Opinión
Ver día anteriorMiércoles 4 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Benedicto XVI frente al torbellino del integrismo lefebvrista
P

ara la Santa Sede ha resultado muy costosa la operación de levantar la excomunión a los obispos ultraconservadores lefebvristas. No sólo nos referimos a la repercusión que tuvo la noticia ante la comunidad judía, que en seguida reaccionó frente a la actitud negacionista del Holocausto y las cínicas declaraciones del obispo Richard Williamson. Sino que la iniciativa del Papa por llegar a una reconciliación con la rebeldía cismática de los lefebvristas ha desencadenado los más agrios reproches de diversos sectores católicos, especialmente europeos, que perciben en el pontífice un paulatino e irreversible alejamiento del Concilio Vaticano II. Existe un profundo malestar en la mayoría de los obispos franceses y numerosos episcopados del viejo continente que no han podido contener su desaprobación, como lo hizo sentir la declaración del cardenal de Viena, Christoph Schönborn, quien aseguró que el que negaba el Holocausto no podía ser rehabilitado en el seno de la Iglesia.

Efectivamente, el caso de obispo lefebvrista Williamson precipitó una crisis interna en la Iglesia católica porque desabotonó, si se me permite la expresión, un malestar contenido en diferentes ámbitos eclesiales y que había permanecido latente desde el pontificado de Juan Pablo II. El fondo es el lugar del Concilio Vaticano II en el catolicismo actual, su seguimiento y su vigencia. Ya desde la entrevista, Informe sobre la fe, con Vittorio Messori (1985), el cardenal Ratzinger expresaba sus reservas a los excesos posconciliares; en Dominus Jesus (2000), el prefecto de la sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe tuvo que ser rescatado por el papa Juan Pablo segundo por sus polémicas afirmaciones en el sentido de que las iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica, es decir, que se mantienen unidas a ella por medio del reconocimiento a la autoridad del Papa y apego a la formas litúrgicas, no son iglesias en el sentido propio.

Conviene recordar que los lefebvristas se opusieron a la hermenéutica y al espíritu del concilio, sobre todo a las innovaciones introducidas como la liturgia, sobre todo el abandono de la misa en latín, así como el decreto sobre la libertad religiosa y la nueva actitud de relación Iglesia-mundo que el concilio introdujo.

Atrás de la reconciliación de Roma con los lefebvristas permanecen dos grandes interrogantes: a) hasta dónde la fraternidad aceptará el concilio más allá de su espíritu y b) hasta dónde el propio pontífice se reconoce con aquel parteaguas que los padres conciliares formularon en los años sesenta del siglo pasado. Digámoslo de otra manera, a Benedicto XVI se le percibe cada vez más alejado del concilio, lo que posibilita y facilita su rencuentro con el lefebvrismo. O bien, ¿Benedicto XVI ha ido demasiado lejos en las concesiones a los lefebvristas?, o también ¿monseñor Bernard Feilla, superior de la Fraternidad Pío X, quien ha ido más allá, con riesgo de ser cuestionado por sus propios fieles y su clero? Sus cartas a Roma expresan moderación y condescendencia ante la intransigente postura de la Fraternidad Pío X, que demandaba hasta hace muy poco la anulación del Concilio Vaticano II; en el fondo de dicha postura, según expertos, está el rechazo a los principios de la revolución francesa, la nostalgia monárquica, el galicismo y el jansenismo. El nombre de la Fraternidad Pío X es emblemático de su mentalidad, fue un papa que persiguió a los modernistas. Pío X (1835-1914) fue el que creó una organización secreta del Vaticano que buscaba infiltrados modernos en todo el mundo para reprimirlos. Además de combatir las herejías en boga del modernismo, las censuró en una encíclica llamada Pascendi (1907), estableciendo que los dogmas son inmutables y la Iglesia sí tiene autoridad para dar normas de moral.

La apuesta del papa Benedicto XVI no sólo fue polémica sino arriesgada. Levantar la sanción e iniciar la reconciliación con los lefebvristas implica al menos dos condiciones que se negociaron desde la época del cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la comisión Ecclesia Dei, que la fraternidad aceptara el Concilio Vaticano II y la absoluta autoridad del Papa, así como suprimir las críticas recurrentes de la fraternidad a los pontífices. La decisión de levantar la excomunión de estos obispos se encuadra con otra serie de medidas que ha tomado, desde sus críticas al Islam hasta el restablecimiento de la misa en latín, que tanto demandaban los cismáticos restauracionistas.

Sin embargo, la iniciativa de Benedicto XVI ha despertado una ola de críticas y cuestionamientos considerables, la política comunicativa de la Santa Sede ha sido errática y ampliamente superada mediáticamente por sus críticos; el Vaticano tampoco ha tenido la capacidad de respuesta y da la impresión, ante la opinión pública, de que el papa está solo. Sandro Magister, vaticanista italiano, escribe en un artículo Un doble desastre en el Vaticano: de gobierno y de comunicación: Pues en toda la situación de la revocatoria de la excomunión a los obispos lefebvrianos (sic) el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, aunque usualmente muy activo y locuaz, se ha distinguido por su ausencia. Pero más que las palabras, han faltado de su parte los actos adecuados a la importancia de la cuestión. Antes, durante y después de la emisión del decreto. Benedicto XVI ha sido dejado prácticamente solo y la curia ha sido abandonada al desorden. En este inicio de 2009, Benedicto XVI sin duda la ha pasado mal. Sectores progresistas no han perdido la oportunidad de situarlo como un verdadero heredero del Syllabus –catálogo antimoderno del papa Pío IX (1864), que marcó claramente el inicio de una concepción de intransigencia hacia los valores propuestos por la modernidad. La identificación de un enemigo común ha sido un motor en la historia de la Iglesia que permite movilizar voluntades y un pensamiento católico fortalecido en términos de la construcción de una oferta histórica. ¿Esta visión con los lefrebvristas se verá fortalecida?