Usted está aquí: miércoles 4 de febrero de 2009 Cultura Del árbol de nunca acabar y otras ramas

Revisiones del archivo de Manuel Álvarez Bravo

Del árbol de nunca acabar y otras ramas

Alfonso Morales Carrillo

Ampliar la imagen Foto: Cortesía de la Asociación Manuel Álvarez Bravo, AC

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Este día se cumplen 107 años del nacimiento del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo (1902-2002). Como una exclusiva de La Jornada, damos a conocer parte del diario icónico de un alter ego que el maestro encontró. Las imágenes que aparecen en ésta y la siguiente página son inéditas y forman parte de la exposición Del árbol de nunca acabar y otras ramas, curada por Alfonso Morales Carrillo y que hoy se inaugura, son publicadas por cortesía de la Asociación Manuel Álvarez Bravo, AC

Hay silencios en que “las cosas/ se abandonan y próximas parecen/ a traicionar su último secreto”, escribió Eugenio Montale en su poema Los limones. Al cobijo de árboles de ese género, entre el susurro de sus ramas y el olor de sus frutos, el escritor italiano supo del sereno acallamiento en que resultaba posible “descubrir un error en la Natura,/ el punto muerto del mundo, el eslabón que cede,/ el hilo a desenredar que finalmente nos lleve/ al centro de una verdad”.

A parecidos atisbos y a tramas igualmente finas remiten las imágenes que integran la muestra Del árbol de nunca acabar y otras ramas, resultado del trato frecuente y cordial que el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo (DF, 1902-2002) tuvo a lo largo de su vida con los árboles y otros dones del reino vegetal.

Álvarez Bravo encontró en la mutante quietud de las plantas una vía para desarrollar su comprensión del mundo visible, que bien supo desentrañar en tanto efecto de latencias a veces imperceptibles. Figuras y notaciones del paisaje, presencias inmateriales, reliquias panteístas o testigos no del todo indiferentes a la transitoriedad humana, los árboles reforzaron en el fotógrafo la conciencia de que aquello que se presenta ante nuestros ojos no deriva de una sola dimensión temporal.

A prudente distancia de cualquier ramplonería bucólica o ecologista, las imágenes en que Álvarez Bravo hizo el elogio de las formas vegetales se propusieron depurar nuestra mirada para hacerla sensible a los compases de una sinfonía primigenia. Esas armonías nos recuerdan que en el trasfondo de las premuras que nos definen como ciudadanos, paseantes o excursionistas, discurren los flujos o energías que labran con discreción las frágiles hierbas y los longevos troncos que son las marcas más profundas de nuestro entorno. Aquéllas y éstos son tan hijos de la luz como los ojos que los saben contemplar o han dejado de apreciar, para desgracia de todos, su condición de maravillas. En la escritura que trazan las ramas hay una permanente invitación a reconciliarnos con la vastedad del universo.

Del árbol de nunca acabar y otras ramas sigue el camino abierto por Variaciones y Espíritus arbóreos, exposiciones que en los años 90 del siglo pasado dieron cuenta del estrecho vínculo que Álvarez Bravo, al final de sus días, mantuvo con los árboles que habían crecido en el jardín de su casa o rencontraba en sus paseos por Coyoacán.

La mayoría de las imágenes que componen la pequeña muestra que se presenta en la galería de LMI no fueron divulgadas por el fotógrafo mientras tuvo vida. No pueden, por tanto, considerarse como parte de su obra autorizada, aunque sí como documentos que ayudarán a comprender los tanteos, ensayos y hallazgos que dirigieron el sentido de su mirada. Llegamos a ellas gracias al trabajo de revisión, catalogación y documentación que alienta la Asociación Manuel Álvarez Bravo, custodia de un archivo que reserva no pocas novedades sobre la trayectoria del mayor de nuestros fotógrafos.

El poeta Octavio Paz describió atinadamente al hombre como “árbol de imágenes”. Del árbol de nunca acabar y otras ramas es la prueba fehaciente de que la fronda que nutrió Álvarez Bravo con sus ojos y su fotografía sigue proveyéndonos de una generosa sombra.

Del árbol de nunca acabar y otras ramas se inaugura hoy a las 19 horas en la Galería LMI (Chicontepec 57, colonia Hipódromo Condesa). Teléfono 55155540

 
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