Usted está aquí: martes 13 de enero de 2009 Mundo Nadie en Gaza está seguro; “de nuevo somos desplazados y pronto no habrá adónde correr”

■ El objetivo israelí es Hamas, “pero parece que somos todos”: testimonio de un residente

Nadie en Gaza está seguro; “de nuevo somos desplazados y pronto no habrá adónde correr”

Fares Akram (Especial para The Independent)

Ampliar la imagen En medio de la humareda que dejan los bombardeos israelíes en el noreste de Gaza, los palestinos abandonan sus hogares para refugiarse en casa de otros familiares, pues la ciudad está cercada y es complicado abandonar el área En medio de la humareda que dejan los bombardeos israelíes en el noreste de Gaza, los palestinos abandonan sus hogares para refugiarse en casa de otros familiares, pues la ciudad está cercada y es complicado abandonar el área Foto: Reuters

Gaza, 12 de enero. Hemos dejado nuestra casa. Como otros 60 mil pobladores de Gaza, hemos recogido nuestras cosas y huido. Una vez más nos hemos convertido en desplazados. Pronto no quedará un lugar adónde correr, porque nadie en Gaza está seguro. En las primeras horas del sábado el bombardeo se escuchó más fuerte y más cerca de nuestra casa, y el tableteo de ametralladoras se volvió más intenso. Los tanques no estaban muy lejos.

En la oscuridad, recostado, escucho el ruido del fuego de armas cortas y voces en la calle. Desde que comenzó la ofensiva israelí nuestras calles están desiertas por las noches; hasta los perros que normalmente nos molestan con sus ladridos han desaparecido. Las voces eran de militantes palestinos: “¡Pégate a la pared! ¡Ve por la pared!”, los escuché gritarse uno a otro. No me atreví a asomarme a la ventana por temor a los francotiradores, pero traté de escuchar la radio. Las estaciones de FM operadas por facciones palestinas no daban información, sólo hablaban de los “actos heroicos” de sus militantes.

Mis pensamientos fueron a mi esposa, Alaa, así que la llamé al amanecer. Tiene nueve meses de embarazo y la enviamos la semana pasada a la casa de sus padres, en la parte occidental de la ciudad. Como me imaginaba, se encontraba presa del pánico.

A las 6 am miré por la ventana. Todo el vecindario se marchaba. De un complejo habitacional situado al oeste vi que salían cargando bolsas, colchones, ropa de cama, pertenencias personales. Los automóviles estaban retacados de equipaje, y todos corrían por el ruido de bombas que nos envolvía.

Yo antes decía que nunca dejaríamos nuestro hogar, pero cuando todos se van, ¿cómo quedarnos? Apenas una semana después de que mi padre murió durante un ataque aéreo israelí en nuestra pequeña granja del norte de Gaza, cuando comenzó la invasión terrestre, nos enfrentamos a un terrible dilema. Pensé en la familia Samouni, de la que todos perecieron la semana pasada cuando se refugiaban juntos en su casa, y decidí que teníamos que irnos.

Recogí las joyas de Alaa, mi laptop y mi teléfono, mis notas y documentos, y alguna ropa. Mi madre, mis hermanas y los hijos de ellas se fueron en auto a la casa de mi hermana. Yo me uní a quienes iban a pie por la calle.

Dejar así un hogar es doloroso, casi siente uno vergüenza. Pero los israelíes no tienen piedad en esta operación. Antes no eran tan duros con los civiles. Ahora, en cambio, aunque dicen que su objetivo es Hamas, parece que su objetivo somos todos.

Ahora estoy en casa de los padres de Alaais. Aquí hay 100 personas en un edificio donde por lo regular viven 20. Todo el distrito está sobresaturado porque la mayoría de los que han huido de Gaza vinieron aquí. Pero en la noche del sábado junto con las bombas cayeron volantes en los que se anuncia una intensificación del fuego. “A los residentes de Gaza”, decían. “Las Fuerzas de Defensa de Israel intensificarán operaciones en el periodo inminente en contra de túneles, almacenes militares y elementos terroristas en toda la franja de Gaza. Por su seguridad personal y la de su familia se les solicita no permanecer cerca de elementos terroristas, de almacenes de pertrechos militares, o de sitios desde donde se lanzan operaciones terroristas.”

Bueno, nos salimos de nuestra casa a causa de los militantes –o terroristas, como los llaman–, pero ahora también aquí están dejando caer volantes. Gaza es un lugar pequeño y los israelíes han cerrado las fronteras, así que no podemos escapar. ¿Será que tratan de aterrarnos todavía más?

En medio del caos, el domingo logré llevar a Alaa al hospital. La enfermera dijo que estaba entrando en trabajo de parto. La presión sanguínea le ha subido un poco y se siente mareada. El médico dijo que el miércoles le inducirán el parto. Por unos momentos, entre los recién nacidos de la sala de maternidad, Alaa olvidó nuestro predicamento y pareció dichosa.

Antes de ponerse el sol este domingo, las fuerzas israelíes dejaron caer más folletos en los que apremian a la población a proporcionar información telefónica sobre lugares desde donde se lanzan cohetes. Se habla de que es el final del juego. Y nosotros, los palestinos, no debemos mentirnos a nosotros mismos: han logrado algunos de sus objetivos. Se lanzan menos cohetes hacia Israel, y hemos sabido que seis líderes de Hamas han huido a Egipto a través de un túnel.

Pero lo que han logrado ha sido a expensas de civiles palestinos. Cientos de niños han sido asesinados o heridos. Han visto a sus padres aterrorizados e impotentes para protegerlos. En el futuro, ¿a quién se volverán en busca de protección? Aun si los aviones de guerra se han ido para cuando llegue nuestro bebé, esta semana, lo que Israel ha hecho en las dos semanas pasadas mantendrá vivas las llamas de este conflicto durante generaciones por venir.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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