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Ver día anteriorDomingo 22 de febrero de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Preservar las lenguas indígenas
C

on motivo de la celebración, ayer, del Día Internacional de las Lenguas Maternas, resulta pertinente reflexionar sobre la situación que enfrentan los idiomas originarios y sus hablantes en el país. De acuerdo con información desprendida del Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales, existen en México 364 variantes lingüísticas, de las cuales más de un centenar son consideradas vulnerables a la desaparición (La Jornada, 27/08/08). Un botón de muestra de esta situación es el hecho de que de las 12 lenguas originarias que se hablan en Chiapas –una de las entidades con mayor población de hablantes autóctonos–, ocho se encuentran en situación de peligro, y una, el mochó, en amenaza de muerte, como afirmó ayer mismo a este diario José Daniel Ochoa Nájera, funcionario del Centro Estatal de Literatura, Arte y Lenguas Indígenas.

Cabe señalar que la desaparición de lenguas maternas en el país forma parte de una tendencia mundial, aparejada con los afanes por imponer y reproducir patrones económicos y políticos en todo el orbe. Es esclarecedor, al respecto, el Atlas de las Lenguas en Peligro en el Mundo, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), según el cual están en peligro más de 2 mil 500 de las 6 mil lenguas existentes en el planeta.

En el caso de México, un elemento central de esta erosión es de índole política: la renuencia del grupo en el poder a reconocer y hacer valer los derechos de los pueblos indios, como se vio reflejado en 2001, cuando las instancias ejecutiva y legislativa dieron la espalda a una reforma constitucional que permitiera resarcir la deuda histórica con los grupos originarios del país.

Otro factor determinante para la pérdida de lenguas indígenas ha sido la migración, consecuencia de las paupérrimas condiciones socioeconómicas que prevalecen en las comunidades originarias del territorio nacional. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 80.4 por ciento de estos municipios sufre un alto grado de marginación y resulta significativo que el mapa de las entidades que cuentan con mayor porcentaje de hablantes autóctonos se corresponda con el de la pobreza: entidades como Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Campeche y Yucatán están integradas, en 15 por ciento o más, por hablantes de lenguas vernáculas.

Adicionalmente, la desaparición de estas variables lingüísticas puede interpretarse como consecuencia de décadas de dominio de una política económica de naturaleza excluyente y particularmente ofensiva para los pueblos indios; como inercia del proyecto político que durante muchos años impuso el régimen priísta –para el cual fueron empleados los ciclos de educación a cargo del Estado como instrumentos de reproducción ideológica, en los que no cabían las diferencias étnicas ni culturales– y hasta como remanente nefasto del pasado colonial de nuestro país. Tales elementos, por añadidura, se ven reflejados en un entorno social en el que prevalece la discriminación y estigmatización de los hablantes de lenguas indígenas, y en el que éstas son consideradas como desventajosas frente al español, lo que merma, en consecuencia, sus ciclos de transmisión intergeneracional.

Ante esta circunstancia, es claro que además de los hasta ahora inoperantes esfuerzos de algunas autoridades para reivindicar la importancia de estas lenguas y de sus hablantes se necesitan otras acciones de mayor calado que promuevan el respeto hacia esos grupos, así como medidas de política económica y social que permitan a los hablantes autóctonos, si así lo deciden, permanecer en sus poblaciones de origen en condiciones de vida digna.

Como lo ha señalado el investigador Miguel León Portilla, profundo conocedor del México prehispánico y de su herencia cultural, todo idioma integra un sistema simbólico de expresión del pensamiento; las lenguas indígenas forman parte imprescindible de la riqueza nacional, son fiel retrato de la pluralidad étnica y cultural del país y su preservación debe ser, por ello, una tarea fundamental de los gobiernos de todos los niveles.