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Usará esa autobiografía visual para explorar la fotografía y la instalación, dice

Sergio Hernández resume 30 años de quehacer estético en su primer libro

Manifiesta inquietud por otros temas, para ya no rumiar el mismo pasto, expresa a La Jornada

Existe la posibilidad de pintar un mural para un proyecto de Manuel Serrano, adelanta

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Las hadas y Danza de los mosquitos (abajo), obras de Sergio Hernández incluidas en el volumen publicado por Turner/ Fomento Cultural Banamex
 
Periódico La Jornada
Jueves 19 de marzo de 2009, p. 3

El pintor, escultor y grabador Sergio Hernández (Huajuapan de León, Oaxaca, 1957) resume tres décadas de quehacer estético en su primer libro que ya circula.

Sergio Hernández (Turner/ Fomento Cultural Banamex, 2008) le servirá de trampolín para abordar otras vertientes, como la fotografía y la instalación.

El volumen, de más de 300 páginas, documenta que Sergio Hernández lleva 31 años remasticando y rumiando el mismo pasto. Entonces, sí siento esta sensibilidad de abordar otros temas, como la fotografía, como lo que no está en mí, pero me inquieta.

Al respecto, abunda: Mi trabajo artesanal me ha permitido vivir de la artesanía de pintar, aunque tengo una calidad, eso no se le quita. Pero la real aventura es donde no existe posibilidad alguna de tener la referencia artesanal que siempre se tiene en la pintura.

Historia a manera de película

“Mi deseo –prosigue Sergio Hernández– siempre ha sido abordar nuevas formas que se alejen del trabajo manual, de lo tradicional. Ahora quisiera hacer cerámica, maquetas y mucha fotografía.”

El libro constituye de alguna manera la autobiografía visual del artista y los famosos 15 minutos de fama, agrega el entrevistado. De hecho, recoge una historia de la que ni el propio autor estaba consciente: “Estas imágenes me dan el sentido de una vida que se he sostenido gracias a esa estructura de pequeños escalones o pequeñas expresiones de rayas, dibujos y colores.

Finalmente, es la historia de mi vida, de mi infancia, del amor, de todos los seres con que convivimos, a la manera de una película.

–¿Cómo reacciona al enfrentarse con tres décadas de producción artística?

–Primero, como un pintor muy exitoso. El libro me permite ver lo que nunca pude tener en mi taller, porque desde 1985 vivo de mi trabajo y cómo se ha podido vender.

–Es una persona afortunada.

–Sí, y además un hombre al que le ha tocado vivir muchas cosas, dentro de las que el libro me ha permitido ahora verme como no lo había hecho, porque cuadro que pintaba, dibujo que hacía, se iba. Se vendía o lo tiraba. No tenía el seguimiento, era como una película que no estaba editada.

El libro viene a ser una reflexión de mi trabajo, dónde estoy parado, hacia dónde he ido, y parece unas ramas que se han ido por muchos lados; no es tan vertical.

Por integrar, la arquitectura

La edición y selección de la obra incluida en el volumen estuvo a cargo de Miguel Cervantes y Germaine Gómez Haro. También comprende textos críticos de Edward J. Sullivan y Teresa del Conde, así como una entrevista hecha por Fabrizio Mejía Madrid. Más bien es un libro de imágenes; la más antigua es el díptico El olor de las frutas (1978-1979).

El artista siempre ha trabajado por series y señala las de la tauromaquia, Apocalipsis ahora, Popol Vuh, el circo y los insectarios, entre muchas otras.

Otra inquietud de Hernández es integrar la arquitectura a su obra y trabajar un formato, no de cuadros para casas, sino para que ésa tenga vida pública, porque sería la salida de alguna manera. El artista de hecho tiene poca obra en los museos, pero intervenir un espacio público o exhibir escultura al aire libre le daría la oportunidad de que su obra se exteriorice.

Como ya no tengo esa premura para comer o tener mi material, puedo acceder para realizar esto. Y que se pueda economizar, donar o como hacían los muralistas, que les daban de comer y pintar frescos en los espacios públicos.

Existe la posibilidad, agrega, de realizar un mural como parte de un proyecto del arquitecto Manuel Serrano, que se concursa para los alrededores de la Alameda.