Opinión
Ver día anteriorJueves 26 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El asesino entre nosotros
T

ienen razón quienes opinan que no hay que hablar de las muertas de Juárez, lo que quita al hecho parte del horror en que está inserto. Todos, al referirnos a los espantosos hechos en que niñas y jovencitas son toruradas, violadas y finalmente muertas, hemos de decir sin eufemismos las asesinadas de Juárez. Teorías van y teorías vienen y el feminicidio no cesa, sin que se obtengan mayores resultados en las investigaciones que la detención de algunos hombres que la opinión pública califica de chivos expiatorios. Libros, extensos reportajes en papel y cine se producen y, aunque parezca morbo, hay que insistir en el terrible fenómeno para que no se pierda de la conciencia colectiva. Recientemente, los talentos coludidos de Sabina Berman como guionista y Carlos Carrera como director, nos ofrecieron la dura película Backyard, el traspatio y casi de manera coincidente, otro talentoso artista como Mauricio Jiménez repone lo que fue un exitoso montaje escolar, ahora de profesionales, El asesino entre nosotros en el sótano del Teatro de Arquitectura de la UNAM.

Un grupo de los alumnos de Jiménez en la Escuela Nacional de Teatro que intervinieron en la escenificación (Marianela Villa, Virginia Smth, Rodolfo Guillén, Karla Paola Torres, Dainzu Zacatelco, Laura Uribe, Fátima Paola y Miguel Ángel Hoppe Canto) ya egresados y por lo tanto en el ámbito profesional, conforman el colectivo Trajinera Teatro que decidió reponer El asesino entre nosotros de la autoría de su maestro y bajo la dirección del mismo, dado que el tema les sigue pareciendo muy pertinente. Y yo añadiría para que un interesante texto que resume –como podría ser también en el filme de Sabina Berman y Carlos Carrera– muchas de las especulaciones que se han hecho alrededor del feminicidio no se pierda en un montaje de tipo escolar, por más éxito que haya tenido.

El texto, de aparente sencillez, parte de la investigación que hace una periodista de la desaparición de alguna muchacha, pero va ganando en consistencia a lo largo de la síntesis que hace el autor de las investigaciones que lleva a cabo, entreveradas con escenas de la madre angustiada, los y las obreros y obreras de la maquila, el centro nocturno y la gringa ingenua y borracha, además de dos momentos que pueden ser –de hecho lo son– metáforas de ese machismo exacerbado que ve a la mujer como una presa para saciar su sadismo junto a todas sus frustraciones; esas metáforas escénicas son las de los cazadores de venadas y la de los matarifes que, junto con todo lo demás, dan pistas de los posibles motivos de los crímenes que son narrados por las víctimas que parecen revivir, saliendo de las negras bolsas de plástico en que encierran sus cadáveres, para poder contar su historia, así sea al aire, así sea a esos espectadores cuya existencia ellas desconocen. El resumen que se da en la escena de la radio da cuenta de las siniestras implicaciones de nombres de políticos y empresarios en la red criminal, que la reportera ha logrado reunir, y la reacción que sus palabras provocan.

En una escenografía de Josafath Reynoso consistente en cuartos cerrados con cortinas de hierro que suben y bajan, más una galería superior en que se da sobre todo la excelente escena de la transmisión radial, y que transmite –con sus ruidos abrirse y cerrarse– una impresión de cautiverio y de algo tan definitivo e impenetrable como pueden ser esas cortinas cerradas, Mauricio Jiménez da los vericuetos de la historia y de la acción escénica abarcando todos los espacios, la escalera a la izquierda del espectador como acceso a la casa de la madre de la muchacha desaparecida, con el tendedero que sugiere un patio, la derecha con el drogadicto que sirve de informante de la periodista y en la escena de los matarifes. Por momentos se ocupa todo el espacio, como en la mencionada escena de la fallida transmisión radiofónica o la del centro nocturno, por momentos el espacio se reduce según la necesidad de cada escena. Las seis actrices y dos actores doblan y encarnan varios personajes incluso cuando tienen uno definido, como el de la reportera que es también obrera de la maquila, lo que habla de la disciplina y profesionalismo del grupo.