Usted está aquí: lunes 19 de enero de 2009 Opinión Un estudio descuidado

Hermann Bellinghausen

Un estudio descuidado

Al resolver un problema, El Larry se había metido en otro. Okey, se dijo, ya conseguí gasolina, que es a lo que vine. Quedó apalabrada con Luján, y a buen precio. Sólo que ahora, al aceptar la condición de prestarse a un experimento del antedicho Luján, El Larry se encontraba en un nuevo predicamento.

El taller, o estudio, o bodega, o catedral de lámina, o pista de despegue de las chifladuras de Luján tenía un techo muy alto, lo que le daba un aspecto como de ciencia ficción serie B, con luz fluorescente reflejada en las acanaladuras de la lámina y produciendo un efecto de densidad lumínica, equivalente al hielo seco en puestas en escena escolares. Sólo lo mínimo creíble. Catsup en vez de sangre.

–El desestacionador –dijo Luján.

–¿El qué? –preguntó El Larry.

–Así se llama. El aparato que voy a probar en usted.

Grandes mesas, parecían de cedro, y sobre ellas tornos y sierras y herramientas de carpintero y de plomero. Unas cinco, y tres ocupadas por diversas figuras estrambóticas con un dejo de robot. Algunas tenían un aspecto más bien vegetal, como si Luján inventara plantas, flores de cartón o metal, humedades en plástico, micromembranas inteligentes.

–Ése es un espantaplagas –explicó Luján cuando vio que El Larry se detenía frente a su creación “vegetal”.

Para mostrarle, apretó un botón al pie del tallo de esa cosa, y ésta empezó a secretar un líquido cristalino, como un rocío, que escurrió de las hojas y el tallo.

–Atrae gusanos, mariposas, mosquitos, esporas. Si se le coloca en un plantío, una milpa o un huerto, los protege. Pero al revés del espantapájaros no ahuyenta, sino que atrae.

O sea que Luján andaba diseñando trasgénicos o alguna mierda de ésas. Como leyéndole el pensamiento a El Larry, Luján prosiguió:

–La secreción del espantaplagas es totalmente natural y orgánica. Consiste en enzimas frutales que atraen bichos y los envenenan, dulcemente, como quien dice. Al artrópodo u hongo que le llega lo descompone rápido y lo convierte en material orgánico que además de abonar la tierra, la regenera.

–¿Y funciona? –indagó El Larry.

–Claro, la sustancia. Lo que todavía tiene fallas es la planta.

No bien lo dijo, algo se alteró en la “planta”. Primero detuvo la secreción, y en segundos empezó a lanzar chisguetes desordenados de la sustancia, salpicándole la cara a El Larry, que se echó para atrás con un grito.

–Ese es el problema -explicó Luján tranquilamente-, no mantiene uniforme la liberación de la sustancia, sobresatura y no le dura tiempo suficiente, la desperdicia.

El Larry se limpió en torno al ojo derecho con su pañuelo. La sustancia no olía mal, hasta eso. Como almendrada.

–No es tóxica –Luján le siguió leyendo el pensamiento. Ahora sígame.

Lázaro Cárdenas queda en Tierra Caliente. Pero dentro del taller de Luján el calor era peor. Había un par de boyas en lo alto, y algunos ojos de buey rudimentarios, pero faltaba ventilación.

–Sí, ya sé que está muy caliente aquí adentro, pero la ventilación enfriaría los materiales, y eso no es bueno. Y ni pensar en aire acondicionado, que no sólo gasta mucha energía eléctrica, sino que altera el orden molecular. Además, sin ventanas estoy mejor, así nadie viene a curiosear.

¿Nadie, como quién?, pensó El Larry, si allí no paraban ni las moscas.

 
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