Usted está aquí: jueves 22 de enero de 2009 Opinión México, país estratégico

Soledad Loaeza

México, país estratégico

Aparentemente el encuentro entre el presidente electo Barack Obama y el presidente Felipe Calderón no tuvo grandes resultados. En realidad poco podía esperarse, pues se trató, primero, de una visita de cortesía al vecino que acaba de llegar; más aún, las notas periodísticas mexicanas no permiten siquiera hablar de acercamiento, y la prensa de Estados Unidos le otorgó una importancia mínima; en todo caso, fue una oportunidad para verse las caras, y ante todo un gesto de buena voluntad de parte de ambos.

Si consideramos que muy pocos creían que Obama tendría tiempo para recibir a Calderón, entre otras razones porque hasta ahora México no está entre las prioridades del nuevo mandatario en Washington, la reunión fue un triunfo indiscutible para los funcionarios mexicanos, aunque haya sido sólo la oportunidad para que se tomaran una foto.

La necesidad de mantener relaciones de cooperación con México y, por consiguiente, una actitud favorable hacia Estados Unidos, fue probablemente una poderosa razón para que el equipo de Obama hiciera un esfuerzo y atendiera la solicitud mexicana de una entrevista antes de la ceremonia de toma de posesión. Si miramos la reunión a la luz del planteamiento general de la política exterior que se anuncia, uno de cuyos temas centrales es la seguridad del territorio y la defensa de la vida de los estadunidenses, entonces las razones de la deferencia aparecen con claridad.

La continuidad territorial entre los tres países de América del Norte tiene implicaciones muy profundas para las relaciones políticas entre ellos. Desde que México se alió con Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, entre los dos países se instaló el principio de que la seguridad era un asunto de interés compartido, un tema bilateral que imponía la cooperación; de manera que esos asuntos han jugado un papel muy importante en los intercambios bilaterales. El trabajo conjunto en ese terreno ha sido estrecho y continuo. Los servicios de inteligencia estadunidenses han colaborado con los mexicanos por necesidad, en vista de que México ocupa una posición estratégica desde el punto de vista del perímetro de seguridad de Estados Unidos.

Los gobiernos mexicanos de la inmediata posguerra supieron jugar con mucha habilidad esta carta y obtuvieron importantes ventajas de sus contrapartes en la Casa Blanca; por ejemplo, aseguraron bastante libertad de acción en materia de política económica. El nacionalismo y el proteccionismo del desarrollo estabilizador fueron posibles, en buena medida, porque los estadunidenses –que deploraban ese tipo de políticas– las aceptaron resignadamente, a cambio de que México se mantuviera firme en el combate a posibles infiltraciones y conspiraciones comunistas. Sin embargo, la importancia estratégica de nuestro país disminuyó a partir de los años 70, cuando la principal amenaza ya no era la ideología, sino un ataque nuclear.

El grado de sofisticación que alcanzó el armamento de este tipo le restó importancia a la geografía: se construyeron misiles intercontinentales que podían ser disparados desde el Kremlin y destruir Chicago y Nueva York, sin necesidad de un acercamiento territorial. Ahora, ha resurgido la amenaza de una ideología enemiga de los valores estadunidenses, según lo afirmó George W. Bush en su mensaje de despedida, y aunque el tono de Obama no fue el mismo cuando se refirió al terrorismo que representa un peligro para Estados Unidos, lo cierto es que su administración inicia con la percepción de que el territorio mexicano puede ser el trampolín de un ataque al territorio o a los ciudadanos estadunidenses.

El gobierno de Calderón enfrenta grave dilema: para llamar la atención de Estados Unidos y comprometer a la administración de Obama con políticas de apoyo a México tiene que subrayar las vulnerabilidades del país y los problemas que enfrenta, primeramente, la seguridad pública. No obstante, una estrategia que persigue afianzar la cooperación como una necesidad, coloca a México en una posición de debilidad que acentúa su vulnerabilidad a las presiones de Estados Unidos, o la determinación de la nueva Casa Blanca, de intervenir en los asuntos internos para ayudar a México. Cuando Obama dice que no nos dejarán solos en la lucha contra el narcotráfico, provoca reacciones contradictorias. Por una parte, nos sentimos aliviados, pero, por la otra, nos preguntamos qué quiere decir exactamente que estará con nosotros en ese combate.

En Estados Unidos algunos observadores sostienen que la administración de Obama podrá hacer pocos cambios en la política exterior, que la situación internacional lo obligará a continuar las líneas de acción de su predecesor. Sin embargo, la evolución de la violencia en la frontera con México seguramente llevará a un cambio, tal vez muy lejano al que nos ha hecho esperar el entusiasmo que despierta el acontecimiento histórico que acabamos de presenciar: la llegada de Obama a la Casa Blanca.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.