Usted está aquí: miércoles 11 de febrero de 2009 Opinión Marcial Maciel: simulador y fariseo

Carlos Martínez García

Marcial Maciel: simulador y fariseo

Desde adentro se reconfirmó la hipocresía del fundador de los Legionarios de Cristo. Sus férreos encubridores y defensores ya no pueden argüir conspiraciones externas, lideradas por enemigos de la religión católica, y movidos, como suelen decir, por “motivaciones inconfesables”.

El asunto ya es bien conocido, gracias a que Jim Fair, vocero de los Legionarios en Estados Unidos, deslizara que en la vida de Marcial Maciel hubo “algunos aspectos que no eran apropiados para un sacerdote católico”. Entre esas impropiedades ahora se contabiliza que mantuvo relaciones sexuales con al menos una mujer y juntos procrearon una hija. Otras fuentes dicen que es hijo. Como la explosiva información estaba a punto de salir por canales lejanos al control de los superiores de la orden religiosa, el sucesor de Maciel, el sacerdote Álvaro Corcuera, emprendió un sigiloso tour para informar a directivos de las principales instituciones ligadas a los Legionarios en Estados Unidos sobre los aspectos incómodos en la conducta del fundador.

Marcial Maciel Degollado exigía a otros cumplir lo que él transgredía reiteradamente en su larga carrera de clérigo, ya que fue ordenado al sacerdocio católico en noviembre de 1944 y murió en enero de 2008. Cuando hace más de una década un grupo de quienes en su niñez y adolescencia, en los años 50 del siglo pasado, formaron parte de los Legionarios denunciaron haber sido abusados sexualmente por Maciel, los apologistas de quien llamaban Mon père atacaron verbalmente a los denunciantes e hicieron escarnio de ellos. Para los escuderos de Marcial Maciel las acusaciones eran resultado de mentes enfermas, movidas por el afán de empañar la prístina imagen de un hombre bueno y que prefería guardar silencio ante los perversos embates de unos desquiciados.

Entonces, en 1997, cuando hicieron públicas las vejaciones sexuales de que fueron objeto –José Barba Martín, Arturo Jurado y Juan José Vaca, entre otros–, inefables personajes como los cardenales Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Íñiguez, así como el obispo Onésimo Cepeda no vacilaron en reclamar a los acusadores. Los tres estuvieron dispuestos a tender sus fastuosos mantos clericales para proteger a Maciel Degollado de quienes, con un bien preparado cúmulo de pruebas, exigían el reconocimiento de las atrocidades perpetradas por el legionario mayor. Ahora los tres conspicuos clérigos guardan conveniente silencio, se niegan rotundamente a decir algo sobre el caso.

Por décadas, Maciel fue un simulador. No se trata, en su caso, de caídas ocasionales en acciones contrarias a la vocación sacerdotal. Muy bien sabía que sus actos de abusos sexuales y adicción a la morfina y algunos de su derivados, así como sostener relaciones que derivaron en el embarazo de, repetimos, al menos una mujer, eran absolutamente contrarios a la disciplina que juró guardar como sacerdote católico. Pero eso sí, lo que él vulneraba reiteradamente exigía que fuese cumplido al pie de la letra por los sacerdotes emanados de los múltiples seminarios de los Legionarios.

La doble vida de Marcial Maciel Degollado puede ser tomada como un ejemplo del hipócrita. Recordemos que el vocablo procede del griego, y originalmente se refería a quienes participaban en actos teatrales, y que deliberadamente representaban personajes muy distintos a quienes ellos eran en la vida cotidiana. La hipocresía es definida por el Diccionario de la Real Academia Española como “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”.

Como sacerdote católico conoció bien a unos personajes que dedicaron buena parte de su tiempo, conocimientos y energías a hostigar nada menos que al mismo Jesús. Nos referimos a los fariseos, legalistas intérpretes de la ley judía y muy estrictos guardianes de la conducta de los demás.

No deja de llamar la atención que es únicamente en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) donde aparece el empleo del término hipócrita para señalar la doble cara de autoproclamados impolutos personajes. Lo usa Jesús para describir a los orgullosos fariseos. Por ejemplo, en el pasaje de Lucas 11:37-54, Jesús reclama su orgulloso protagonismo y señala que “abruman a los demás con cargas que apenas se pueden soportar, pero ustedes mismos no levantan ni un dedo para ayudarlos”. En el extenso capítulo 23 del Evangelio de Mateo, lo afirmado por Jesús acerca de los fariseos es demoledor: “¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello… ¡Hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos muertos y de podredumbre… por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”.

Sin duda que de los excesos depredadores de Maciel Degollado él es el principal responsable. Pero que haya podido abusar como lo hizo conlleva un círculo de protección. Y ese círculo incluye a las distintas altas autoridades de la Iglesia católica.

¿Cómo soslayar que el papa Juan Pablo II llamara a Maciel “modelo de la juventud”? ¿Qué decir de la condena light que el Vaticano dispensó al legionario mayor en mayo de 2006, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe acordara “invitar al padre [Maciel] a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público?”

Maciel contó con protección para efectuar sus continuas fechorías. Es una simulación que ahora se escandalicen, al menos para consumo publicitario, altos integrantes de los Legionarios que en su momento conocieron de cerca las debilidades del personaje.

 
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