Usted está aquí: sábado 7 de febrero de 2009 Espectáculos Reúne volumen experiencias y anécdotas de los creadores de Rudo y cursi

■ Incluye textos de los productores, actores y equipo técnico sobre su participación en la cinta

Reúne volumen experiencias y anécdotas de los creadores de Rudo y cursi

■ También comprende las voces de Guillermo del Toro, Sabina Berman y Eugenio Caballero

Tania Molina Ramírez

Hubo que hacerle una limpia a la mansión de la familia Díaz Ordaz antes de filmar ahí las escenas de la casa clandestina de apuestas.

En Rudo y cursi, el libro de la película de Carlos Cuarón (Sexto Piso) hay desde anécdotas como ésta hasta explicaciones del reconocido director artístico Eugenio Caballero (obtuvo un Óscar por la dirección artística de El laberinto del fauno) sobre su proceso de trabajo, así como narraciones de los actores Diego Luna y Gael García sobre su experiencia como los protagonistas, dos hermanos de un pueblo platanero que entran al mundo del futbol profesional.

Los textos son un coro de voces muy distintas entre sí –en tono, extensión, manera de abordar el tema– debido a que, como contó el director en entrevista, cuando invitó a los principales colaboradores a hacer un texto les dio entera libertad para escribir sobre su participación en la cinta: “Descubres la personalidad de cada quien: lees a Caballero y ves su rigor y obsesividad. Es parte del chiste, que es polifónico”.

En el texto del director uno se entera, por ejemplo, de que el título del filme ya lo tenía (sin saber para qué lo usaría) desde muchísimos años atrás, cuando Cuarón alcanzó a escuchar a dos niños referirse a él: uno dijo que era rudo, el otro que era cursi.

El realizador también invitó a participar en el libro a “externos”, como la dramaturga Sabina Berman y al ex futbolista profesional Félix Fernández Christlieb, además a su hermano mayor Alfredo Cuarón. Berman aborda la cinta como un retrato social, Fernández habla sobre el deporte en cuestión y Cuarón mayor sobre la hermandad (“es biólogo conservacionista, ni mandado hacer”).

Volumen insólito

Ante la provocación de por qué alguien, en estos tiempos de crisis, habría de interesarse en la publicación, primero Cuarón lanzó: “Ya me la pusiste difícil… ¡no hay razón!”. Se rió, hizo una pausa y, serio, contestó: “¿Para qué hay libros? ¿Para qué compramos libros? Para mí, en cualquier momento, aún de crisis económica y financiera, un libro es un objeto de primera necesidad”.

Hablando en particular sobre Rudo y cursi, dijo que no conoce ningún libro sobre una película que reúna lo que éste: material gráfico, extractos del guión, textos de colaboradores, una introducción de un cineasta (José Luis García Agraz, “el hermanote mayor de todos nosotros”), además de los tres textos externos de los temas principales de la cinta.

La publicación también contiene escritos de los productores de Rudo y cursi: Alfonso Cuarón (hermano de Carlos), Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro.

Varios de los colaboradores relatan, desde distintas perspectivas, la experiencia de haber filmado en el Valle de Cihuatlán (en la frontera de Colima y Jalisco). Carlos Cuarón conoce la zona desde niño, es como su “segundo hogar”, y se llevó a Gael García y Diego Luna al lugar varios meses antes de la filmación, para que lo conocieran poco a poco: “Era increíble ver cómo cambiaban sus rostros, de niños que están aprendiendo algo, a volverse parte del pueblo”.

A la hora de buscar las locaciones, Cuarón ya tenía varias en mente, como la casa del narcotraficante: “Visito mucho esa playa porque era virgen, y esa casota la veía siempre y me preguntaba quién viviría ahí. Resultó ser de un líder ejidal”.

La casa de la familia Verdusco (de los dos hermanos), en cambio, fue un gran descubrimiento: ya habían visto varias opciones, estaban cansados y alguien propuso El Charco, “la cosa más seca del planeta, chiquitito, como 10 casas. Dijimos, no va a funcionar… pero al final del pueblo Eugenio dijo, ‘ahí’, volteo, y sí, la última casa del último pueblo nos funcionó. Todo el contexto del que habíamos hablado, de color, texturas, matices, tonos, estaba ahí. Caballero hace una cosa que Guillermo (del Toro) llama el libro del serial killer, un foto álbum con todas las referencias visuales, desde props, vasos, texturas… Todo lo que habíamos hablado en la ciudad de repente estaba en ese espacio: mira cómo cuelgan la ropa, mira el santito… No usamos nada de eso, pero lo que nos prendió fue decir: ‘esta es nuestra realidad, es lo que estamos buscando’.

“Cuando tienes eso es como Colón llegando a América.”

Siguió la dura negociación con la familia, que “desconfiaba; pensaban que nos estábamos burlando, no podía creer que se pudiera hacer una película en su casa, en el pueblo de El Charco, Colima, en el culo del universo”.

 
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