Usted está aquí: sábado 17 de enero de 2009 Opinión Debilitar a Hamas, ¿y después?

Marta Tawil

Debilitar a Hamas, ¿y después?

Ampliar la imagen Vigilia en Barcelona para protestar contra los ataques de Israel a los palestinos de la franja de Gaza Vigilia en Barcelona para protestar contra los ataques de Israel a los palestinos de la franja de Gaza Foto: Ap

Desde el inicio de la segunda intifada en 2000 y la reocupación israelí de Cisjordania, todos los símbolos de la Autoridad Nacional Palestina y la autonomía fueron destruidos por el ejército israelí (el cuartel general de Yasser Arafat, escuelas, hospitales, etcétera). Los constantes retenes y toques de queda han sido un factor de desorganización cotidiana de la sociedad palestina. La economía de Gaza colapsó desde entonces, la calidad de vida de sus habitantes ha sido catastrófica debido a la falta de alimentos y medicinas, y crecientes deficiencias en los servicios de salud, agua potable, electricidad y educación. Si la población de Gaza pudo sobrevivir estos años fue gracias a la solidaridad familiar (familias extensas) así como a la ayuda de las organizaciones no gubernamentales internacionales.

Los ataques de Hamas desde que se rompió la tregua en diciembre pasado no requerían una respuesta israelí desproporcionada como la actual. Desde el 27 de diciembre, alrededor de mil palestinos han perdido la vida en Gaza y cerca de 5 mil han sido heridos. Médicos de la organización no gubernamental noruega Norwac, que intentan salvar vidas en el hospital Al Shifa, de Gaza, afirman haber visto víctimas civiles con heridas que apuntan al uso de un nuevo tipo de armas. Cada nuevo ataque aéreo o terrestre del ejército israelí aumenta la popularidad de Hamas y las protestas contra Estados Unidos e Israel en Cisjordania, el mundo árabe y musulmán; así lo ilustran las manifestaciones masivas en los países aliados de Washington y Tel Aviv, como son Egipto, Jordania, Turquía. El papel mediador de Egipto es limitado, ante todo porque es parte del conflicto. Molesto por la negativa de Hamas de firmar un acuerdo elaborado por El Cairo para establecer una tregua entre el movimiento islámico y el partido Fatah, el gobierno de Hosni Mubarak no esconde su oposición a Hamas (que es, además, una rama de la fuerza opositora Hermandad Musulmana nacida en Egipto en 1928), cercano a Siria, Irán, Hezbollah y Qatar. El Cairo ha mantenido cerrado el cruce fronterizo de Rafah (entre Gaza y Egipto) en franca coordinación con Israel. Es cierto que ese cruce puede servir de paso al suministro de armas para Hamas, como sucedió durante la guerra en Líbano de 2006, en la cual Hezbollah pudo abastecerse en armas a través de la frontera sirio-libanesa. Pero esa frontera también se abrió para permitir a muchos civiles libaneses refugiarse en Siria; en cambio, la población civil palestina, sitiada por todas partes, no tiene posibilidad de refugiarse de las bombas israelíes.

Israel busca terminar de una vez por todas con la guerra sicológica de Hamas y restaurar la reputación del ejército israelí severamente dañada por el fiasco de la guerra en Líbano de 2006. Al sitiar Gaza y provocar la crisis humanitaria, Israel confirma su objetivo de debilitar la base social de la resistencia islámica (base que, dicho sea de paso, no ha sido exclusivamente musulmana sino también cristiana). Ello podría explicar los ataques a la infraestructura eléctrica y otros servicios de Gaza así como el reciente bombardeo de las instalaciones de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos. Las próximas elecciones legislativas en Israel (10 de febrero) también inciden en la presente ofensiva militar. El discurso radical prevalece en el seno de todas las formaciones políticas susceptibles de entrar al próximo gobierno. Ninguno de los líderes de los grandes partidos se dice listo para negociar con los palestinos con base en las resoluciones de la ONU y el retiro a las fronteras de 1967. Tzipi Livni, actual ministra de asuntos exteriores y candidata en las próximas elecciones por el partido Kadima, ha estado a cargo de las negociaciones con la ANP, apoya el proceso de paz y la creación de un Estado palestino (aunque no dentro de las fronteras de 1967, como establece la ONU) ante todo porque lo considera el mejor medio para preservar la identidad judía del Estado hebreo. Se ha mostrado muy cercana a las posiciones de los ultranacionalistas; por ejemplo, ha dado a entender que una vez que surja un Estado palestino los árabes israelíes tendrán que irse de Israel. Livni intenta, pues, posicionarse más a la derecha de Benjamin Netanyahu (partido Likud), que las encuestas dan como favorito. Del lado palestino, la lucha entre Fatah (que controla Cisjordania) y Hamas (que controla Gaza) contribuye también a que las posiciones se radicalicen. Fatah, que reivindica para sí el poder legítimo, dice estar en mejor posición para negociar con Israel por contar con mayores canales de comunicación. Hamas, por su parte, en 2004 reconoció implícitamente a Israel como interlocutor (por lo menos dentro de las fronteras de 1967). Sin embargo, en el contexto de la lucha intrapalestina la línea más dura ha tenido la voz cantante; Hamas quiere mostrar que también tiene cartas bajo la manga. En cualquier caso, es irreal suponer que Hamas será debilitado efectivamente y de manera permanente para que el liderazgo de Fatah y Mahmoud Abbas, aliado de Estados Unidos y Europa, pueda restablecer una autoridad centralizada y legítima en el contexto de una sociedad palestina desintegrada y que ya no cree en los grandiosos planes de paz. Con las heridas de esta guerra, Israel sólo ganará tiempo en espera de un nuevo enfrentamiento.

 
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