Usted está aquí: martes 20 de enero de 2009 Cultura Documenta video la capacidad de Gustavo Dudamel de transfigurar a las personas

■ Se estrenó en televisión la grabación donde dirige a la Filarmónica de La Scala de Milán

Documenta video la capacidad de Gustavo Dudamel de transfigurar a las personas

■ El joven venezolano compartió con atrilistas y público el misterio de la música de Mahler

Pablo Espinosa

Ampliar la imagen Gustavo Dudamel y la Orquesta de la Juventud Símon Bolívar de Venezuela, en 2007, durante un concierto en Bellas Artes Gustavo Dudamel y la Orquesta de la Juventud Símon Bolívar de Venezuela, en 2007, durante un concierto en Bellas Artes Foto: María Meléndrez Parada

El domingo se realizó el estreno de la grabación que realizó el director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel con la Filarmónica de La Scala de Milán y la Tercera Sinfonía de Gustav Mahler.

La premiere ocurrió a través del canal cultural de televisión Film and Arts, como parte de su ciclo semanal I Concerti della Filarmonica della Scala.

El concierto original ocurrió el 6 de noviembre de 2006. Fue un éxito extraordinario. Mediante la grabación en video quedó el domingo registrada la capacidad que tiene Dudamel de transfigurar a las personas.

Al poner en vida la partitura de Mahler, el rostro de los músicos cambió en cuestión de minutos, especialmente el movimiento lento, cuando una contralto entonó el texto de Friedrich Nietzsche O Mensch! Gib acht! Was spricht die tiefe Mitternacht? (¡Oh hombre! ¡Despierta! ¿Qué te dice la profundidad de la noche?) y el público frente al televisor conoció una manera más intensa todavía de experimentar el gozo.

El milagro ocurrió merced a la manera en que entiende Dudamel el lenguaje mahleriano y lo pone de manifiesto a través de su batuta, por cierto manejada con una técnica poco vista en otros directores de orquesta: la delgada línea de marfil, sostenida por una esfera de goma en la palma de la mano, parece adquirir vida propia en cuanto la mano derecha del venezolano acomete los pasajes más delicados. Los primeros planos de esa batuta flotante en la pantalla de televisión asemejan entonces una cámara lenta inexistente, una paloma blanca en vuelo, una delgada embarcación en altamar.

Intensa relación con Mahler

La relación de Gustavo Dudamel con la mejor casa de ópera a escala mundial comenzó el 11 de octubre de 2006, cuando el mundo musical festejó el cumpleaños 250 de Mozart y La Scala contrató al joven Dudamel para dirigir 12 funciones de Don Giovanni. El éxito fue tan rotundo que desde entonces se han repetido muchas veces los encuentros.

Cuando se grabó el concierto cuyo estreno mundial en televisión ocurrió el domingo, Dudamel tenía 25 años de edad, y en tan sólo un año había conquistado los principales podios del planeta. Su imagen al frente de una orquesta de primer nivel mundial era, en el televisor, semejante a ver a un niño conducir un Ferrari, si tomamos en cuenta también que en esta ocasión se trató precisamente de un poderoso motor italiano, la Filarmónica de La Scala, lo que irrumpió en la señal satelital.

La relación de Gustavo Dudamel con Gustav Mahler es también intensa. De hecho está aparejada a su despegue como nueva figura mundial, pues fue con la Quinta Sinfonía de ese autor austriaco con la que ganó el concurso que lleva el nombre de Mahler en Alemania. Es también el material de su segundo disco con Deutsche Grammophon. Y la noche de este martes 20 de enero dirigirá de nuevo la Quinta mahleriana, ahora en el Lincoln Center, al frente de la Filarmónica de Nueva York.

El próximo lunes Gustavo Dudamel cumplirá apenas 28 años de edad.

El domingo, por televisión, se veía aún más niño cuando caminaba junto a la contralto holandesa Christianne Stutijn, una valquiria de estatura wagneriana, hacia el centro del podio, y en cuanto blandió la batuta los rizos de su melena, los gestos sinópticos de todo su cuerpo, su sabiduría en la música de Mahler transfiguraron a los músicos de la orquesta entera (una bella violinista lloraba mientras hacía música, todos tenían una actitud de trance místico mientras hacían sonar el misterio mahleriano) y el público televidente pudo entrar al territorio del llanto que no implica dolor sino gozo, porque cuando se activa el contacto divino, que en eso consiste el trabajo de Dudamel, es tan intenso que salen lágrimas de gozo. Dudamel sabe llegar hasta la fibra esencial de los humanos, que es donde reside el alma, en esos filamentos luminosos, dorados, en acompasada vibración.

El domingo, Dudamel hizo dar un paso adelante a la humanidad, a través de un medio de comunicación clasificado como frío, frívolo, frígido. La televisión fue otra con la mancuerna Mahler-Dudamel entonces, al menos durante 110 minutos.

 
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