Usted está aquí: jueves 5 de febrero de 2009 Cultura Jorge López Paéz sugiere obligar a las televisoras a promover la cultura

Premios nacionales 2008

■ El narrador recibirá el galardón de Ciencias y Artes en el rubro de lingüística y literatura

Jorge López Paéz sugiere obligar a las televisoras a promover la cultura

■ No quiero hurgar en los cajoncitos de infamia, manifiesta a La Jornada

■ La memoria es muy rejega; si uno la evoca se esconde y si no queremos recordar algo emergen las cajas negras, expresa

Ana Mónica Rodríguez

Ampliar la imagen Jorge López Páez (Huatusco, 1922). considerado uno de los narradores veracruzanos más relevantes, durante la entrevista con La Jornada Jorge López Páez (Huatusco, 1922). considerado uno de los narradores veracruzanos más relevantes, durante la entrevista con La Jornada Foto: José Nùñez

A Jorge López Páez no le agradan las entrevistas. Prefiere listening to talking, expresa el galardonado con el Premio de Ciencias y Artes 2008 en la modalidad de lingüística y literatura.

De paso precavido tras una convalecencia ocasionada por un derrame cerebral que lo ha obligado a someterse a terapias de rehabilitación y a la ingesta de gran cantidad de medicamentos, el narrador es optimista y lamenta que el gobierno de México le haya conferido el galardón “muy tarde”. Le hubiera gustado tener menos años, agrega.

“Este premio me ayudará a pagar algunas de mis deudas”, dice en tono jocoso pero con tintes de resignación el autor de El solitario Atlántico, La costa, In memoriam, Tía Lupe y Los invitados de piedra.

Abogado de profesión y escritor desde los nueve años, López Páez detalla su primera incursión en la literatura: “El periódico La Prensa, ése que era amarillista y relataba los crímenes citadinos, lo compraban mis abuelos y tenía una sección dedicada a los niños, donde aceptaban colaboraciones y un día decidí enviar un cuento. Eso creo que fue cuando tenía nueve años”.

Pasión por las obras de arte

Nacido en Huatusco, Veracruz, en 1922, Jorge López Páez tiene gustos muy particulares en torno a la literatura griega y la música clásica, además de la pasión por las obras de arte, cuadros, dibujos y los múltiples reconocimientos que tapizan las habitaciones de su penthouse en la colonia Juárez.

Juan Soriano “fue mi amigo”, comenta, y señala un cuadro y una escultura creados por el artista jalisciense los cuales muestra con orgullo en la sala de su departamento.

Pavorreales, grandes espejos y diversas plantas acompañan al escritor en este espacio en el que actualmente corrige su nueva novela, intitulada A huevo Kuala Lumpur, obra que debió rescribir porque perdió información en la computadora.

El cuentista, pese a que descarta rememorar archivos referentes a las aventuras, anécdotas e historias de su vida, se refugia en una charla amistosa, sin mencionar aspectos de su trayectoria literaria. “No quiero hurgar en los cajoncitos de infamia.”

Sin embargo, prosigue, “la memoria es muy rejega, porque cuando uno la quiere evocar se esconde y cuando uno no se quiere acordar de algo emergen las cajas negras que todos tenemos”.

Salvador Reyes, Ricardo Garibay, Luisa Josefina Hernández, Alejandro Rossi y Sergio Fernández son algunos de los nombres que oscilan en las remembranzas del escritor, a quien le sobreviven dos hermanos y un hijo.

–¿Qué hace falta para promover y ofrecer cultura a las personas?

–Cerrar las televisoras. O bien, obligar a las empresas a promover el arte y la lectura.

También, hace más de un mes López Páez recibió un reconocimiento de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por tres décadas de trayectoria en la Facultad de Filosofía y Letras.

Entre sus placeres, el autor recuerda que no puede tomar whisky ni tequila, pero sí vino blanco y vodka

“Hace un par de años –prosigue– estuve muy enfermo en París, y para olvidar los terribles dolores, debido a un padecimiento viral, tuve que estar bebiendo whisky y así buscar consuelo a ese terrible mal que todavía me aqueja.”

Creador emérito

Jorge López Páez, quien estudió la licenciatura en derecho en la UNAM, es considerado uno de los grandes narradores veracruzanos. Antes de los 30 años de edad publicó su primera obra, La última visita, y es autor de otras novelas, como Hacia el amargo mar (1965), Mi hermano Carlos (1965), Silenciosa sirena (1989), Ana Bermejo (1996), Mi padre el general (2004), así como cuentos, entre ello, Doña Herlinda y su hijo y otros hijos (1993) y De Jalisco las tapatías (1999).

También ha coordinado talleres literarios y fue becario del Fonca en 1989 y de la Fundación Simon Guggenheim en 1983 y 1984. Además, es integrante del Sistema Nacional de Creadores desde 1994 y creador emérito a partir de 1999.

En 1992, la Universidad Veracruzana le otorgó el Premio Internacional de Cuento de La Palabra y El Hombre. También recibió el Xavier Villaurrutia en 1993 por su obra Los cerros azules.

En 2003, López Páez fue galardonado con el Premio Mazatlán de Literatura.

 
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