Opinión
Ver día anteriorViernes 20 de febrero de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Graciela Iturbide: el asombro
N

o sé quien escribió que la fotografía es el medio visual del mundo moderno. Un medio de recordar y una forma de arte que prolonga nuestras vidas y amplía nuestras percepciones.

Este preámbulo me sirve para hablar de nuevo de la inigualable Graciela Iturbide, recientemente galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008.

Repito lo archisabido: Graciela es la más importante fotógrafa mexicana y una de las grandes artistas de la fotografía contemporánea.

El poder de sus fotografías reside en su capacidad proverbial para captar lo esencial, para captar el espíritu, lo mismo en Juchitán que en Madagascar, en Estados Unidos que en el Jardín Botánico de Oaxaca, en Panamá que en el desierto de Sonora.

No hay escenario ni personaje que se le resista, puesto que ella, con su hondura y su genialidad, logra introducirse en lo más recónditos e insospechados espacios del paisaje y del alma humana.

Sus fotografías son un diario vital, un cuaderno de viaje, un pasaporte a lo insospechado. En efecto, de cada travesía que emprende (Cuba, Alemania, Italia, Francia, Perú, Ecuador, Roma, India, etcétera) nos trae recuerdos que inmediatamente archivamos en la memoria. Esas bellas y sorprendentes imágenes están siempre cargadas de emoción, son dardos certeros que clava en la diana del corazón.

El ojo de Graciela es el de una niña curiosa que nunca ha perdido la capacidad de asombro. Para ella el asombro es un ingrediente fundamental en el arte de fotografiar el mundo, la vida, los rostros humanos y todo cuanto aparece ante su mirada privilegiada.

Iturbide comenzó sus estudios en 1969, en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC). Un acontecimiento terrible marcó esa etapa de su carrera como fotógrafa: la muerte de su hija Claudia en 1970 cambió su vida de forma dramática y definitiva.

Por ello sus fotos siempre son elegías, es decir, constancias de que en nuestras vidas siempre ocurre algo que nunca debería ser olvidado.

Su arte, de alguna manera, siempre nos habla de la indefensión original de los seres humanos. De sus fotos representativas, destacamos Nuestra Señora de las Iguanas, la cual está alejada del pintoresquismo del mundo indígena. En realidad, es un retrato contundente de la fuerza del matriarcado en la sociedad juchiteca. La mujer ángel es una extraña fotografía que nos presenta de golpe las tensiones entre tradición, modernidad e identidad.

Sus fotos son sueños de papel, es decir, documentos poéticos que nos hablan de rito y ceremonias, de naturaleza y cultura, de asombros y nostalgias. A su vez sus retratos, que debería recoger en un libro, captan, con la complicidad de los modelos, el alma de cada uno de ellos.

En resumen, sus fotos hacen volar nuestra imaginación y son, al mismo tiempo, forma y memoria de México y del mundo.