Usted está aquí: sábado 24 de enero de 2009 Opinión Tumbando Caña

Tumbando Caña

Ernesto Márquez

■ Luis Miguel en concierto: pan con lo mismo

Ampliar la imagen A lo largo de 155 conciertos ofrecidos en el Auditorio Nacional le han ido a escuchar más de un millón y medio de personas A lo largo de 155 conciertos ofrecidos en el Auditorio Nacional le han ido a escuchar más de un millón y medio de personas

Ampliar la imagen Después de cantar Qué nivel de mujer, versión edulcorada del funk Soul with a Capital S, de Tower of Power, y Será que no me amas, versión boba de Blame it on the Boogie, de los Jackson Five, se retiró con petición de otra, pero El Sol ya no salió Después de cantar Qué nivel de mujer, versión edulcorada del funk Soul with a Capital S, de Tower of Power, y Será que no me amas, versión boba de Blame it on the Boogie, de los Jackson Five, se retiró con petición de otra, pero El Sol ya no salió Foto: Fernando Aceves

Nada nuevo trae El Sol en su temporada 2009, que presenta en el Auditorio Nacional. A no ser ese puñadito de canciones extraídas del multipromocionado álbum Cómplice, el concierto que presenciamos resultó muy parecido al anterior y al anterior de éste: baladas de éxito intercaladas con boleros, tangos y canciones rancheras al uso.

Luis Miguel posee una voz educada y de amplios registros, pero sin un ápice de emoción ni matices. En ese sentido, todo lo que canta lo canta igual, ya sea ranchera, balada, tango o bolero. En ningún caso logra imprimir el dramatismo o carácter emocional que contienen las líneas argumentales de los textos cancioniles, por lo que su expresión es plana y carente de sentimientos encendidos.

No cabe duda que Luis Miguel es un aglutinador de multitudes. A lo largo de 155 conciertos ofrecidos en el Auditorio Nacional le han ido a escuchar más de un millón y medio de personas. “Pero ése es un mérito de ustedes, no mío”, señaló en la única ocasión que se dirigió al público. “A ustedes no los para nada ni nadie… por eso México es tan especial, por eso se merecen un gran aplauso”, rubricó.

Una sólida banda de nueve músicos y dos chicas en las voces de apoyo arrancaron con un midley instrumental de algunos de sus temas, al tiempo que en las dos pantallas laterales se proyectaban imágenes con momentos de su trayectoria.

En medio de un estruendo y luces relampagueantes apareció el llamado Sol en lo alto del escenario, con impecable traje negro, camisa blanca y corbata oscura, mientras se escuchaban los acordes de Tu imaginación, de su reciente material discográfico. El divo descendía la escalinata, en tanto en la parte superior una inmensa pantalla de alta definición destacaba su rostro sonriente. El griterío era ensordecedor. Ligó esa canción con Suave, otra baladita pop, para luego transcurrir por terreno conocido con Tú y yo, Si te vas y Hasta que me olvides.

La noche fue hilvanada con una serie de momentos efectistas provocados de manera estudiada por el intérprete que sacó a relucir todos sus encantos, incluyendo sonrisas, arengas y saludos de mano a las fans más atrevidas que se precipitaron al escenario con la venia y el control de la gente de seguridad.

Este gesto, el de acercarse al borde del escenario y estrechar algunas manos femeninas, fue calificado de insólito por sus seguidoras, si se tiene en cuenta la parquedad de antaño y la distancia que siempre ha mantenido con su público. Por eso llamó la atención también que besara en la mejilla a una niña que le fue acercada por encima del delirante grupo de féminas. O que en un momento, mientras cantaba el tema Si tú te atreves, regalara rosas blancas a las damas ubicadas en las primeras filas. Estos detalles, que no llamarían la atención en otros cantantes, destacan en él, dada su escasa proclividad a manifestaciones afectivas.

Mucho se habla de su “carisma”, aunque para decirlo claro este “carisma” es uno construido a partir de las fantasías que su imagen y su estilo de cantar generan en sus seguidoras. Mujeres de todas las edades ponderan su belleza física y su voz, y se pasa por alto que aun cuando procura explotar al máximo sus posibilidades tonales, su canto no es tan sólido y abrasador como se desearía.

Pero eso no importa a sus seguidoras quienes gritan a cuello pelón las rolas hasta desgañitarse. Es el sector del público más prendido y van con todo a gozar a su estrella. Resulta gracioso observar cómo permanecen los caballeros mientras ellas se desgañitan, brincan y contonean.

Avanza el rosario de canciones y todo marcha según lo planeado, porque así son los conciertos de Luis Miguel, de una pretendida y a veces lograda perfección absoluta. En raras ocasiones se salen del guión. Aunque esta vez tuvo ligeros problemillas con el micrófono.

Llegó el momento de despedirse y lo hizo con dos de sus temas más emblemáticos: Qué nivel de mujer, que en realidad es una versión edulcorada del funk Soul with a Capital S, del grupo estadunidense Tower of Power, y Será que no me amas, versión boba de Blame it on the Boogie, de los Jackson Five.

Durante esa canción lanzó al público camisetas de su gira y dos pelotas negras gigantes, último gesto de cordialidad. Se retiró con petición de otra, pero El Sol ya no salió. Se perdió en lontananza de su escenario perfecto, no sin antes decir: “Nos vemos mañana”.

Son 25 conciertos que brindará en el Auditorio Nacional, tres en Guadalajara y cinco en Monterrey.

 
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