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Ver día anteriorLunes 23 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los crímenes de guerra no son videojuegos
U

na familia de Gaza, los Samouni, perdió 29 miembros durante los bombardeos israelíes sobre su país este invierno. Otros 45 familiares resultaron heridos, la mayoría niños. Mi suegra y mi cuñada murieron, y su hija, y dos personas más. Casi toda mi familia murió en la casa en la que ahora estoy parada, dijo la semana pasada Naela Samouni a Democracy Now, el noticiero independiente más importante de la Estados Unidos, conducido por Amy Goodman.

Desde los escombros donde viven ahora, los Samouni sobrevivientes demandaron al Estado de Israel por 200 millones de dólares, en un intento más por llevar a los gobernantes del país agresor a los tribunales. Son sólo un caso particular en una tragedia colectiva, nacional, cuyo episodio más reciente en Gaza lleva a decir a Richard Falk, relator especial de las Naciones Unidas para los derechos humanos de los palestinos: Por primera vez desde el establecimiento de Israel en 1948, su gobierno enfrenta serias acusaciones por crímenes de guerra, sostenidas por personalidades de todo el mundo, incluyendo a los habitualmente cautelosos, como el jefe de Falk, Ban Ki-moon, secretario general de la ONU (Le Monde Diplomatique, marzo de 2009).

Falk se resiste a llamar guerra a los 22 días de ataque indiscriminado sobre Gaza en diciembre y enero. No le cabe la menor duda de que fue una agresión deliberada de las fuerzas armadas israelíes contra la población civil. Lo confirmaron este jueves 19 los testimonios de soldados y mandos israelíes a medios de su país: cumplieron órdenes al disparar contra la gente sin consideración alguna.

Es reveladora la desigualdad en la cuenta de fallecidos: casi mil 500 palestinos, dos tercios de ellos civiles, contra 13 soldados invasores (varios, víctimas del fuego amigo previsible en un ataque de esas proporciones en un espacio cerrado como la Franja de Gaza). Además, Israel creó una ratonera sin salida para los pobladores, atrapados bajo las bombas y sometidos a un bloqueo general, incluso humanitario, atenazados por la insalubridad y el hambre. Eso de que los civiles servían como escudos humanos para los combatientes palestinos (terroristas en sus propias casas), como se justifica Israel, es cada día menos sostenible.

Simultáneamente, Israel efectuó elecciones. La derecha nacionalista barrió hasta con la derecha moderada y permitió el irresistible ascenso de Avigdor Lieberman, el líder fundamentalista y carismático que podría conducir a Israel al desastre. Hoy virtual canciller del gobierno ultra de Bejamin Netanyahu, Lieberman no piensa quedarse ahí. Y sus ideas racistas y criminales son parte de la imagen que vende.

Nadie puede llamarse a engaño. Israel desafía en serio la legalidad internacional (ya no digamos los mínimos principios humanitarios), y obtiene a cambio una tolerancia de los gobiernos y los organismos globales que más bien podemos llamar complicidad.

Ahmed Tibi, uno de los pocos palestinos que integran el congreso israelí (Knesset), manifestó respecto de Lieberman: Es el equivalente a Le Pen y Jeorg Heider. Cuando éste fue elegido, el gobierno austriaco quedó aislado y fue boicoteado, principalmente por Israel. Es hora de convocar a un boicot al gobierno, y sobre todo a Lieberman. En Israel se argumentaba en enero que todos los palestinos son culpables por elegir a Hamas y por no huir (de donde no tenían escapatoria).

Las comparaciones con la Alemania fascista resultan insoportables para los judíos, pero esta situación remite al vergonzoso pacto de Munich (1938) entre los futuros aliados y Hitler. Una diferencia: Israel es parte estratégica de los nuevos aliados, que a su vez andan invadiendo otras naciones, mientras Hitler nunca fue aliado de los aliados. ¿Quién llamará a cuentas a la legión, o leyenda (como llamaba Mahmoud Darwish al ejército israelí) en un mundo donde sus acciones, su armamento prohibido y sus crímenes son normales?

Que alguien habitualmente bien informado, como Robert Fisk, considere que Liberman, la nueva estrella política israelí, es lo peor que puede ocurrir en Medio Oriente (La Jornada, 18 de marzo), debe llevarnos a preguntar hasta cuándo esa gente fuera de la ley seguirá prevaleciendo.

¿Cuántos Samounis más han de sufrir antes que los halcones de Tel Aviv respondan por sus crímenes? A como va el mundo, Israel es uno de los principales beneficiarios de la degradación generalizada de la legalidad internacional que estamos presenciando.