanco, quien hoy es miembro del Consejo General Electoral, encargado de organizar las elecciones de 2009.

“Nos llamaban ‘asambleístas rojos' —comenta Pedro—. Y es que los técnicos decían que en la Constitución había que poner que el Estado iba a ‘promover' la soberanía alimentaria y nosotros tercos en que dijera ‘garantizar'”. Al principio el tema se presentó con bajo perfil, pues tenía oposición interna, pero las organizaciones presionaron en las calles. Y ganaron: el artículo 281 constitucional establece que la soberanía alimentaria es un “objetivo estratégico” y que garantizarla es obligación del Estado.

Por su parte la consejera Manuela Cobacanco recuerda que “Cantones, comunidades, parroquias... luchamos por sumak kawsay, que significa ‘estar en armonía con la naturaleza y con los demás'. También peleamos por otros derechos: la tierra, el agua, la semilla, la producción y el acceso a los alimentos”. Y lo consiguieron: el artículo 14 constitucional reconoce el derecho de la población al “buen vivir, sumak kawsay ”, y el 282, prohíbe el latifundio así como el acaparamiento y privatización del agua, además de que le asigna a la tierra funciones sociales y ambientales, creando un fondo territorial que deberá regular el “acceso equitativo de campesinos y campesinas a la tierra”.

Del plato a la boca, a veces se cae la sopa , y de la norma constitucional a la ley reglamentaria se pueden cercenar derechos. La nueva Constitución ecuatoriana, por la que se luchó en las calles, es triunfo del movimiento popular entre otras cosas porque desmonta las estructuras que en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo y en el Judicial, le permitían a la derecha reproducir indefinidamente su dominación. Un dispositivo que deberá ser plenamente erradicado en las elecciones del 26 de abril de 2009, en las que se renovarán por completo los tres poderes del Estado y todos sus niveles.

Como parte de la transición prevista por la Constitución , se están elaborando leyes reglamentarias, entre ellas la de aguas, la de minas, la de participación ciudadana y la de soberanía alimentaria. Para esta última se fijó un plazo de 120 días, que está por cumplirse. “En América Latina —dice preocupado Luis Andrango— se han promovido diez leyes de soberanía alimentaria. De ellas se han aprobado cuatro, y la que menos, se tardó diez meses en negociación. Pero en Ecuador tenemos que hacerla en cuatro”.

El problema está en que en la conversión de la Asamblea Constitucional a Comisión Legislativa transitoria, disminuyó el número de representantes populares y algunos de los más combativos ya no están, pero también en que los movimientos sociales —que empujaron juntos por la nueva Constitución— están enfrentando separados la hechura de las reglamentarias, y podría ser, igualmente, que pasada la calentura de renovación constitucional, a los políticos les entró el pragmatismo. Así las cosas, se corre el riesgo de perder en las reglamentarias lo que se conquistó en la Constitución.

Según Luis Andrango, algunos de los problemas que dejan ver los borradores de la nueva ley que se han filtrado son que se constriñe la soberanía alimentaria al tema de la nutrición, soslayando cuestiones vitales como protección a la biodiversidad y reforma agraria, la que se reduce a un programa de créditos blandos para adquirir parcelas; que no se considera la participación social en el diseño y la ejecución de las políticas y programas, pese a que es un derecho constitucional; que no se definen mecanismos de presupuestación que garanticen la canalización de gasto público a la consecución de los objetivos fijados, y finalmente, que se concibe la inclusión social como la transformación de los campesinos en agroempresarios: especializados, netamente comerciales e integrados en sistemas-producto que controlan las agroindustrias. El riesgo de un retroceso es grande pues la iniciativa la está elaborando una comisión formada por el gobierno, que encabeza quien fuera negociador del plausiblemente abortado tratado de libre comercio, y en medio de una coyuntura electoral que partidiza la discusión.

“Hay en este debate cuatro asuntos no negociables —dice Luis Andrango—. Primero, nuestra vía es la campesina, no la empresarial. Segundo, no hay soberanía alimentaria sin amplia participación social. Tercero, la tierra es un derecho, no una mercancía, de modo que hace falta una reforma agraria integral y no créditos para comprar parcelas. Cuarto, hay que garantizar la defensa de la biodiversidad.”

La iniciativa deberá estar en manos de la Asamblea Legislativa a más tardar el 9 de diciembre, y ésta tendrá dos semanas para dictaminarla en comisiones y pasarla al pleno. La ventaja es que antes de que termine 2008 Ecuador tendrá una ley de soberanía alimentaria, el riesgo es que sea una ley defectuosa. En todo caso, lo más importante es que el tema está en la Constitución , y que las organizaciones que lo pusieron ahí se muestran dispuestas a seguir luchando para que el mandato se cumpla.

En su calidad de nuevo presidente nacional de la FENOCIN , Luis Andrango tiene clara la película: “En América Latina hay emergencia de movimientos populares que se producen por la extrema polarización social. Emergencia que se canaliza por la vía electoral y hace posible que haya gobiernos progresistas. Esto está bien. Pero nos preocupa que con la institucionalización de la lucha se reduzcan los movimientos. Nos preocupa que por los espacios parlamentarios se minimicen los no parlamentarios. Porque las leyes, los gobiernos y las instituciones son una parte, pero hay otros terrenos de lucha. Sobre todo, hay que atender el fortalecimiento político de la FENOCIN , porque los gobiernos pasan y las organizaciones quedan.”

La misma idea en voz de Manuela Cobacanco, movimientista y consejera electoral: “Somos interculturales: una organización de gente diversa pero con la misma causa, una escuela de formación para jóvenes y jóvenas reclamando el buen vivir. Porque las pajas se queman, pero la semilla queda.”


Campañas campesinas en los medios

Enrique Pérez S.

En un escenario —todavía vigente— en que los medios de comunicación veían al medio rural como asunto no prioritario, y cuando editoriales, artículos y reportajes daban cuenta de un movimiento campesino desaparecido, dividido, cuasi muerto, brotó lo impensable: en el invierno de 2002 once organizaciones campesinas nacionales y regionales, bajo el lema de “el campo no aguanta más”, dieron a conocer sus “seis propuestas para la salvación y revalorización del campo mexicano”.

Destinados a no ser la nota principal de la prensa, radio y televisión, los campesinos emergieron del México profundo para hacerse visibles ante los ojos de la sociedad civil.

Esas organizaciones fueron AMUCSS, ANEC, CIOAC, CEPCO, CODUC, CNOC, CNPA, FDCCH, FNDCM, RED MOCAF, UNOFOC y UNORCA.

Con un campo en ruinas, empobrecido, cientos de miles de campesinos se levantaron y demandaron solidaridad de los trabajadores, los pueblos indios, los jóvenes, los estudiantes, las mujeres, las organizaciones no gubernamentales, los intelectuales y artistas, para impulsar sus demandas, entre ellas una moratoria al apartado agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entonces entraba a su décimo año de desgravación; programas emergentes y de largo plazo; reconocimiento de los derechos y la cultura de los pueblos indios, y recursos específicos para desarrollo productivo, social y ambiental en el medio rural.

La capacidad que tuvo el Movimiento El Campo no Aguanta Más (MECNAM), denominado así por la prensa, para generar propuestas, argumentos y acciones, fue determinante para que los medios de comunicación se interesaran por lo que sucedía en el medio rural.

Con la toma del Puente Internacional Córdoba las Américas, de Ciudad Juárez, Chihuahua, el primer minuto de 2003, el MECNAM lanzó una aguerrida ofensiva de lucha en defensa de la agricultura campesina y la soberanía alimentaria; colocó como primer interlocutor al pueblo de México, e hizo un llamado a la sociedad a participar “a su modo”: a manifestarse en los puentes internacionales y aduanas, a enviar cartas con firmas al Congreso de la Unión , a portar un listón verde, a expresar rechazo al TLCAN, a revalorizar y promover el consumo de alimentos hechos en México y cultivados por pequeños y medianos productores y a boicotear el consumo de alimentos chatarra, entre otras cosas.

Campesinos visibles. Esto permitió que el campo estuviera en las primeras planas de los periódicos nacionales e internacionales, en los noticieros de radio y televisión.

El MECNAM realizó ayunos y firmó la alianza campesinos-sindicatos; organizó foros con intelectuales, artistas y académicos, exposiciones culturales y la sorprendente movilización nacional “Salvemos al campo para salvar a México” que congregó a más de cien mil campesinos, obreros, jóvenes y ciudadanos en general que atendieron al llamado del México rural.

Comunicados, boletines, desplegados de prensa, volantes, folletos, trípticos, entrevistas radiofónicas y televisivas, fueron sólo algunos de los medios por lo que el MECNAM dio a conocer a la población sus propuestas y acciones. El campo dejó de ser nota roja, folclore, conflicto. Y pasó a ser asunto de interés nacional.

La agitación campesina brotaba de sur a norte, de centro a occidente y así lo reflejaban los medios de comunicación. El movimiento campesino, que para muchos analistas estaba “muerto”, aparecía más vivo que nunca para hacer frente a los desafíos del iniciante siglo XXI.

Los labriegos obligaron al gobierno del entonces presidente Fox a sentarse a dialogar, de cara a la nación, las bases de una nueva política para el campo. Las mesas de diálogo que se desarrollaron en la antigua cárcel de Lecumberri derivaron en la firma del Acuerdo Nacional para el Campo.

Del MECNAM a Sin Maíz no Hay País. La fractura del MECNAM, tuvo al movimiento campesino en un letargo. No obstante, se seguían construyendo alianzas pasajeras y coyunturales.

Con el fin del sexenio de Fox, la problemática del campo se agudizó. Con la crisis de la tortilla y la cercanía de la última fase de desgravación del TLCAN, se fortaleció la insistencia campesina por la renegociación del apartado agropecuario de este acuerdo internacional y específicamente la salida del maíz y el frijol. Diversas organizaciones campesinas, ambientalistas, de mujeres, de derechos humanos, civiles y sociales, así como intelectuales, académicos, artistas y ciudadanos de a pie lanzaron la Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano, Sin Maíz no Hay País. ¡Pon a México en tu Boca!

Las propuestas y demandas, que incluyen la prohibición de maíz transgénico, la aprobación del derecho constitucional a la alimentación y la aprobación de la Ley de Planeación para la Seguridad y Soberanía Agroalimentaria y Nutricional; y acciones mediáticas novedosas, como ferias, conciertos, siembras de maíz en la urbe, recolección de firmas, ayunos, plantones frente a las embajadas y oficinas de gobierno, marchas, debates públicos, toma de puentes internacionales y caravanas de tractores, permitieron que el campo mexicano resucitara en los medios de la invisibilidad en la que se había sumido nuevamente.

La presencia de la campaña en los medios ha permitido posicionar temas que generalmente no son tratados en los espacios informativos, y ello le permite un vínculo fundamental con la sociedad civil.

Gobierno autista. A pesar de la calidad y profundidad de las propuestas y alternativas para el cambio de rumbo de las políticas públicas, el gobierno sigue sin atender de manera frontal la grave crisis del campo.

Siendo movimientos diferentes y distantes en el tiempo, tanto el MECNAM como Sin Maíz no Hay País coincidieron, entre muchos otros aspectos, en la utilización de los medios de comunicación y en evidenciar que los asuntos del campo no son únicamente responsabilidad de las y los campesinos, si no de todas y todos los mexicanos.

No obstante, contrario al MECNAM, la Campaña Nacional Sin Maíz no Hay País sigue unida y fortalecida, e inició una segunda etapa de lucha bajo el lema “Alimentos campesinos para México. El hambre no espera”, que concluyó con la realización, en octubre de 2008, de la Asamblea Nacional por la Soberanía Alimentaria , y actualmente está en proceso de una tercera etapa de lucha.

Coordinador de Prensa y Comunicación de ANEC, AC