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Con apenas 28 años, el venezolano arrancó al público seis minutos de ovaciones

Descomunal debut de Gustavo Dudamel al frente de la Filarmónica de Berlín

Viktoria Mullova recorrió el humor y la pasión de Igor Stravinsky en el Concierto para violín

 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de marzo de 2009, p. 3

Seis minutos de alaridos, brincos, vítores, sollozos. En la cima del mundo, un orgullo bolivariano: Gustavo Dudamel en su debut, a sus escasos 28 años de edad, como director de la mejor orquesta del planeta, la Filarmónica de Berlín. Un programa de extrema dificultad técnica. Una sesión maravillosa. Y al final los gritos, de pie todos, del público de conciertos más exigente, conocedor, escéptico y riguroso de todas las salas de concierto sobre el orbe. Cuando algo les gusta aplauden, digamos, dos minutos, y eso ya es desmesura para ellos. A Dudamel le aplaudieron seis cronométricamente berlineses minutos. Seis. Ya la orquesta había abandonado el recinto y la sala llena no dejaba de aplaudir. Pedían a gritos la presencia del venezolano, y cuando regresó, todo el escenario estaba desnudo, sólo para él. El mundo besa sus pies.

Delirio y deleite

Esta experiencia no sólo la vivió el público berlinés. Gracias a la instauración de transmisiones en vivo de los conciertos de la Filarmónica de Berlín por Internet, vivimos en el hogar esta emoción afortunada. Si uno estaba presa de la fiebre, de pronto no sabía si la corriente eléctrica que recorría todo su cuerpo era producto de la enfermedad o del delirio de estar sentado en la mejor sala de conciertos que el hombre ha podido construir hasta la fecha, la Philarmonie, y pudo ver en vivo el sol radiante del atardecer, la nieve sobre los árboles, y a través del aire transparente de Berlín la Luna coronando el frontispicio de ese que no es un edificio hermoso, sino un instrumento musical.

El debut de Gustavo Dudamel como director huésped de la Filarmónica de Berlín era el acontecimiento musical más esperado en todo el mundo en los meses recientes. La frase pierde ya su sentido de cliché, porque merced a la Internet ahora puede uno estar aquí, allá y en todas partes. Ya La Jornada ha explicado el éxito de este sistema mediante el cual uno puede comprar un abono para toda la temporada de conciertos y disfrutarlos en alta definición y con sonido de primera calidad en casa.

El repertorio que eligió el joven venezolano no podía ser más difícil, tanto para un director como para una orquesta y un público. Nada de complacencias. Pudo haber puesto la Quinta de Chaikovski, que es su nuevo disco; el Huapango, de Moncayo; el Danzón Dos, de Arturo Márquez; Sensemayá, de Revueltas; en fin, el repertorio que ha hecho enloquecer al público del Carnegie Hall (que el buen melómano, así como el buen guerrero, traduce como Carne y Frijol) de Nueva York y otros lares, incluido México. Por el contrario, las tres obras rusas que eligió para su debut berlinés son tan exquisitas, como para conocedores.

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A través de Internet, en todas las latitudes se pudo disfrutar en vivo la presentación del músico venezolanoFoto Pablo Espinosa

Inició con La isla de los muertos, partitura sobrecogedora de Serguei Rachmaninof, que hizo estremecer a todo el público en la sala y a los internautas en sus casas. El coro de violonchelos nos rompe en mil pedazos y la batuta hiende el ciberespacio como una alondra en ascenso. La acústica de la sala, el sonido perfecto de la Filarmónica de Berlín y la manera de conducir el sonido que tiene Dudamel, como tocar un talle femenino y caminar junto a ella, director y orquesta, nos pinta de cuerpo entero el paraíso. Esto es el paraíso. Estamos en un sueño logrado.

Emoción. Ovación. Segunda obra del programa. Entra a escena una de las celebridades máximas del violinismo en el mundo del aquí y ahora: Viktoria Mullova, tan bella como fuertes sus músculos y sus arcadas. Es el Concierto para violín, del fabuloso músico bizco don Igor Strabismo (jejé) y sus abismos de pasión y su delicioso sentido del humor. Aplausos. Alaridos.

En el intermedio sucede algo tan entrañable como inusual: como el concierto es en vivo no nos dejan viendo a los berlineses pasear por el vestíbulo, sino que nos pasan una entrevista que realiza Edicson Ruiz, contrabajista titular desde hace años de la Filarmónica de Berlín y tan joven como su entrevistado, Gustavo Dudamel. Qué digo entrevista, es una charla de dos hermanos del alma que crecieron juntos, estudiaron juntos, se la rifaron juntos y hoy están en la cima del mundo, pero no se la creen.

La música salva

Dicen al aire, es decir, a todo el mundo, que se sienten muy orgullosos de ser bolivarianos. Dice Dudamel que estas transmisiones en vivo desde Berlín van a cambiar el mundo para bien, porque la música salva. Al final se abrazan como hermanos, y la emoción y la energía positiva recorren el mundo entero.

Esa energía, esa conexión humana, profundamente humana, se colma en la segunda parte del concierto, cuando Dudamel dirige la dificilísima Quinta Sinfonía, de Serguei Prokofiev, y el resultado es tan inenarrable que al final los integrantes de la mejor orquesta del mundo se ponen de pie y aplauden a rabiar a este muchacho, que es orgullo y ejemplo, y una realidad maravillosa.

Larga vida a la gloria bolivariana que tiene el mundo postrado a sus pies.