Usted está aquí: martes 10 de febrero de 2009 Estados Abusos al estilo de la Patrulla Fronteriza, atractivo turístico en parque de Hidalgo

■ Con una caminata nocturna, comunidad ñañú de Ixmiquilpan recrea travesía con polleros

Abusos al estilo de la Patrulla Fronteriza, atractivo turístico en parque de Hidalgo

Carlos Camacho (Corresponsal)

Ampliar la imagen En la comunidad ñañú de El Alberto, municipio de Ixmiquilpan, Hidalgo, turistas realizan un recorrido similar al que hacen los migrantes que tratan de llegar a Estados Unidos. Según los organizadores, la finalidad de este simulacro es disuadir a la gente de que se exponga a peligros y abusos En la comunidad ñañú de El Alberto, municipio de Ixmiquilpan, Hidalgo, turistas realizan un recorrido similar al que hacen los migrantes que tratan de llegar a Estados Unidos. Según los organizadores, la finalidad de este simulacro es disuadir a la gente de que se exponga a peligros y abusos Foto: Carlos Camacho

Ixmiquilpan, Hgo., 9 de febrero. “¡Apúrense! ¡Corran! ¡Agáchense! ¡Cuidado con la migra!”, ordena un grupo de polleros a 85 migrantes que emprenden la travesía rumbo a la frontera México-Estados Unidos, iluminados por la luna, a bordo de ocho camionetas.

Tras avanzar varios kilómetros, los hacen bajar. “¡Apúrense! ¡Órale tú, cabrón, agáchate! ¡Por ti no voy a perder mi viaje! ¡Si nos cacha la migra te chingo!”, espeta uno de los polleros a un distraído.

El recorrido les depara momentos peligrosos y de máxima tensión. A lo lejos ululan las sirenas de la Patrulla Fronteriza, y van acercándose hasta llegar a escasos metros de donde los 85 se ocultan tras los matorrales. Los uniformados inspeccionan minuciosamente en busca de mojados para detenerlos y deportarlos.

Son las ocho de la noche. Las camionetas de los viajeros ya se fueron, y ahora deben esperar, tirarse pecho a tierra, salir en estampida y cruzar riachuelos y veredas en el momento exacto para evitar las luces de la Border Patrol.

Distantes, las voces de los policías amenazan en inglés: “Hey you, motherfuckers, get out of this country!” O la variante, en un torcido español, que pide salir a los presuntos migrantes. “Les prometemos no dañar y regresarlos sanos a su país.”

El pollero líder arenga a los incautos de la cuadrilla: “Shhh. Agáchate, cabrón, o te meto un chingadazo”. Está nervioso porque debe cruzar a los 85, la mayoría hombres y mujeres de entre 17 y 30 años.

“¡Corran! ¡Agáchense! ¡Ocúltense!”, son las órdenes que se repiten tras la incursión de seis horas, mientras el grupo avanza por estrechos caminos y topa con medrosos animales del desierto.

Tirado a la orilla del camino, un hombre pide ayuda. “¡Agua, por favor!” El menor de los 85 ve a su madre y le pide socorrer al sediento, pero nadie le hace caso y el grupo sigue de largo.

A la orilla del río todo mundo espera bajo la intensa luna llena. “¿Cruzaremos?”, pregunta uno de los expedicionarios. “Hay dos opciones: pasar el cauce o tomar la ruta de la Viuda Negra”, dice uno de los líderes.

La Viuda Negra es una vía larga por un cerro de brechas pedregosas, pletórico de magueyes cuyos robustos y puntiagudos brazos cortan, se clavan y hieren los tobillos, así como las espinas de los huizaches rasgan la ropa y rasguñan.

La adrenalina está en su punto máximo. Cualquier error o el mínimo dejo de mala suerte bastan para fracasar.

De pronto llegan dos camionetas con policías vestidos de soldados, que maltratan y sobajan a 10 rezagados del grupo descubierto por la Border Patrol. Los golpean y avientan a la caja de los vehículos para conducirlos a la cárcel.

Bajo un túnel, amontonados y con el corazón a punto de sofocarse, los 75 restantes miran la escena, pero nadie se mueve. La orden es permanecer callados y agachados. Las lágrimas traicionan a muchos.

Los polleros, cubiertos con pasamontañas, están a punto de cumplir su cometido, aunque han perdido a 10 pollos, lo que representa una merma en las ganancias.

Cuando se alejan las patrullas se oye otra orden: “¡Corran!”, y todo mundo sube una empinada pendiente. Muchos desfallecen, pero vuelve a tronar el pollero líder: “¡Corran!”, y todos vuelven al trote, pisando matorrales, huizachales y magueyales, acá llamados guapillas.

Ya en la cima, todos quieren un respiro, pero los apremian a seguir en fila india, cuesta abajo, por un camino arenoso donde muchos resbalan y los pies se les hunden hasta 20 centímetros.

Casi al final hay que brincar o bordear unas peñas, pero los mezquites impiden zigzaguear. Los 75 llegan a un túnel bajo. Lo cruzan y en el asfalto los aguardan unas camionetas que abordan en grupos de 10, todos con los ojos vendados.

El frío cala hasta el tuétano. Todos bajan tomados de las manos, y sus guías los llevan a un terreno baldío, donde les preguntan cómo se sienten. Otro pollero les informa que llegaron apenas a la mitad del camino. Les advierte que la otra mitad “está en la conciencia de cada uno” y los reta: “¿Pueden continuar?”

La mayoría acepta. Entonan el Himno Nacional y se funden, sin conocerse, en fraterno abrazo. Uno de los polleros invoca los cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. Se hace sonar un caracol, y a la cuenta de tres todos se quitan las vendas de los ojos. Las miradas se fijan en las antorchas encendidas. “¡Hemos llegado!”, claman emocionados.

Todo es una escenificación vívida y palpitante. Los actores son indígenas ñañús de la comunidad hidalguense de El Alberto, en el corazón del Valle del Mezquital, que organiza la famosa “caminata nocturna” cada sábado desde hace cinco años, para mostrar el sufrimiento e incluso la muerte de los indocumentados en busca del sueño americano.

Pero la experiencia de vivir en carne propia este drama humano sólo es parte de las actividades que incluye el paquete Eco Alberto del parque recreativo, junto con campamentos, espectáculo de antorchas, paseos en lancha, tirolesa y aguas termales, a un costo de 250 pesos por persona.

 
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