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TOROS

Para pintar la fiesta hay que ser algo matador, señala el notable artista tamaulipeco

Hoy se triunfa sobre todo con un toro de toreo, más que de lidia: José Reyes Meza

De bravura mejor ni hablar, añade el también muralista, escenógrafo, cocinero y escritor

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Homenaje a David Liceaga es uno de los óleos taurinos incluidos en el admirable libro José Reyes Meza, editado recientemente por Francisco Javier Fernández SotoFoto Archivo
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de abril de 2009, p. a41

Tras la exitosa presentación del libro José Reyes Meza –despliegue admirable de colores y de temas–, a finales de marzo en el Casino Español de México, La Jornada charló con el maestro Reyes (Tampico, 1924) acerca de uno de los temas hoy considerados cultural y políticamente incorrectos por ciertas mentalidades: los toros.

“Por lo flaco, de joven me decían Reyes Huesa –se arranca el maestro, con una lucidez, una jovialidad y un espíritu increíbles a sus 85 años–. Primero la partera, luego un médico y por último mis padres me declararon muerto al nacer, pero por esas cosas raras de la vida unos vecinos gallegos lograron revivirme. Supongo que fue el destino, más que la voluntad.

“En los años 30 Tampico era tan beisbolero como taurino. El legendario Chato Guerra, amigo de mi padre, daba corridas, por lo que se me metió la idea de ser torero y en mis andanzas anduve con el pintor Antonio Navarrete, entre otros. Por eso en mi obra no podía faltar el prejuiciado tema de los toros.

–¿Para ser pintor de toros hay que haber sido torero?

–Hay que ser algo torero, si no delante de los pitones por lo menos delante de la vida, entender la teatralidad de ésta y su representación a través de la corrida. Pero pintores como Goya, Zuloaga, Ruano Llopis, Espino Barros, Navarrete o Flores enfrentaron a los toros, e incluso Raúl Bassó murió a consecuencia de una cornada. En algún festival alterné con el gran escultor y aficionado práctico Humberto Peraza. Desde luego con el apasionante tema del toro grandes pintores no toreros también han logrado obras de gran calidad y hasta geniales, donde el juego plástico supera el tema, quedando reducido a leit motiv.

“Alejado deliberadamente del esteticismo, en mis cuadros de tema taurino abundan los tumbos, las cogidas y los momentos de crisis donde entran en juego todos los elementos que participan en el evento; se rompe la armonía del círculo y la geometría que contiene. Caballo, toro, toreros, monosabios y público se sumergen entonces en la angustia y el desorden y el desenlace del conflicto queda en el aire.

“Varias dimensiones vibran simultáneamente, incluido el tiempo, que es sorprendido por la situación. Hay aquí la posibilidad de despersonalizar o desindividualizar la tauromaquia y elevar sus valores a lo humano en su conjunto. Si ello plásticamente se logra, la emoción estética trascendente se logra. De otro modo, la imagen reproducida plásticamente ya no cumple con su misión de proyectar una transfiguración artística de sus apariencias, una estimación estética pura, con base en otra estimación estética ya dada, quedando la primera como ilustración anecdótica de un hecho consumado. El problema de muchos es que quieren un arte plástico taurino circunscrito a la lógica taurina de la lidia, y ello reduce la pintura al cartelismo. La bravura del toro era otro importante elemento de inspiración, pero de esa mejor ni hablamos.

El arte pictórico taurino no se ha estudiado a fondo. Hay poco análisis e investigación sobre el tema en España y menos en México. Artículos escritos especialmente para el Cossío y algunos títulos de Espasa Calpe. Por cierto, la opinión de un pintor español luego de ver mi libro recién salido de la imprenta, fue: ¡Este libro huele a México!, concluye el maestro José Reyes Meza.