Opinión
Ver día anteriorJueves 19 de febrero de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Pronósticos
L

os pronosticadores del mundo reconocen que las condiciones económicas que estamos viviendo hacen que cualquier análisis prospectivo resulte poco confiable. La reacción de consumidores, productores e inversionistas es poco predecible, ya que el deterioro del panorama económico está resultando mucho mayor de lo que se esperaba. Además, hay una circunstancia que complica las cosas: antes de la crisis, los estadunidenses consumieron y se endeudaron mucho y, por supuesto, ahorraron muy poco.

En Estados Unidos se espera que la recuperación ocurrirá hasta 2010 y muy lentamente según la Oficina de Presupuestos del Congreso. Para ser sostenible y sólida requerirá que esa economía viva con sus propios medios, es decir, consumiendo menos, ahorrando más y financiando una parte mayor de su inversión con ahorro interno y no con financiamiento externo. La economía estadunidense tendrá que transformarse en una economía sana. El problema es que la salud de ellos puede convertirse en un agravamiento de la crisis para muchos países, entre ellos México.

Los programas que se están instrumentando, como el de Obama por 787 mil millones de dólares, tienen un propósito claro: detener o, por lo menos, mitigar el impacto de la crisis en los niveles de vida de la sociedad, lo que implica que familias y empresas reciban recursos estatales de diversas formas y paguen menos impuestos. Para cumplir este objetivo, los gobiernos están obligados a incrementar el gasto y, al mismo tiempo, reducir los ingresos fiscales, lo que significa una expansión del déficit público. El financiamiento de este déficit es problemático.

Cuando el gasto público supera los ingresos, el gobierno toma crédito para cubrir el déficit. Este crédito puede ser interno, a través de emisiones de papel gubernamental, como los Cetes o los billetes de Tesorería, o puede colocarse en el mercado internacional. El gobierno estadunidense ha financiado su déficit fiscal vendiendo sus papeles en el mundo entero. En 2008 colocó instrumentos de deuda a tasas muy bajas y es probable que este 2009 lo siga haciendo, pero no podrá hacerlo siempre.

La economía mundial vivió un auge de 2003 a 2006, estimulada por la expansión del consumo de los estadunidenses. Este alto consumo estuvo en gran medida financiado con crédito, inicialmente a tasas bajas. El gobierno de Bush tomó recursos del mundo equivalentes, en promedio anual, a alrededor de 1.4 billones de dólares, de modo que en la primera década de este siglo ese gobierno se endeudó en una medida equivalente al tamaño de su economía. El apalancamiento de consumidores, empresas y gobierno en Estados Unidos es brutal.

Los nuevos planes implicarán en el corto plazo mayor endeudamiento, pero es evidente que en el mediano y largo plazos ese endeudamiento tendrá que reducirse. El impacto sobre la economía del mundo, particularmente en los países que dirigen sus exportaciones hacia ese país, será importante. Esas economías tendrían que redimensionarse en la medida en que la economía estadunidense lo haga. El sector externo se reducirá provocando que el mercado interno recupere importancia, para lo que será necesario que se eleve sustancialmente el ingreso de las familias.

El panorama es evidentemente complejo. Los pronósticos son, en todo caso, muy provisionales y requieren ser rápidamente ajustados. Lo que no parece estar en duda es que la recesión se está agudizando y que lo peor aún no ha llegado. El paquete de estímulos firmado hace dos días por Obama, como lo advirtió, es apenas el primer paso para atacar la crisis. El pronóstico es que no será fácil el camino a la recuperación. Por eso reconoce que harán falta varios paquetes más.

Es evidente que no se trata sólo de conservar el rumbo: se trata de actuar sobre los motores económicos para salir de la tormenta. Esos motores son el gasto de consumidores, empresas y, sobre todo en momentos críticos, del gobierno. Importa también invertir para cambiar el rumbo, para modificar los fundamentos económicos. Mantener un rumbo que ha mostrado ser incorrecto no sólo no sirve, sino que nos llevará al desastre.