Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de febrero de 2009 Num: 727

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La divinidad se ancló en Machu Picchu
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Dos poemas
ELENI VAKALÓ

Cine vasco: censura y autocensura
BLANCHE PETRICH entrevista con FERNANDO LARRUQUERT

La izquierda en Euskadi
BLANCHE PETRICH

La vida de Conejo John Updike
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El poeta como crítico de la poesía
RICARDO VENEGAS entrevista con JOSÉ MARÍA ESPINASA

Carta de Felice Scauso, embajador de Italia en México

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Cine vasco: censura y autocensura

Blanche Petrich
entrevista con Fernando Larruquert


Fernando Larruquert y Néstor Bas terretxea durante el rodaje de Ama Lur

¿QUÉ DÍA ES HOY? ¿Y DE QUÉ AÑO?

Es una pregunta que “late” a lo largo de un largometraje sobre el país vasco, filmado en 1967 y exhibido en 1968, contra vientos y mareas de la censura franquista. Se trata de Ama Lur, que del euskera puede traducirse como “madre tierra”, realizado por Fernando Larruquert y Néstor Basterretxea; una mirada interrogante que se hunde en los siglos para buscar el origen de ese pueblo desde las primeras huellas culturales de las cavernas hasta el inicio convulso de la segunda mitad del siglo XX.

¿HOY? ¿QUÉ AÑO?

En la pantalla transcurren los penitentes de la Semana Santa con capuchas negras, arrastrando cadenas, llevando a cuestas pesadas cruces, errando por las estrechas callejuelas de una antigua ciudad del País Vasco; una imagen que parece salir de las brumas de los primeros años del cristianismo en Europa. Pero es una imagen de los sesenta y la procesión emerge de otro oscurantismo, el de la dictadura franquista.

Los cineastas vascos Larruquert y Basterretxea habían decidido montarse de lleno en la ola de la resistencia cultural que se movía con fuerza en esa generación de creadores de Euskadi que vivían la prohibición de vivir su propia identidad. “Eran tiempos de censura viva. Hoy sigue habiendo censura pero oculta, disimulada”, comenta Larruquert, en una conversación con La Jornada.

Censura y autocensura. Silencio, bloqueo. Temas acallados. Los sesenta y la primera década del 2000. Por algo, desde la aparición de esta cinta sobre la cuestión vasca habrían de pasar treinta y cinco años hasta que otro realizador, Julio Medem, volviera a abordar el tema con Pelota Vasca, la piel contra la piedra (2003).

Ama Lur se estrenó, fuera de concurso, en el festival de cine de San Sebastián en 1968, en la Sala Astoria , en medio de una exaltación sin precedentes. En esos tiempos de clandestinidad y persecución se rumoraba incluso que la cinta podría ser secuestrada por los agentes del franquismo.

“El local abarrotado de gente, tanta que hasta se agolpaba en los pasillos. El fundido final a negro a los sones del 'Agur Jaunak' fue coreado efusivamente por unos cientos de gargantas ahogadas por la emoción, a la vez que se frotaban los ojos ante el espectáculo audiovisual sin precedentes que acababan de contemplar”, refiere en una crónica de esa época el crítico de cine del periódico Gara , Mikel Insausti, autor del texto del librillo que acompaña la edición de la película en formato DVD.

La producción de entonces, a cargo de Frontera Films, fue financiada con donaciones de una sociedad que empezaba a rebelarse contra la imposición de España. Se emitieron acciones por valor de 100 pesetas cada una para reunir el capital necesario y saciar los requerimientos del Ministerio de Información y Turismo, que entonces encabezaba Fraga Iribarne y que fungía como el órgano censor.

Eran días de ebullición política y cultural. La organización armada ETA, recién formada seis años antes (1959), había divulgado su manifiesto “Carta a los intelectuales”. En las fábricas estallaban las primeras huelgas. La sociedad formaba sus primeras ikastolas, escuelas vascas. En las letras, los escritores euskaldunes encontraban en la editorial Lur un espacio donde publicar sus obras en su lengua. Mikel Laboa y varios músicos de protesta salían a las plazas y a los frontones; en la plástica descollaban las obras del colectivo Gaur, que integraban entre otros Jorge Oteyza, Eduardo Chillida y Néstor Basterretxea ... El proyecto de una película que explorara el ser vasco caía en terreno fértil.

La cinta fue un éxito en las salas de Guipúzcoa y Vizcaya, aunque el resto del Estado español y las comunidades de la diáspora la ignoraran.

Nos encontramos una tarde reciente en un céntrico café de San Sebastián con Fernando Larruquert. El antiguo casco de la ciudad estaba sitiado por millares de tamborileros que, por los festejos de la señorial Donostia, celebran la tamborrada tundiendo sus baquetas sin tregua durante cuarenta y ocho horas. Afuera, en las calles intransitables, empapaba la lluvia helada, preludio del ciclón que días más tarde habría de azotar la Cornisa Cantábrica.

Una charla en torno a una película que se rodó hace cuarenta años. El propio Larruquert se pregunta si vale la pena. Concluimos que sí, que vale. En 2007, la terquedad de la periodista Mertxe Aizpurúa puso en marcha una complicada maquinaria de complicidades y colaboraciones para rescatar el filme del olvido y el deterioro. Técnicamente la solución tenía sus complicaciones, pues los realizadores habían rodado en Techniscope, “el material de los cineastas pobres”. El resultado fue el DVD Ama Lur.

Ama Lur significa madre tierra –cuenta Larruquert--. Tomamos la idea de los indígenas andinos, la Pacha Mama.”

UN TELEGRAMA: “ LA PELÍCULA NO HA SIDO AUTORIZADA”

“En aquellos años conseguir documentación y literatura sobre nuestra cultura era imposible, teníamos que cruzar la frontera con Francia e ir a las atiborradas bibliotecas de Iparralde.

“Para obtener el cartón (permiso) de rodaje del Ministerio de Información y Turismo presentamos un guión más bien de contenido folclórico y turístico. Así pudimos empezar.”

Antes de hacer Ama Lur, la pareja de cineastas realizan Pelotari, un documental de once minutos, netamente vasco, no sobre el juego de pelota sino un homenaje al jugador. Del cortometraje nace la idea del largometraje, “un primer acercamiento en el cine para conocernos”.

Recuerda esa aventura de hace cuarenta años: “El camino estaba sembrado de obstáculos. Los censores nos pararon el rodaje cantidad de veces, a pesar de la feroz autocensura que ejercíamos para poder salvar los escollos. Por ejemplo, parte del guión se construye a partir de las coplas de los bertsolaris, trovadores que improvisan. Pues bien, nos pedían un adelanto de las improvisaciones.”

Finalmente, entregaron una primera versión para su autorización. “El telegrama de la dirección general de cinematografía llegó el 4 de octubre de 1967. Yo cumplía treinta y tres años ese día. Decía el telegrama: “Les comunicamos que la película no ha sido autorizada y les rogamos que no hagan bandera de esta decisión.”

Las objeciones eran “por cosas pequeñajas”. Cita una de ellas, la más kafkiana: “Habíamos hecho unas tomas del árbol de Guernika para ilustrar los juramentos de los reyes españoles sobre los fueros de la región vascongada para el cierre de la película. Es poco usual que caiga nieve en Vizcaya, pero ese invierno tuvimos el raro espectáculo del emblemático roble nevado. Pues a los censores del franquismo no les gustó la imagen, les pareció triste. Ellos preferían un árbol frondoso y florido. Lo cambiamos.

“Nos hicieron cortar algunas escenas con fragmentos del Guernika de Pablo Picasso. Para esos días se presentaba en Madrid la primera exposición de Picasso después de la Guerra civil. Los carteles promocionales de la película tenían ese tema.

“Y nos obligaron a introducir en el guión tres veces la palabra España. Entonces empezamos con Ignacio de Loyola, Manuel de Unamuno y Pío Baroja, vascos universales. Pero así como examinaban con microscopio cuadro por cuadro, a los censores se les fueron algunas cosas. Por ejemplo, citamos las siete provincias vascas, no sólo las cuatro que están en territorio del Estado español (a Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra y Alava se le suman Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa). Tampoco nos censuraron la definición de nación: comunidad histórica y región natural que conforma el pueblo vasco.”

– ¿Es ahí donde escondieron el mensaje subversivo?

– No era esa la intención. Creo que los censores no conocían la definición de nación.

Lo más extraordinario es que no censuraron lo que una voz en off pronuncia con gran fuerza, un lema que los cineastas encontraron grabado sobre el portón de un caserío: “Ni tiranos ni esclavos”, frase que se repite dos veces.

Después de esa experiencia, un poeta gallego buscó a los dos cineastas vascos. “Quería hacer un Ama Lur de Galicia. Nombró el proyecto: Mi país predilecto. No pasó ni la primera prueba con Fraga. Nos dijo: si así empieza la película, no hay película. Y no hubo más que hacer con el censor del franquismo.”

– ¿Volverías a filmar Ama Lur ahora?

– No. Hoy hay más información, hay más esperanza, hemos recuperado la lengua. No quiero decir que sea más optimista, no hay razón para estarlo. Sería una película mucho más crítica y analítica. Y seguiría haciendo preguntas, pero otras. Además, tendría que seguir batallando contra la censura, que subsiste bajo otras formas.

Después de Ama Lur, Larruquert filmó otros dos documentales: Agur Everest, sobre montañismo, otra de las tradiciones vascas, y Euskal Herri Musika.

Siguió en el mundo del cine editando y dirigiendo cámaras con realizadores como Montxo Armendáriz, Rafael Treku y otros.

EL EUSKERA, “LENGUA DE PATANES”

Larruquert nació en la frontera trilingüe, del otro lado del río Bidasoa, que significa “senda de palabras”.

– ¿El que divide el país vasco del sur y el del norte?

– No, el que los une.


Cartel de Ama Lur

Nieto de una mujer que nunca aprendió a hablar castellano, a él, como a todos los chiquillos de su generación, se le prohibió vivir su propia cultura. “Cuando mi madre y mi amona (abuela) iban a misa, oían al cura decir desde el púlpito que el vasco era una lengua de patanes. En la escuela nos castigaban si nos pillaban hablando nuestra lengua natal.”

Pertenece a una familia en la que, desde el siglo XVIII, en cada generación ha habido, al menos, un músico. A él se le reveló su vocación a los diez años. “Estaba en la parte baja del manzanal de nuestro caserío cuando oí las campanadas que venían de la aldea del otro lado del río. Había niebla y el sonido se escuchaba nítido. Los tañidos tenían un color, entre mate y azulado. No lo olvidé nunca. Encontré esos mismos tonos en la voz humana.” Y desde entonces se dedica a la música coral.

Se considera “un testigo vivo” del franquismo, “de la censura, la opresión ... y del hambre. Porque estos lentes que ves que ahora uso, son por culpa de las velas. Yo crecí leyendo a la luz de las velas”.

Cierto día de 2001 fue a visitar a su gran amigo Jorge Oteyza, el gran esteta de la cultura vasca. “Por ahí tengo apuntado el día y la hora. Le fui a comunicar mi decisión: nunca más haría imagen en movimiento. Le digo a Oteyza: mi vida es un brillante historial de fracasos.”

– ¡Jo, lo mismo me pasa a mí! –respondió el viejo escultor. Oteyza murió en 2003, a los noventa y cuatro años.

Larruquert hoy se dedica a la fotografía y, como siempre, a la música coral. Y se sigue preguntando:

¿Qué día es hoy? ¿Y de qué año?