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El presidente Calderón, su esposa y demás acompañantes asistieron al suntuoso ritual

El boato de la monarquía atrapó a la comitiva mexicana en Londres

Coincidencias discursivas entre el titular del Ejecutivo y el primer ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown, sobre aminorar la carga a los países emergentes afectados por la crisis económica

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El presidente Felipe Calderón y la reina Isabel II, en la suntuosa bienvenida en el Palacio de Buckingham. A la izquierda, el duque Felipe de Edimburgo y al extremo derecho la esposa del Ejecutivo, Margarita ZavalaFoto Notimex
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 31 de marzo de 2009, p. 3

Londres, 30 de marzo. De la suntuosidad de la realeza británica a las coincidencias discursivas con el primer ministro británico, Gordon Brown, sobre aminorar la carga a los países emergentes afectados por la crisis, transcurrió el primer día de actividades del presidente Felipe Calderón.

Hace casi un cuarto de siglo, como recordó la reina Isabel II, el entonces presidente Miguel de la Madrid hizo una visita de Estado a Gran Bretaña –aunque posteriormente Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox también estuvieron, en dos ocasiones cada uno, sólo que en giras de trabajo– y los rituales siguen intactos en el Palacio de Buckingham.

Al mediodía, a bordo de sendos automóviles Bentley llegó primero la monarca y minutos después el michoacano, y juntos escucharon los himnos de sus países en la explanada de la Guardia de la Caballería en el conjunto de Buckingham. En un templete alterno ya los esperaba un grupo de invitados, entre ellos empresarios como Lorenzo Zambrano y Valentín Díez-Morodo, que hoy se sumaron a la comitiva.

La reina presentó a su invitado y a su esposa, Margarita Zavala, a los integrantes de su comitiva, y después el esposo de la monarca, el duque Felipe de Edimburgo, junto con el gobernante mexicano, pasaron revista a la guardia de honor. Mientras tanto, Isabel II, vestida de rosa fucsia y tocada con un sombrero del mismo color, conversaba con Zavala, quien lucía un traje sastre azul marino y, a tono con la indumentaria real, llevaba un sombrero oscuro.

De la pomposa ceremonia también fueron partícipes los funcionarios calderonistas. Detrás de los carruajes de Calderón y la reina viajaron en otros la canciller Patricia Espinosa, así como los secretarios de Economía, Gerardo Ruiz; Juan Rafael Elvira Quesada, de Medio Ambiente; el jefe del Estado Mayor Presidencial, Jesús Castillo; Maximiliano Cortázar, de Comunicación Social; la subsecretaria Lourdes Aranda y la secretaria privada del Presidente, Aitza Aguilar.

Calderón, su esposa y los secretarios de Estado fueron hospedados en el palacio. Hubo intercambio de regalos; el Presidente recibió la primera edición de la novela 1984, de George Orwell, y una fotografía de la reina y del duque de Edimburgo, mientras su anfitriona fue obsequiada con artesanía michoacana.

Después, Calderón acudió a las oficinas de Brown, con quien se centró en dialogar sobre la cumbre de líderes del G-20 y una futura reforma del Fondo Monetario Internacional. El Presidente dejó ver que México planea cómo beneficiarse de los cambios que haga este organismo para recibir créditos sin las condiciones tradicionales.

Por la noche vendría de nuevo el boato de la monarquía. Vestido de frac y con una banda roja al pecho, Calderón entró junto con la reina Isabel II, y la canciller con el príncipe de Gales, al salón de baile del Palacio de Buckingham, donde se sirvió una cena para 171 comensales.

Mezclados funcionarios y empresarios mexicanos –como María Asunción Aramburuzabala– con la realeza británica en una larga mesa en forma de herradura y adornada con candelabros y finos fruteros, comieron con cubiertos de oro macizo platillos de la cocina francesa y degustaron selectos vinos. En un extremo estaba el trono de la reina y en otro un órgano monumental.

Calderón y la monarca coincidieron en que uno de los grandes legados que dejaron los británicos a los mexicanos es el futbol; luego alzaron sus copas y comenzó el festejo.