Usted está aquí: martes 10 de febrero de 2009 Cultura Murió el poeta y pintor mexicano Marco Antonio Montes de Oca

■ “Entendió y practicó el oficio de la poesía con admirable fidelidad”, dijo Alberto Blanco

Murió el poeta y pintor mexicano Marco Antonio Montes de Oca

■ Es una de las voces más caudalosas; utilizó la metáfora con gran desenvoltura: Gutiérrez Vega

■ El autor de Delante de la luz cantan los pájaros ahora está en el olvido, expresó José Ángel Leyva

Fabiola Palapa, Carlos Paul y Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Marco Antonio Montes de Oca en su estudio, en los años 70 Marco Antonio Montes de Oca en su estudio, en los años 70 Foto: Ricardo Salazar

El pasado fin de semana falleció el poeta Marco Antonio Montes de Oca luego de una larga enfermedad. Sus restos fueron cremados el domingo, en una ceremonia íntima y discreta.

Sus poemas estaban hechos, en palabras de Octavio Paz, “no de mesura sino de súbitas revelaciones”, forjados en el seno de una gran imaginación lírica que se caracterizó por su precisión idiomática y el dominio de la metáfora.

Montes de Oca, quien también fue narrador y pintor, nació en la ciudad de México el 3 de agosto de 1932. Si bien su vocación lo llevó a las letras, su formación académica fue en la filosofía y el derecho, carreras que estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Fue fundador y secretario del Pen Club de México, presidente de la Asociación de Escritores de México (1976-1978), director de la Colección Poemas y Ensayos de la Universidad Nacional Autónoma de México y agregado cultural de México en España (1978-1980).

Colaborador en una veintena de revistas literarias, además de ser becario del Centro Mexicano de Escritores, de 1955 a 1956, y de 1960 a 1961; de la Fundación Guggenheim, de 1967 a 1968 y de 1970 a 1971, y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de 1989 a 1990.

Adjetivo para los ojos

Marco Antonio Montes de Oca ingresó al Sistema Nacional de Creadores Artísticos, como creador emérito, en 1994. El Instituto Nacional de Bellas Artes, por conducto del Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura, le rindió un homenaje, con la presentación de su exposición Tierra y tiempo y un ciclo de conferencias acerca de su obra, en febrero de 1994.

El poeta “entendió y practicó el oficio de la poesía con admirable fidelidad a lo largo de toda su vida”, señaló ayer su colega y amigo Alberto Blanco, quien agregó: “La pasión iluminó su poesía con más frecuencia que la sangre fría. Una pasión que lo llevó, es cierto (y Octavio Paz lo señaló desde un principio al comentar su primer libro: Delante de la luz cantan los pájaros), a excesos y repeticiones, pero que, al final de cuentas –las palabras son del mismo Paz– ‘si es verdad que a veces Marco Antonio Montes de Oca me cansa, también lo es que, con más frecuencia, me deslumbra’.

“Poesía deslumbrante, un adjetivo para los ojos, pues Montes de Oca siempre fue un gran poeta de los ojos, que jamás nos ofreció un poema donde no hubiera, cuando menos, una o dos imágenes inolvidables, insólitas, personalísimas: ‘inextinguible como un astro de bolsillo,/ prodigiosa como el talismán/ que pega los reflejos que quiebro en mi rodilla’.”

El poeta Marco Antonio Montes de Oca, opinó Hugo Gutiérrez Vega, “es una de las voces más caudalosas de la poesía mexicana contemporánea. El aspecto esencial de su poesía es la metáfora, la cual usaba con gran desenvoltura y le venía a la mente de una manera espontánea, lo que daba gran riqueza a sus textos.

“Otro aspecto es que dominaba a la perfección el poema largo, la amplia respiración que tiene el poema largo, lo cual es muy difícil de manejar. Las ruinas de la infame Babilonia es uno de los libros fundamentales de la poesía mexicana contemporánea. Su pérdida la debemos sentir muy profundamente, porque sin duda es una de los principales voces poéticas del siglo pasado y de lo que va de éste.”

El autor de Delante de la luz cantan los pájaros: poesía 1953-2000 (publicado en 2000 por el Fondo de Cultura Económica), como todo poeta destacado, “encontró enemigos que en vez de admirarlo y disfrutar la belleza de sus poemas, se dedicaron a encontrarle defectos: la oscuridad, el exceso de fantasía, sobre todo, no lo consideraron capaz de escribir un poema organizado que no fuese mera acumulación de imagen tras imagen. ¿Por qué no se ha querido juzgar a Montes de Oca dentro de sus intenciones y su capacidad personal? ¿Por qué exigirle lo que no deseó hacer?”, escribió José Emilio Pacheco en su libro Aproximación a la poesía mexicana del siglo XX.

Renovador de la lírica mexicana

José Ángel Leyva, poeta y director de la revista La Otra, afirma que “de manera particular me gustó aquella etapa de Marco Antonio Montes de Oca de Las ruinas de la infame Babilonia, poema extraordinario, con gran cantidad de sugerencias, con un discurso muy poético que curiosamente coincide el título con el poema Casa rosa es Babel, de su compañero Eduardo Lizalde.

“Es un poeta que estuvo durante mucho tiempo a la luz de las noticias y de pronto se quedó fuera; me parece que en estos momentos es un poeta olvidado. Tuve la oportunidad de entrevistarlo en los años 80 y en ese momento ya era un poeta aislado, después de haber tenido una actividad pública muy intensa, incluso como pintor.”

José María Espinasa, poeta, ensayista y crítico, manifestó que Montes de Oca fue un poeta de enorme importancia, “sobre todo en los años 60 y 70. Renovó la lírica mexicana con un uso muy barroco, desbordado de las metáforas. Su manera de entender el poema tenía que ver con una especie de río de imágenes, era abrumador porque nos llevaba en una corriente caudalosa.

“Esto marcó mucho la lírica mexicana. En los años posteriores hubo cambios de estilo en los poetas. Montes de Oca tiene una obra muy extensa; conseguía eso que decía Paz: ser distinto en cada libro pero seguir siendo el mismo.”

 
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