Usted está aquí: martes 20 de enero de 2009 Opinión Tiempo de Blues

Tiempo de Blues

Raúl de la Rosa
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■ No puedes juzgar un libro por su cubierta*

Ampliar la imagen Celebraciones en Grand Park de Chicago, el día que ganó las elecciones Celebraciones en Grand Park de Chicago, el día que ganó las elecciones Foto: Luis Soto

Primera llamada

Este 20 de enero será recordado por millones de estadunidenses: Barack Hussein Obama toma posesión como el 44 presidente de Estados Unidos. Como candidato sacudió las estructuras sociales de su país y despertó gran interés en todo el mundo, pero lo que sorprendió al que escribe, es que ese interés se centraba en que podía ser el primer presidente afroestadunidense de esa nación.

Pero hay otra historia casi desconocida, inclusive por los propios afroestadunidenses, y se remonta a los primeros días de la esclavitud en la que miles de mujeres y hombres murieron en busca de su libertad. En 1839, por ejemplo, 53 cautivos originarios de Sierra Leona, a bordo de la goleta española Amistad, se amotinaron, encabezados por Joseph Cinqué; fueron capturados en las costas y encarcelados, pero la histórica decisión de la Suprema Corte de Estados Unidos decretó su libertad, acción en la que intervino el presidente John Quincy Adams. De esta suerte todos retornaron a su natal África.

Miles más combatieron desde siempre por una vida más justa. La lucha por los derechos civiles se remonta al siglo XIX, en 1877, al final de la Reconstrucción. Eran libres pero no tenían libertad, dejaron de tener poder político y se crearon leyes que nunca les permitiron la igualdad ni el derecho a la educación, a la salud. En el sur se decretó un impuesto al voto, esto es, tenían que pagar para poder votar, y así, los negros y blancos pobres no podían pagar ni votar.

Harriet Tubman (1820-1913), una esclava, creó el ferrocarril subterráneo para llevar a personas de su condición del sur hacia el norte del país y Canadá. Se trataba de una ruta que por las noches seguían a pie cientos de esclavos guiados por Harriet, quien fue la primera mujer en dirigir un batallón armado en la guerra civil. Ella liberó a más de 700 esclavos, fue espía para las tropas de la Unión. Vivió hasta los 93 años.

Otro de los casos es Nat Turner, quien en 1831 encabezó una rebelión en Virgina. Al ser derrotado su movimiento, Turner fue ahorcado, desollado, decapitado y descuartizado. Algunos blancos se llevaron consigo partes de su cuerpo como trofeos.

La lista de hechos en ese sentido es muy larga, podrían completar tomos.

Segunda llamada

Lo irónico es que Barack no es descendiente de esclavos; su padre es africano, oriundo de Kenia, de la tribu de los luo, que de niño cuidaba cabras y años después fue enviado a estudiar a Estados Unidos; su abuelo, un chamán de su tribu, era agricultor. El padre de Obama conoció a su esposa, Ann Dunham –descendiente de irlandeses–, en la Universidad de Hawai. Luego de dos años de casados, se separaron y la señora volvió a contraer nupcias con un indonesio, por lo que Barack vivió parte de su niñez en Indonesia, país de mayoría musulmana.

Sarah, la abuela paterna de Barack, vive en Kogelo, una aldea a cientos de kilómetros de Nairobi. Asistirá a la ceremonia de investidura de su nieto como presidente de la nación más poderosa (al menos militarmente). Sarah trae consigo la cultura milenaria de su pueblo, donde los griots cantan la historia del bendecido por Dios, pues eso significa Barack en swahili.

Tercera llamada

En pleno siglo XX los personajes de esas luchas se multiplicaron y los movimientos por los derechos civiles se volvieron masivos. El mundo descubrió la intolerancia de una nación donde la llamada supremacía blanca tiene millones de seguidores; el linchamiento era práctica común y el Ku Klux Klan, ya sin las sábanas, tenía miles de adeptos. Aún viven algunos de los protagonistas del caso de Emmett Till, de 14 años, en Money, Misisipi, quien fue asesinado y descuartizado por haber silbado a una joven blanca en la calle, en 1955; ninguno de los responsables fue castigado.

Ese mismo año, en Alabama, Rosa Parks fue arrestada por negarse a ceder su lugar en el autobús a un hombre blanco.

Ambos casos, el de Emmett y el de Rosa, fueron detonadores del movimiento por los derechos civiles. Sin embargo, ha habido otros luchadores, cuyas historias han pasado desapercibidas, quizás debido a que pertenecían al Partido Comunista de Estados Unidos: se trata de Mildred McAdory, trabajadora doméstica y activista, que en 1941, al viajar en un autobús, se negó a ceder su lugar a un pasajero blanco.

Otras grandes figuras heroicas son James Jackson y Esther Cooper, su esposa, activistas por la paz mundial y el socialismo. Fueron grandes oradores y miembros del Partido Comunista, así como fundadores del Congreso Sureño de Jóvenes Negros.

Después vendrían líderes como John Lewis, una de las cabezas del Movimiento de los Derechos Civiles, que en 2008 negó su apoyo a Barack Obama para otorgárselo a Hillary Clinton.

Los Panteras Negras tuvieron un papel fundamental en los años 60, en la lucha por la no violencia, preconizada por Martin Luther King. Stokely Carmichael, Angela Davis, Ekdrige Cleaver y Malcom X también fueron importantes protagonistas de ese movimiento. Época de grandes cambios, de esperanzas, de un mundo mejor que nunca llegó.

Han transcurrido 46 años desde que Martin Luther King pronunció su discurso Tengo un sueño, cuyo eco se escuchará en la toma de posesión de Barack Obama, a la que se han sumado cientos de artistas en una especie de conjuro en contra de una etapa nefasta no sólo para los estadunidenses, sino para todo el mundo.

El matrimonio de Barack y Michelle Robinson representa la esperanza (por la que millones votaron) y una postura que los enaltece, al reconocerse en sus orígenes: “Estoy casado con una afroestadunidense, por cuyas venas corre sangre de esclavos y de dueños de esclavos”, así como su propia historia, plasmada en el libro Sueños de mi padre (1995).

Me quedo con el pensamiento de su abuela Sarah: “El hijo de mi hijo puede llegar a ser un buen presidente”.

*Título de la canción de Willie Dixon: You Can’t Judge a Book By Its Cover (1962).

 
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