Opinión
Ver día anteriorViernes 20 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Por fin, ¡los marines!
S

i ha visto películas de la Segunda Guerra Mundial ya conoce el guión, y el final feliz; el happy ending en el que la chica se besa con el marinerito en Champs Élysées el día de la liberación de París.

Pues ahora transporte la escena al Paseo de la Reforma, donde un apuesto marine besa a una beautiful seniorita frente a la embajada de Estados Unidos el día feliz en que las fuerzas armadas de las barras y las estrellas nos entregan un país recién liberado del crimen organizado; liberación es liberación, qué más da, nazis por narcos.

Eso sería para Mike Mullen la culminación de la cooperación entre los dos países; regresar a la política del buen vecino de Franklin D. Roosevelt, en la que nosotros éramos los buenos, y ellos los vecinos. Parafraseando la Marcha triunfal de Rubén Darío, “ya se oyen los claros clarines (¡más claro ni el agua!). ¡La espada se anuncia con vivo reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los marines!”

¿Cree que la elevación de El Chapo a la lista de Forbes es casual? Por favor, es el golpe maestro: “Miren, su país es un desastre: sus narcos se codean ahora con la crema y nata de sus financieros y sus capitanes de industria”. ¿También erradicarán los marines la corrupción inmemorial de gobernantes y policías, y la venta de armas?

El embate comenzó con la Iniciativa Mérida, y adquirió impulso con declaraciones que nos calificaron de Estado fallido, a la par con Pakistán; un peligro para la seguridad de Estados Unidos. Pakistán, porque tiene armas nucleares, y nosotros porque cuando llegue el colapso anunciado avasallaríamos la frontera. Recuerde que Dennis Blair, nuevo director de Inteligencia, declaró en el Congreso que la crisis económica, y no el terrorismo, constituye la mayor amenaza para la seguridad de su país; aseguró que la intensidad de la crisis amenaza con derribar gobiernos y generar oleadas de refugiados. Palabras con dedicatoria.

Después Robert Gates, secretario de Defensa, explicó motu proprio en cadena nacional los beneficios de ayudar a México en su titánica lucha contra el crimen organizado, y elogió la valentía del presidente Calderón. Acto seguido (porque esta es una obra en muchos actos) vino Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, para buscar maneras de mejorar la cooperación entre las fuerzas militares de los dos países.

Estos gringos saben de marketing. Inventaron que tenemos una larga historia de cooperación militar, y para probarlo arrastraron a Mullen a convivir con veteranos del Escuadrón 201, a quienes describió como águilas aztecas que protegieron a las tropas de tierra y volaron misiones en apoyo de las operaciones navales de Estados Unidos. ¿Cómo se llamó esa película? ¿Fue en la que Anthony Quinn, noble latino, murió conteniendo a un batallón de alemanes para que los güeros pudieran escapar?

Recordemos que desde 2005 un grupo de militares, ex directores de la CIA, funcionarios y ex funcionarios de México, Canadá y Estados Unidos se reúnen sigilosamente en algún lugar apartado para discutir, por increíble que parezca, los escenarios que podrían llevarnos a la integración de los tres países. (¿Integración con Estados Unidos? fue el título del artículo que publiqué sobre el tema en La Jornada el 17/10/08.)

Habrá quienes se regocijen. Imagínese a los mismísimos rubios que liberaron Bagdad repartiendo barras de Hersheys en el Zócalo, o asoleándose en las playas de Marcelo Ebrard (¡atención beautiful senioritas!, ésta es la oportunidad de obtener su green card). Esos sí meterían orden; acabarían con Elba Esther, con las marchas de los maestros y los encuerados de los 400 Pueblos. Su récord es impecable: ¿dónde han intervenido sin desatar una guerra civil? En Irak iban por Hussein y terminaron matando a 100 mil civiles y perpetrando el robo del siglo: las segundas reservas petroleras del mundo.

Imagínese las represalias del crimen organizado, y la violencia por el calentamiento de la guerra entre cárteles para defender un territorio que será cada día más preciado. Si escucha que vienen como asesores, como anunció Calderón, salga corriendo. Así ingresaron a Vietnam, donde John F. Kennedy envió 700 oficiales para prestar ayuda humanitaria, y terminaron con un ejército de medio millón, cuando, derrotados por el Vietcong, con el país destrozado y con la cola entre las patas, abandonaron Saigón huyendo de Ho Chi Minh.

Cuando trasladen a los marines a México en 2010 abandonarán Irak con igual ignominia. (Ellos felices, ¿se imagina: cambiar las tormentas de arena por Acapulco?) Blair volvió a la carga de nuevo, advirtiendo que el gobierno mexicano perdió parte del territorio, y que eso erosionará la influencia política de EU. Mientras tanto, Calderón dejó ver que México está cediendo: admitió que la ayuda consistiría en compartir tecnología, información y datos de inteligencia.

¡Bienvenidos a la república bananera de Vietnam! ¡Aprenda inglés! ¡Atención franeleros!, vendrán muchas Humvees (¿cómo se dice “se la lavo, mister”?). Contribuya a comprometer aún más el remedo de soberanía que nos legó el neoliberalismo.