Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de febrero de 2009 Num: 726

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Simbiosis
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

Hua Guofeng, el último maoísta
ALEJANDRO PESCADOR

Bautizada por el viento
ADRIANA DEL MORAL entrevista con ENRIQUETA OCHOA

Quienes revelan la eternidad: Enriqueta Ochoa
ADRIANA DEL MORAL

Goran Petrovic, la mirada trashumante
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Ana García Bergua

Hipocondrías

Uno nota que ya no es tan jovenazo cuando le empieza a encontrar interés a hablar de enfermedades sin ser médico, enfermera o de perdida antropólogo. Esas conversaciones que antaño parecían ser único pasto de tías quejosas, viejitos meones, madres de pequeños enronchados o ancianas combadas por los reumas, ese cebarse en los detalles de síntomas, dolores, píldoras y tratamientos diversos, de repente dejan de parecer cosa de marcianos: sólo dios sabe cómo o cuándo pasamos de desgranar con los amigos los detalles de romances, peripecias, viajes exóticos y chismes políticos, para pasar a la melopea de los esguinces y las torceduras padecidos en los últimos meses y sus consecuencias, o los estragos del frío en nuestras articulaciones. Mira cómo traigo de hinchada la muñeca, decimos, o ve cómo se me puso roja la nuca, ¿qué podrá ser? Y la amiga o el amigo miran con preocupación la parte afectada, cuando no hilan con ella alguna anécdota particular: el otro día amanecí con la espalda como una piedra y no me he logrado levantar a contestar el teléfono en una semana. Por cierto, ¿supiste que nuestro querido amigo Fulano cojea del pie izquierdo desde hace dos días? Y luego entre todos peregrinamos a ver a un doctor maravilla, recomendado por un tercer amigo al que hace días misteriosamente se le heló la nariz y además le dolía un diente de manera insoportable (insértate un clavo en la encía, recomienda otro más, o ponte dos analgésicos en el paladar y te metes a la tina con agua bien caliente, verás que se te pasa).

El cuerpo, hélas –¿tendremos otra parte que no sea cuerpo?– , cobra su cuota por prolongar cada vez más nuestra estancia en la Tierra , y esta cuota incluye, amén de los padecimientos, la charla interminable sobre ellos, las consultas y las recomendaciones, la vuelta eterna que comienza pasando de la alopatía a la homeopatía, para luego trasladarse a la acupuntura, los imanes con vibraciones, envolverse en sábanas calientes o frías, alimentarse de hierbas, oler flores, las infinitas cosas que, tomadas en ayunas (un ajo, un poco de limón, un trago de agua tibia, un té verde, un té rojo, una gota de miel, medio vaso de vino, cuatro salvavidas de uva) producen milagros, y de regreso a la alopatía para volver a comenzar –en general uno acaba con el alópata cuando de verdad se asusta. Y eso por no hablar del ejercicio: si te duele la espalda tienes que nadar, te dice tu amigo, y ahí vas a comprar el traje y los googles. O, para los huesos, lo mejor es correr, y ahí está uno congelándose en los Viveros de Coyoacán. Y el ciclo no para: los pilates para las articulaciones, los saltos repetidos para el riego cerebral, bailar el twist, hacer yoga: todo es bueno, todo pasa de boca como talismán, en ciclo eterno de credos y apatías a los que sólo les falta el ambiente de vapores y eucaliptos para alcanzar una expresión casi mística o incluso cinematográfica. La verdad es que, según he visto a ultimas fechas, una disquisición sobre Heidegger o una acalorada discusión política del más alto nivel, pueden interrumpirse, sin que nadie se ofenda o lo considere intrascendente, si alguno de los presentes puede dar un buen consejo para espantar migrañas, limar callos o disimular depresiones (eso, claro, si los presentes pasan de cierta edad; si no, puede uno perder el trabajo).

Pero lo más interesante son los afectados por estas charlas, cuyos males llegan a constituir algo así como un espejeo, un rebote de susceptibilidades. En efecto, hay a quienes no se les puede contar con muchos detalles las minucias de alguna enfermedad porque empiezan a padecerla inmediatamente. Conozco a algunos: si se habla de sudores, comienzan a sudar; de dolores no se diga. Cualquier punzada mortal que se mencione será la secreta explicación a ciertos retortijones nocturnos cuya vaguedad ya les inquietaba el sueño. Y en la noche, en la soledad de la cama, cómo van sintiendo, uno a uno, los males que los amigos relataron, cómo se angustian pensando que morirán pronto, con toda seguridad, de aquel dolor en el pecho que más tarde resulta ser, por ventura, un gas impertinente, o de ese bulto en la espalda que es en realidad el gato. Todos esto, claro, hasta que no sucede una de esas cosas terribles; ésas que, en el fondo, queremos conjurar: por eso hablamos tanto de enfermedades.

En fin. A todo esto, acabo de leer que, para vivir mucho hay que tomar, diariamente, una copa de vino tinto y comer chocolate. Salud.